en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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(Daniel Cipolla)
Estamos muy agradecidos al Señor por tener esta posibilidad de compartir con cada uno de ustedes esta serie de enseñanzas titulada, “Victoriosos por naturaleza”. No tenemos ninguna duda que mucho más de la bendición de Cristo, será descubierta a través de todo lo que estaremos viendo en la Palabra a través de esta serie.
Hoy vamos a iniciar con la parte 3 de “Victoriosos por naturaleza”, pero antes de hacerlo vamos a recordar un poco aquellas cosas fundamentales que vimos en la parte 2.
Nosotros vimos una diferencia entre la ley de Moisés y la ley del Espíritu de Vida; aprendimos que la ley de Moisés requiere de la acción humana para otorgar justicia, a diferencia de la ley del Espíritu de vida, que requiere de la fe para otorgar justicia, esto es una gran diferencia.
Aprendimos también, que ser victoriosos no tiene nada que ver con nuestro esfuerzo, porque no es algo que nosotros podemos conquistar, es Cristo mismo viviendo en nosotros. Y esto que voy a decir es muy importante, la victoria de Cristo, no es una experiencia progresiva que llegamos a experimentar con el tiempo, en realidad, es una experiencia que podemos vivir desde el primer día que nacimos de nuevo. ¿Por qué decimos esto? Porque nosotros no somos victoriosos porque vencemos, somos victoriosos porque Cristo nos dio esa condición, y como Cristo vive en nosotros, entonces Él puede manifestar su victoria a través de nosotros.
También vimos que nuestra naturaleza se asemeja a una plataforma de lanzamiento por medio de la cual los creyentes debemos actuar en dos direcciones, valiéndonos del poder del Espíritu Santo.
La primer dirección tiene que ver con no permitir que en ningún momento el pecado tome acción y pueda dominar o pueda gobernar.
La segunda, es que pongamos a disposición del Señor todos nuestros miembros, ¿por qué? Porque la Escritura dice claramente que, por causa de Cristo, aquellos miembros que antes servían al pecado, ahora son siervos de la justicia.
Así que, muy agradecidos tenemos que estar al Señor por todo lo que fuimos aprendiendo en la parte 1 y en la parte 2, y en lo que vamos a introducirnos en esta parte 3, que ahora Hernán nos va a ayudar a continuar.
(Hernán Cipolla)
Muy bien. Sí, definitivamente todo lo que estamos viendo, lo que uno se da cuenta es que va en una progresión muy interesante y es apasionante para nosotros, sobre todo porque vamos descubriendo cada vez más los hijos de Dios, todo lo que Cristo ha hecho por nosotros, que es mucho más que lo que a simple vista o en principio podemos comprender.
Ahora, cuando volvemos precisamente a la parte 2 de la enseñanza, algo que vimos muy interesante en la parte 2 de la enseñanza, fue Gálatas 2:20, y hoy necesitamos volver a Gálatas el capítulo 2, pero vamos a profundizar en los versículos 19 y 20 para ver toda la riqueza que estos versículos tienen, dice así la Palabra en estos versículos:
“Porque por medio de la ley yo he muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí,
y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Gálatas 2: 19-20 / RVR1977
Ahora bien, ¿qué es lo que estamos viendo acá?
En primer lugar, podríamos decir que Pablo es como que abriera su corazón y expresara su experiencia, lo que él realmente está viviendo y ha vivido en Cristo.
Ahora, hay una expresión que resulta un poco rara o extraña porque dice que, por medio de la ley yo he muerto a la ley, eso es raro porque parece contradictorio, es decir, cómo una persona puede morir a la ley a través de la ley. Ahora, recuerden algo que es muy importante para entender porque Pablo escribió de este modo. Pablo había sido un fariseo estricto, es decir, él conocía perfectamente la ley y cómo funcionaba la ley, lo que producía en los seres humanos. Entonces, Pablo sabía que la función de la ley al menos era doble, por un lado, la ley le había mostrado a Pablo que por más que Pablo intentara cumplir con todo lo que la ley exigía, nadie, ni Pablo, ni ninguna otra persona, sería justificado delante de Dios a través de cumplir las obras que la ley exigía, eso por un lado.
Por el otro lado, la ley le mostró a Pablo que solamente a través de Cristo podía alcanzar la justicia de Dios, por eso la ley, si lo viéramos de alguna manera, por un lado, le cerraba una puerta en el sentir de que el ser humano no podría hacer nada aunque conociera la ley, pero por otro lado, abría la puerta porque la ley le mostraba que solamente Cristo nos podía justificar.
Ahora bien, vamos a hacer un ejemplo, un ejemplo gráfico y vamos a usar un poquito de la imaginación, vamos a imaginar que Cristo y la ley mantuvieron una conversación, en esa conversación la ley le explica a Cristo que tiene un veredicto en contra de todos los seres humanos, es decir, el veredicto es que todos los seres humanos son pecadores y que necesitábamos morir; Cristo le dice a la ley que está de acuerdo con el veredicto, que comprende que ése es el único veredicto posible, pero agrega Cristo, le dice entonces a la ley, que Él vino al mundo para que los pecadores cumplan con la sentencia, ¿qué sentencia? La de morir, porque al ser pecadores todos debíamos morir.
Muy bien, pero Cristo agrega que para realizarlo tenían que ocurrir de parte de Él dos acciones trascendentes.
La primera, es que Él ocuparía nuestro lugar de pecadores para morir por nosotros y crucificarnos junto con Él, a fin de que la muerte que la ley exigía, se cumpliera, y entonces de esa manera la ley perdería todo su derecho de reclamar el cumplimiento de lo que decía. De esta manera, tomemos en cuenta, morimos a la ley porque hemos sido crucificados con Cristo.
