Victoriosos por naturaleza - Segunda parte
D. Dardano, D. Cipolla, H. Cipolla
31 de August de 2018
El texto contenido en esta página fue tomado literalmente de lo expresado verbalmente
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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(Hernán Cipolla)
Qué bueno que tenemos una nueva oportunidad de poder ver la Palabra por el Espíritu y alegrarnos por todo lo que el Señor es, y ha hecho por nuestra vidas.
Hoy es la oportunidad de seguir con la enseñanza Victoriosos por Naturaleza, la parte dos; y sólo como recordatorio de la primera parte, recordarán ustedes que vimos que nuestra naturaleza pecaminosa fue crucificada junto con Cristo, con la finalidad de que seamos libres del primer marido, que era la ley.
Qué interesante fue ver en esa oportunidad que estábamos unidos a la ley legalmente, pero por la obra de Cristo y por el cuerpo de Cristo entregado por nosotros en sacrificio, fuimos libres de la ley, justamente para ahora disfrutar de un nuevo matrimonio con el Señor.
A partir de ese nuevo matrimonio con Cristo, que se hizo efectivo cuando Él resucitó, recibimos entonces una vida nueva.
Pero hay un versículo que lo leímos en la primera parte y hoy lo vamos a repetir, en Romanos 