El segundo aspecto, tenía que cumplirse la expresión: a fin de vivir para Dios, ¿vieron que eso es lo que dice la Palabra? ¿Y cómo es que habiendo muerto, por haber sido crucificados con Cristo, podríamos vivir para Dios? Porque, ¿qué pasó con la obra de Cristo? Nosotros fuimos resucitados juntamente con Él, es decir, esos muertos en Cristo ahora tienen una nueva vida para vivir sola, pura y exclusivamente para Dios.
Imaginemos que esto realmente es algo extraordinario para nuestras vidas y que Cristo es el que vino a cumplir con todo el requerimiento de la ley, para que nosotros vivamos la grandeza de una vida completamente nueva y transformada.
Si volvemos a Pablo, ¿qué demuestran los versículos que Pablo por el Espíritu escribió? Que Pablo se veía totalmente inexistente fuera de Cristo, no existía Pablo si Cristo no estaba en la escena. Pero por otro lado, Pablo estaba completamente vivo en unión con Cristo.
El Pablo que toda la gente conocía no era el Pablo natural, era el Pablo transformado por el poder de Dios, el Pablo que era una nueva persona y Cristo vivía en él y a través de él.
Quiere decir, que esta experiencia del apóstol, obviamente, a nosotros nos confronta también con una realidad fundamental para nuestras vidas, y algo que tiene que quedar grabado en nuestra mente y en nuestro corazón siempre, es el hecho de comprender que el propósito divino es que Cristo viva en nosotros por la fe, ése es el secreto de nuestra vida en Cristo, que Cristo sea el que vive en nosotros a través de la fe, porque de esa manera no existe la posibilidad de ser cristianos si le quitamos esta experiencia. Si nosotros quisiéramos quitar la obra de Cristo e intentar ser cristianos, volveríamos a las exigencias de la ley y sería imposible para nosotros, por eso la grandiosa obra de Cristo nos permitió estar vivos en Él y que Él viva a través de nosotros.
Pero hay más y Daniel nos va seguir diciendo.
(Daniel Dardano)
Ahora que estabas hablando y empleando palabras, porque los seres humanos para hablar empleamos palabras, me daba cuenta de un problema que tenemos los seres humanos, que es que cuando acuñamos todo en frases y conceptos, nos acostumbramos a eso.
En el caso de la obra de Cristo, nos acostumbramos a frases como, la ley, como la fe, la obra de Cristo en la cruz, el perdón de los pecados, nosotros hemos centrado esta enseñanza en Gálatas 2:20, con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo sino que vive Cristo en mí...
Pero, ¿qué es lo que está pasando? Cuando eso se nos hace común, entonces tenemos un problema, ya no le damos valor y no opera en nuestra vida.
Entonces, si hay un extracto de Gálatas 2:20 es, con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, ¿quién vive en mí? Cristo. Esto es algo maravilloso, porque ésta es la clase de vida que sin excepción Dios previó para todos aquellos que hemos creído en Él.
Repito, esta frase que es una vivencia, o que tiene que ser una vivencia, no se nos puede hacer común, ¿cuál es? Ya no vivo yo, Cristo vive en mí.
Ahora bien, para que esto suceda y se haga una experiencia real yo tengo que encarnar esa verdad, yo tengo que hacer que esa obra de Cristo sea real y sea creída por mí en mi interior. ¿Para qué? Para que se produzca en primer lugar, un desalojo y luego una ocupación.
¿Cuál es el desalojo del que estamos hablando? Ya no vivo yo, ese es el desalojo.
Y ¿cuál es la ocupación? Cristo vive en mí.
Ésa es la realidad que cada día de nuestra vida nosotros podemos experimentar, es decir, si está desalojado mi yo gobernante que ocupaba el lugar, y Cristo ocupa el lugar, y Él es vida en mí y Él reina, entonces tengo la experiencia de estar viviendo en la victoria de Cristo.
Ahora bien, el ya no vivo yo y Cristo vive en mí, viene ligado a dos condiciones que están mencionadas por Pablo, una es la condición anterior y la otra es la condición posterior, las dos la vamos a revisar en este Victoriosos por naturaleza.
Vamos a entrar en la primera condición que es la:
Condición anterior: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...”
¿Qué implica esta crucifixión? Pablo escribe y está registrado en Romanos 6:6 que, nuestra vieja naturaleza fue crucificada con Cristo. Ésta fue una acción única e irrepetible, Cristo no va a volver a ser crucificado, una acción única e irrepetible, de una vez y para siempre nuestra naturaleza murió ya el pecado no nos controla, ya nuestra voluntad no está gobernada por ese yo que quería seguir dominándonos, Cristo nos hace libres, y entonces nosotros que fuimos crucificados con Él debemos permanecer en esa muerte.
Obviamente, que por la entrada del pecado al mundo Dios tuvo que hacer algo muy radical, enviar a Jesús al mundo, el único cordero que podía ser muerto, la única sangre que podía ser entregada, para liberarnos completamente de todo el peso que nosotros teníamos.
Ahora bien, hubo un acto que se realizó un poco más de dos mil años, Cristo murió en la cruz entregando su vida, dijimos antes, esto fue único e irrepetible, pero la maravilla, ¿cuál es?
Aunque nosotros no sufrimos los dolores de Cristo, sí nosotros estábamos crucificados con Cristo.
Y esto es lo maravilloso, Cristo murió, y con Él nosotros fuimos crucificados. Nuestra crucifixión qué implica, entre otras cosas dos aspectos sustanciales que Dany ahora va a empezar a desarrollar.
(Daniel Cipolla)
Interesante Daniel esto, cuando empezabas a decir el hecho de que ya no vivo yo más vive Cristo en mí.
Cuando uno escucha esa expresión de Pablo, le parece como la cima de un lugar de esos que sólo lo pueden alcanzar los que están bien entrenados, el Himalaya. ¿Por qué lo vemos así? Porque lo vemos como algo que tenemos que lograr, pero es algo que sucedió. Entonces, cuando lo vemos como algo que tenemos que lograr, nunca vamos a ver la experiencia, y siempre vamos a estar diciendo, mi yo nunca termina de morir, o sea, está siempre agónico, pero nunca muere. ¿Pero por qué? Porque sencillamente, esto necesita una fe sencilla, la que el Señor pide, la fe de un niño que crea lo que Dios hizo, y entonces vamos a darnos cuenta que la experiencia empieza a ser real.
Por eso, cuando hablabas de estos dos aspectos esenciales, ahora vamos a entender, que si aplicamos fe a esto que estamos hablando, estos aspectos se van a dar por sí solos, van a ser algo lógico que vamos a poder experimentar en nuestra vida.
Para eso vamos a ver un pasaje bíblico, vamos a ver el primer aspecto, vamos a leer Romanos 3, del verso 10 al 12, que dice:
“...pues como está escrito:
«No hay justo, ¡ni uno solo! No hay quien tenga entendimiento.
No hay quien de verdad quiera conocer a Dios.
Todos han abandonado a Dios.
Todos se hicieron inútiles.
No hay nadie que haga el bien. ¡Ni uno solo!”
Romanos 3:10-12 / PDT
¡Qué Palabra fuerte, no! Muy fuerte, pero me quiero detener en una, todos se hicieron inútiles.
Pero me haría una pregunta aquí, ¿cuál es la razón para que el precio a pagar para quitar el pecado llegara a ser tan alto, tan alto, que fue indispensable que Cristo viniera a morir en un sacrificio tan cruel como la cruz para poder quitar el pecado?
Vamos a entender esto un poco más profundamente.
Si queremos responder esta pregunta, primero tenemos que entender que cuando el pecado entró en el mundo, nos contaminó de tal manera que pasó a formar parte de nuestra naturaleza.
Quiero ser claro, no es que el pecado es como la tierra que se te pega como cuando andas en un camino polvoriento y te das un baño y te lo quitas, no, el pecado no se nos pegó, el pecado se hizo parte de nuestra naturaleza humana. Entonces ¿qué pasó cuando eso ocurrió? Al hacerse parte de nuestra naturaleza nos convirtió en inútiles. Pero, ¿en inútiles para quién? Inútiles para con Dios.
Entonces, ¿cuál era la solución? La solución era quitar el pecado de nuestras vidas. Pero la pregunta es, ¿cómo puedo quitar de mi vida algo que ahora forma parte de mi naturaleza? ¿qué necesitábamos? Un milagro divino. Si no había un milagro divino, no era posible quitar el pecado de mi naturaleza, como el pecado debía ser quitado, ¿qué tenía que pasar, entonces? La naturaleza humana, que estaba contaminada con el pecado, como no se le podía quitar, ¿qué había que hacer? Tenía que morir, ¿para qué? Para que tuviéramos la posibilidad de renacer a una nueva vida.
¡Éste fue el milagro que Cristo realizó cuando fue a la cruz! Porque cuando Él fue a la cruz nos llevó con Él, ¿con qué fin nos llevó con Él? Recuerde que la sangre de Cristo limpia el pecado, pero Él como el cordero, lo quita al pecado. ¿Cuál fue la forma de quitarlo? No sólo de limpiarlo sino de quitarlo, que nuestra vieja naturaleza contaminada de pecado muriera con Él, cuando Él nos llevó a la muerte juntamente con Él, ahí nos dio la posibilidad de renacer a su nueva vida.
Por eso fue que Cristo derramó su sangre, por eso fue que resucitó por el poder de Dios, y por eso fue que ascendió.
Ahora, ¿cómo es posible que nosotros como creyentes podamos vivir a plenitud esta verdad liberadora que acabamos de exponer? ¿cómo podemos vivir entonces, la victoria de Cristo?
De una sola manera, tenemos que estar de acuerdo con Dios.
Y preguntarás, ¿en qué tengo que estar de acuerdo con Dios? En el decreto divino que nosotros, en nuestra condición humana, somos absolutamente inútiles. Yo sé que es una palabra que no nos suena bien, pero ¿por qué es así? Porque cuando Dios nos vio en nuestra condición de pecado supo que no nos podía corregir, no nos podía reformar, no nos podía simplemente darnos una limpiadita, no nos podía tratar de mejorar, por tanto nos consideró inútiles. Inútiles para con quién, para con Dios. Debemos entender bien esta palabra inútiles, esto no tiene nada que ver con las capacidades y habilidades que tiene el ser humano, todos los seres humanos tenemos capacidades y habilidades, por qué, porque estamos creados a la imagen de Dios, realizar tareas, pensar, hacer grandes cosas, es porque estamos creados a la imagen de Dios.
Esta inutilidad no tiene que ver con esas capacidades, tiene que ver con lo siguiente, en nuestra condición humana, contaminada de pecado, no podíamos vivir para Dios, no podíamos tener comunión con Dios, por lo tanto, no podíamos tampoco cumplir con los propósitos de Dios en este mundo.
Siendo así, todo intento o esfuerzo que el ser humano haga por tratar de cambiar su condición humana, es simplemente un fracaso, porque no lo puede lograr. ¿Por qué? Porque está tratando de trabajar contra este decreto divino, el decreto divino dice, que en la condición de pecado, somos inútiles para Dios.
Ahora, lo que estamos viendo es ¿cómo quitamos la inutilidad?
Miren, las personas, los creyentes que creemos aquello que Dios decretó es la verdad, ¿sabe una marca que tenemos? Instantáneamente dejamos de tratar de cambiar, y dejamos de tratar de vencer, no importa cuál sea la debilidad que nos desagrade, ¿por qué dejamos de hacer esto? Porque estamos de acuerdo con Dios. Es decir, lo dejamos de hacer por una razón simple, porque sabemos que no lo podremos lograr en esa condición de pecado.
Entonces, como la condición humana era ésta, el veredicto de Dios requería una sola solución, debemos ser crucificados, no había otra solución, teníamos que ser crucificados para que la naturaleza humana contaminada de pecado, fuera muerta en Cristo para tener una nueva vida.
Quiere decir, que no hay opción, no hay arreglo alguno para cambiar la condición humana, sino simplemente, la muerte por crucifixión junto con Cristo, que es la puerta para la entrada a una vida completamente diferente.
Lo que nos ocurre muchas veces es que nosotros no nos vemos como Dios nos ve, el Señor nos ve con claridad, sabe que no podemos hacer el bien, sabe que no podemos vencer el pecado, pero el problema es que nosotros pensamos muy bien de nosotros mismos y generalmente nos vemos un poco borrosos, un poco obscuros, y por ello creemos que poseemos algo de bueno. Pero cuando estamos de acuerdo con el decreto de Dios de que el pecado nos hizo completamente inútiles para Dios, entonces vamos a empezar a experimentar la victoria, ¿por qué? Porque estamos de acuerdo con este decreto divino.
Así que, el primer aspecto esencial que estamos viendo, al que Daniel se refirió, tiene que ver con nuestra absoluta inutilidad en la condición humana de pecado.
Y ahora Hernán nos va ayudar con el segundo aspecto de esta misma condición.
(Hernán Cipolla)
Precisamente estos aspectos son notables, obviamente sabemos que es una verdad de Dios, pero qué difícil es recibir, aceptar de que somos inútiles, porque siempre luchamos contra esa idea, nos molesta pensar siquiera que somos inútiles, pero creo que fue muy claro lo que explicaste, en el sentido de que la inutilidad tiene que ver con lo que nos pasa con Dios, para lograr vivir como Dios quiere somos totalmente inútiles en nuestra naturaleza.
Y el segundo aspecto, es como que un primo hermano de la inutilidad, y lo vemos ahora reflejado en unas palabras de Jesús que creo qu ela mayoría de nosotros conocemos muy bien y vamos a leer Marcos el capítulo 10 y el versículo 27, dice así:
“Entonces Jesús, mirándolos, dijo:
Para los hombres es imposible,
mas para Dios, no;
porque todas las cosas son posibles para Dios.”
Marcos 10:27 / RVR1960
¿Verdad que estas palabras de Jesús las conocemos muy bien? Pero a veces creo que las limitamos en ciertos aspectos para confiar en que Dios hará lo imposible en algunas cosas que nosotros queremos y anhelamos, pero vamos a ir más profundamente a estas palabras, ¿por qué? Porque esta declaración de Jesús, lo que está haciendo es establer un principio espiritual que nunca va a cambiar y en realidad lo debiéramos aplicar a cualquier área de nuestra vida y a cualquier situación, y es que en todo lo que tiene que ver con la vida cristiana, obviamente también en especial en lo que está relacionado con la victoria de Cristo que es nuestro tema principal en toda esta enseñanza, y es que Dios siempre nos enfrenta a nuestra imposibilidad.
Si ustedes se dan cuenta, lo que Jesús dijo es, para los hombres es imposible; está muy claro para Dios que los seres humanos intentamos lograr cosas para las cuales no fuimos preparados, porque nuestra naturaleza humana no puede llevarlas a cabo.
Quiere decir entonces que, fíjense lo que nos ocurre muchas veces, cada vez que nosotros queremos hacer esos esfuerzos que los conocemos, pero de sobra, de querer cambiar, de prometernos a nosotros y prometerle a Dios cambiar, algo que sabemos que en área de nuestra vida que no está funcionando, algo que nos avergüenza, y luchamos y decimos, no Señor, si yo soy tuyo Tú me vas a ayudar en esto y Tú me vas a cambiar... ahí está el problema, porque aunque reconocemos que Dios está con nosotros, la fuerza la ponemos nosotros y Dios dice, no, ya no, ya no, porque en realidad, para tu esfuerzo te considero que no puedes, es imposible para tus esfuerzos naturales y humanos lograr hacer eso que te propusiste hacer.
Es decir, Dios nos enfrenta a esa imposibilidad hasta que llega un punto determinante, ¿el punto cuál es? Nos humillamos, bajamos la cabeza, reconocemos nuestra imposibilidad, entonces le decimos al Señor, sí Señor, no puedo, no soy capaz, no puedo cambiar, he intentado todo, pero si Tú no lo haces yo no tengo la capacidad para hacerlo.
Eso es algo extraordinario, porque en realidad necesitamos pasar por esos procesos de Dios, para que no seamos nosotros los que intentemos cambiar y creamos en algún sentido, engañosamente, que logramos cambiar, sino que Cristo sea el que actúe en nosotros, y veamos los cambios y veamos las transformaciones por el poder del Señor.
Ahora, hay otro versículo que quiero que leamos Marcos el capítulo 9 y el versículo 23, también muy conocido, dice así:
“Jesús le dijo: Si puedes creer,
al que cree todo le es posible.”
Marcos 9:23 / RVR1960
Extraordinario, ¿por qué? Porque quiere decir, que ahora el Señor está poniendo la faceta de la posibilidad en el terreno humano, pero con un ingrediente de por medio, es decir, lo que muestra que la inutilidad de las posibilidades naturales de los seres humanos están ahí presentes pero pueden ser destruidas, lo que lo demuestra es, la fe. Cuando hay fe, entonces sí se deshacen como si no existieran, tanto la inutilidad, la imposibilidad o la incapacidad, ¿por qué razón? Porque la fe es la que viene del Señor, y la fe siempre va a confiar en la obra de Dios, no en nuestras propias capacidades.
(Daniel Cipolla)
Además Hernán, qué poderoso es esto, ¿no? Porque antes leías que decía, para los hombres es imposible, y ahora resulta que para los hombres es posible.
Es una cosa, primero que parece contradictoria, pero luego no tiene ninguna contradicción, simplemente hay un camino para que sea posible, pero es grandioso, es tan grande, es tan enorme, cómo decir, que no entra en la cabeza el poder decir, cómo si el Señor mismo dice que hay cosas para los hombres imposibles, cómo parece que ahora hay un camino, una ruta que aquello que era imposible se vuelve posible, y es nada menos que la ruta de la fe. O sea, esto es tan trascendente que me tiene que explotar en nuestro espíritu, porque realmente aunque lo comprenda, no nos va a traer beneficios, no vamos a poder experimentar otra realidad, es demasiado poderoso lo que el Señor está diciendo aquí.
(Hernán Cipolla)
Realmente el Señor nos quiere llevar por ese camino, primero para reconocer que es imposible en nuestras fuerzas lograr absolutamente nada de lo que Él nos pida, pero cuando realmente lo reconocemos, cuando aceptamos que Dios piensa así, también el Señor dice, Yo te lo puse adentro, la fe de Cristo en ti es el único medio, el único camino por el cual verás las cosas posibles, pero por mi obra, porque mi poder sobrenatural se va a manifestar en ese asunto.
Quiere decir, que la fe para nosotros tiene que ser algo fundamental, ¿por qué razón? Porque es un elemento indispensable y ni siquiera nos corresponde a nosotros o nos pertenece a nosotros, nos fue dada también de parte del Señor.
Ahora, fíjense, para cerrar esta idea y para que Daniel pueda continuar con algunas cosas también muy interesantes.
Una de las cosas que nosotros tenemos que en este proceso comprender es que vamos a comenzar a experimentar la victoria, siempre y cuando reconozcamos nuestra incapacidad de cambiar, que humanamente somos inútiles, que para nuestra humanidad es imposible los cambios, las mejoras o las transformaciones. Ése es el primer punto de este camino.
Pero el segundo punto es, que cuando eso es real, en nuestro espíritu, no en nuestra cabeza, no cuando lo entendemos, sino porque es una realidad dentro de nosotros, entonces vamos a renunciar a los esfuerzos humanos para darle paso a la fe, y cuando entra la fe, vamos a ver a Dios obrar.
Quiero terminar diciendo esto, la imposibilidad del hombre es una bendición, así como usted lo escucha. La imposibilidad del hombre es una bendición, porque lo coloca en el lugar donde Dios quiere que el ser humano esté, en el lugar en el que para Dios todo es posible.
Así que es extraordinario que Dios decida llevarnos a ese lugar y que dejemos que Él nos lleve allí.
(Daniel Dardano)
Todo lo que acabas de decir me trae a una palabra que para mí resume esto, descanso, y hoy en día muy poca gente vivimos en descanso, porque es un ajetreo, es un ir y venir, es una terrible cómo está el mundo. Pero me trae la idea de descanso, porque es un descanso que viene de Dios, y este es un descanso duradero no es pasajero.
Por eso, cuando Pablo afirma, que el que es cristiano, el que creyó en Cristo, Cristo vive en él, es una definición y un decreto, porque va más allá de creer en una doctrina correcta, de sostener doctrinas correctas, y aún de predicar doctrinas correctas, ¿por qué? Porque la experiencia de que Cristo vive en nosotros, supera todo el conocimiento intelectual.
Ahora, ¿cuál es la contradicción? Que si yo como cristiano, consciente o inconscientemente, hago que mi voluntad, mi voluntad gobernada por ese yo que fue crucificado con Cristo, no está dispuesta a someterse a ese señorío de Cristo, entonces ese estado de crucifixión que es liberador, no funciona en mí, y entonces hay una contradicción, porque Cristo ya lo hizo.
Este es uno de los grandes problemas por los cuales los cristianos experimentamos más derrotas que victorias, y creo que este es un punto muy importante, todos experimentamos en la vida cristiana muchas cosas, pero generalmente, el porcentaje se vuelca más hacia las derrotas que hacia la victoria.
Ahora bien, así como por fe, nosotros aceptamos el perdón de pecados, la vida eterna, la naturaleza de Cristo en nosotros, también por fe vamos a aceptar de que estamos crucificados con Cristo.
¿Y qué es lo que pasa? Su vida resucitada, ahora vive en nosotros, ahora, entonces me encuentro descansado, no es una vida cualquiera. Si yo estoy crucificado con Cristo, eso permite que la vida resucitada de Cristo viva en mí, y yo lo pueda experimentar todos los días. Por eso, estamos hablando de Victoriosos por naturaleza, esto es liberador, esto es descanso, esto es confianza, para cada uno de nosotros. Cuando yo creo en esa verdad, entonces llega la experiencia de esa verdad.
Bien, ¿cómo comprobamos, los cristianos, de que esto funciona? Como dijo Dany, aceptando el decreto de Dios. ¿Cuál es el decreto de Dios? Que reconozcamos nuestra inutilidad y nuestra imposibilidad, yo no puedo hacer nada. Entonces, cuando yo no puedo hacer nada, descanso en qué, Señor, yo este asunto no lo puedo controlar, este asunto no lo sé manejar, pero tengo la fe del Hijo de Dios en mí, ahora esto está en tus manos para que Tú actúes de acuerdo a tu poder, y yo creo que lo estás haciendo en mi vida. Maravilloso... descanso.
(Daniel Cipolla)
De hecho, cuando hablamos de estas cosas, porque claro, es muy bonito hablar de descansar en Dios, de dejar los asuntos en las manos de Dios, pero una cosa es decirlo y otra cosa es hacerlo, claro que sí, pero también cuando vemos ejemplos prácticos nos ayuda a entender un poco más cómo funciona esto, porque esto es una experiencia cotidiana, o sea, yo puedo en un asunto “X” que me tocó algún día, dejar el asunto en las manos de Dios, pero en otro que me toca otra área u otra sensibilidad, tomarme tiempo para que yo pueda dejar el asunto en las manos de Dios. Por eso es importante comprender que lo podamos hacer en todas las cosas, para no ocupar más tiempo del que debemos, porque ahí sí es Dios quien nos espera a nosotros en que le podamos dejar el asunto y Él pueda hacer algo a nuestro favor.
Hay un ejemplo bíblico que vamos a ver que le ocurrió a Elías, vamos a ver en la Palabra un pasaje que está en primer libro de Reyes, el capítulo 17, de los versos 8 al 16, que dice así:
“Entonces la palabra del Señor vino a él (a Elías) con este mensaje:
«Ve ahora a Sarepta de Sidón, y permanece allí.
A una viuda de ese lugar le he ordenado darte de comer».
Así que Elías se fue a Sarepta.
Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró a una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo:
—Por favor, tráeme una vasija con un poco de agua para beber.
Mientras ella iba por el agua, él volvió a llamarla y le pidió:
—Tráeme también, por favor, un pedazo de pan.
—Tan cierto como que vive el Señor tu Dios —respondió ella—,
no me queda ni un pedazo de pan;
solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro.
Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa
y hacer una comida para mi hijo y para mí.
¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre!
—No temas —le dijo Elías—.
Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer.
Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo;
luego haz algo para ti y para tu hijo.
Porque así dice el Señor, Dios de Israel:
“No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro,
hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra”.
Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías, de modo que cada día
hubo comida para ella y su hijo, como también para Elías.
Y tal como la palabra del Señor lo había anunciado por medio de Elías,
no se agotó la harina de la tinaja ni se acabó el aceite del jarro.”
1 Reyes 17:8-16 / NVI
Impresionante relato de la Escritura, pero esto es una vivencia real, no es una novela.
Ahora este relato qué nos permite analizar, nos permite analizar lo que llamaríamos, el principio de soltarnos, entregarnos a Dios de tal manera que aprendamos a descansar, de manera que, le dejemos el asunto a Dios de tal manera que Dios es el que ahora se haga cargo de la situación.
En primer lugar, la viuda estaba en la posición exacta en donde Dios puede obrar un imposible, en realidad, Elías le estaba trayendo a la mujer, el posible de su imposible, a través de qué, a través de la Palabra, la palabra profética, y la respuesta para la mujer, ¿cuál era? Creer a la Palabra de Dios.
Ahora, esa palabra, reconozcamos que era totalmente ilógica, estaba fuera de orden, si miramos la situación lo único que lograría, haciendo lo que Elías dijo, era que la situación se volviera más imposible, porque la orden era, haz lo que dijiste, ve a preparar pero primero hazme un pan a mí y luego haz para tu hijo y haz para ti, cuando realmente era lo último que tenía.
Así que, la viuda, obviamente tuvo una crisis como cualquiera tiene una crisis, siempre que hay que aplicar la fe hay una crisis, ¿para quién? para la razón. Generalmente, hay una crisis para la razón, ¿por qué? Porque en su mente está lo mismo que está en nuestra mente, si ella usaba algo de harina y algo de aceite para poder preparar aunque sea un pan pequeño a Elías, lo que iba a pasar es que le iba a quedar menos para ella y para su hijo, lo único que iba a espaerar ella era morir más rápido que antes, que tenía un poquito más, pero al fin y al cabo iba a morir de hambre de todas maneras; o ella hacía todos los esfuerzos posibles para mantenerse con vida y decía, yo voy a hacer que esta comida me dure, o ¿sabe qué hacía? se entregaba completamente en confianza con Dios y decía, Señor voy a obedecer tu Palabra aunque parezca una locura y Tú te vas a encargar de mí.
Esa confianza de la mujer hizo que se cumpla la promesa, que la harina no faltara, que el aceite no faltara, hasta que día en que llovió sobre la faz de la Tierra, todo el tiempo, no sólo ella y su hijo, sino también Elías, tuvieron lo que necesitaban. Ésta es una figura perfecta de lo que es descansar en Dios.
Muchas veces estamos enfrentando cosas que nos parecen imposibles, pero ese imposible, quiero que lo pienses así, es el comienzo para el posible de Dios, y ¿en qué se va a basar el posible de Dios? En una Palabra, en una Palabra, sea una Palabra que ya está en la Escritura de lo que Cristo ya logró a tu favor, porque si ahí lo dice, Cristo lo logró, es tuyo, o sea que Dios trae una Palabra por su Espíritu, pero Dios va a traer una Palabra, una Palabra para que ese imposible se vuelva posible.
Es decir, ¿cuándo el Señor comenzó a hablar? Comenzó a hablar cuando la viuda dejó el control de su situación, completamente en las manos del Señor. Esto es precisamente lo que significa descansar, lo que significa estar completamente en las manos del Señor.
Y cuántos de nosotros necesitamos en muchas áreas de nuestra vida, aprender a descansar completamente en el Señor.
Por eso, cuando dice que pidamos algo, dice, echen toda la ansiedad sobre el Señor, y cuando oren, den gracias, ¿por qué? Porque Él tiene cuidado de ustedes. El Señor quiere que aprendamos ese descanso tan grande que hace que cualquier imposible se vuelva posible, ¿por qué? Porque si yo le dejo las cosas en manos de Él, Él no me puede fallar, es imposible que Él falle porque Él tiene todo poder y Él es el Dios eterno.
Así que, qué importante que es entender esto que acabamos de ver, aplícalo a cualquier área de tu vida que te esté faltando el descanso de Dios, para que aprendas a descansar y obtener la provisión del Señor.
Así que, vamos a seguir un poco, viendo qué pasa cuando estamos tratando de hacer este descanso, porque no se crea que es tan fácil, ¿no, Hernán? No es tan fácil.
(Hernán Cipolla)
Pensaba que vamos a hacer ahora un paréntesis, porque todo lo que estamos analizando es realmente muy alentador para nosotros, descansar en Dios es lo mejor que nos puede pasar pero vamos a imaginar que realmente logramos descansar, lo comprendimos, lo vivimos, y realmente estamos confiados en el Señor, pero ¿la cosa se va a quedar así? No. Porque hay alguien que siempre intenta ponernos el pie, es como cuando éramos chicos, siempre había uno que te ponía un palo en la bicicleta, en la rueda, bueno eso es lo mismo.
¿Quién nos va a intentar poner ese palo? El diablo, ¿cómo va intentar el diablo tentarnos en ese momento particular que ya comprendimos el descanso en Dios.
¿Cómo lo va a hacer? Porque nos va a incitar y nos va a tentar, para que intentemos nuevamente hacer algo. Ésa siempre es la estrategia del diablo cuando estamos aprendiendo a descansar en Dios, que el diablo va a decir, no, no espera, cómo te vas a quedar tan tranquilo, tú tienes que hacer algo, tú tienes que tomar esto bajo tu control, y va a estar ahí y duro y duro y una y otra vez para que nosotros volvamos a tomar las cosas en nuestras manos.
Ahora fijémonos esto, si el diablo logra que hagamos algo una vez más, ¿qué va a pasar? En el momento que accionamos y volvemos a hacer, lo que le estamos demostrando al diablo, es que volvimos a tomar el control de nuestra situación, ¿eso qué significa? Que le quitamos al Señor el control que ya le habíamos dado. Es decir, se lo habíamos dado antes, pero ahora le hicimos caso al diablo y volvimos a tomar el control, al tomar el control el diablo dice, perfecto, ya lo vencí.
La manera en que el diablo podía vencernos es cuando ve que logra enfocarnos en que tenemos que tomar el control otra vez. Fíjese esto, el diablo a nuestra humanidad la puede vencer, de hecho ya lo ha hecho, muchas veces ha vencido nuestra humanidad, el diablo no tiene un problema con nuestra humanidad, ¿con quién verdaderamente el diablo tiene un problema? Con Cristo.
El que venció al diablo fue Cristo, entonces, fíjate esto, cuando viene el diablo y nos tienta y nos dice, no, vuelve a tomar esto en tus manos, tú tienes que hacer tu parte, te corresponde a ti actuar, y yo entonces, digo no, no, no, momentito, esto está en las manos del Señor, yo no voy a mover un dedo de mi parte porque esto se lo he dejado al Señor, ahora el diablo ya no tiene un problema contigo, ahora el problema lo tiene con Cristo, e inmediatamente que se encuentre con Cristo, el diablo va a salir huyendo, no se puede, sabe que no se puede enfrentar a Cristo, porque Cristo ya lo venció.
¿Cómo podemos darnos cuenta nuestra acción, si de verdad soltando esto al Señor y el diablo no nos puede tentar, o si de alguna manera pareciera que se lo estamos soltando pero lo tomamos en la mano? Nuestra manera de orar a Dios.
Si nosotros empezamos a orar con desesperación, con angustia, con lágrimas y empezamos, ay Señor por favor ayúdame, sálvame, dame sabiduría, libérame de esta situación, ¿sabe lo que estamos demostrando? Que otra vez, estamos tan preocupados por el asunto que lo volvemos a tomar en nuestras manos. Una vez que el diablo ve eso, dice ya lo tengo bajo mis garras, otra vez lo puedo vencer. En cambio, cuando nosotros en medio de la situación le expresamos al Señor, Señor ahora abre la puerta para esto que estoy viviendo, éste no es mi asunto, en realidad es tu asunto y yo en realidad, no tengo el poder, no tengo la habilidad, no tengo el control de hacer absolutamente nada, así que Tú eres el responsable de actuar, y uno podría decir, no, cómo yo le voy a exigir a Dios que actúe, no, es que el Señor quiere ser el responsable, no se va a enojar ni contigo ni conmigo si le decimos, actúa, eres el responsable Tú de actuar, yo no lo voy a hacer, en el momento que hacemos eso, entonces el diablo dice ahora mi problema es con Cristo, y cuando se encuentra con Cristo huye inmediatamente.
(Daniel Dardano)
Es que se encontró con Cristo y le fue muy mal. Dice, yo no quiero volver a jugar esto a pesar de que intenta, ¿no?
Precisamente, con todo lo que estamos comentando, quiero leer un pasaje de la Escritura muy gráfico, para ir resumiendo la enseñanza de Victoriosos por naturaleza.
En 1 Pedro, el capítulo 5, versículos del 6 hasta el 9, dice así:
“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él los exalte a su debido tiempo.
Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.
Practiquen el dominio propio y manténganse alerta.
Su enemigo el diablo ronda como león rugiente,
buscando a quién devorar.
Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe...”
1 Pedro 5:6-9 / NVI
Este pasaje es riquísimo en contenido, me gusta la primera palabra, humíllense.
¿De qué estamos hablando? De nuestra inutilidad, de nuestra imposibilidad, de confiar y de descansar en el Señor, eso requiere humillación, es decir, cuando yo reconozco que no puedo, yo me humillo.
Pero dice, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, es decir, cuando yo me humillo, sé que la poderosa mano de Dios está ahí, porque yo he tomado la acción correcta.
Pero luego sigue diciendo, depositen en él toda ansiedad, porque él tiene cuidado de ustedes.
Bueno, ¿qué es lo que sabemos hoy en día? La preocupación, la ansiedad, la inquietud por la vida, y los problemas y las situaciones, nos hacen entrar siempre en temor. Entonces, el temor, la ansiedad, la preocupación, es algo de nosotros, de nuestra naturaleza, pero no es de Cristo. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Esta ansiedad, cuando la tenemos de esa manera, le hace saber al diablo que nosotros estamos en control, recordemos cómo comienza Pedro, humíllense, pero el diablo ve que nosotros estamos en control y entonces dice, ahora voy a andar alrededor tuyo buscándote a ver si te puedo devorar.
Pero por el Espíritu el apóstol da la salida y dice: Depositen en él toda ansiedad, toda preocupación, pero agrega, resístanlo, manteniéndose firmes en la fe...
Me llama la atención la primera palabra, humíllense, hacia Dios, y ahora me llama la atención la palabra resístanlo, hacia el diablo.
Es decir, yo me humillo bajo la poderosa mano de Dios, pero por fe, y en fe yo resisto a Satanás, ahí está, el ejercicio de la fe que hace que la victoria se presente, yo me humillo bajo la poderosa mano de Dios, resisto al diablo y ¿qué me dice? huirá de ustedes.
Hermanos, esto es un decreto de Dios, esto es asegurado cuando la fe está siendo ejercitada.
El último pasaje que voy a leer, está en 1 de Corintios, el capítulo 1, versículos 27 al 31, dice así:
“...Dios eligió lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios;
y lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte.
También Dios escogió lo vil del mundo y lo menospreciado,
y lo que no es, para deshacer lo que es,
a fin de que nadie pueda jactarse en su presencia.
Pero gracias a Dios ustedes ahora son de Cristo Jesús,
a quien Dios ha constituido como nuestra sabiduría,
nuestra justificación, nuestra santificación y nuestra redención,
para que se cumpla lo que está escrito:
«El que se gloría, que se gloríe en el Señor.»”
1 Corintios 27-31 / RVC
Precioso pasaje de la Escritura que estamos leyendo para finalizar esto.
Me llama la atención aquí lo que Pablo describe. Pablo habla de dos realidades. Por un lado, habla de la vileza, de lo vergonzoso, de lo débil del mundo, es decir, ahí estaba nuestra imposibilidad y nuestra inutilidad. Pero por otro lado, está el poder de Dios, porque cuando nosotros creímos en Cristo, ¿qué es lo que sucede? Cristo mismo nos fue hecho sabiduría, Cristo mismo nos fue hecho justificación, Cristo mismo nos fue hecho redención para que nosotros podamos vivir en victoria.
Y me llamó la atención cómo Pablo termina en el versículo 31 y dice, para que se cumpla lo que está escrito, ¿dónde estuvo escrito eso? Si a ustedes les gusta ir al Antiguo Testamento, vayan a Jeremías 9: 23 y 24 y van a encontrar de dónde Pablo toma estas palabras, para que El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Y hay una traducción de la Palabra que de esta frase dice, si de algo hay que presumir que sea de lo que ha hecho el Señor.
Aquí no hay gloria para mí, aquí no hay gloria para nosotros, la victoria es de Él, yo simplemente, recibí la victoria, camino en victoria, y si de algo voy a presumir es de lo que Él hizo en mí vida.
Queridos hermanos, esto es el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Por eso quiero cerrar dándole toda la gloria al Señor.
Señor, qué precioso que este día podamos concluir esta enseñanza dando gloria a tu Nombre.
Hemos visto desde el comienzo hasta el final de esta enseñanza, que nada es nuestro, nada, ningún esfuerzo servía para tener la calidad de hijos que hoy tenemos.
Somos hijos tuyos, tenemos la fe tuya, podemos caminar en victoria cada día de nuestra vida y queremos decir como Pablo, hoy, si de algo vamos a presumir, presumimos de lo que Tú hiciste en nosotros, toda la gloria sea para ti ahora y por todos los siglos amén, amén y amén.
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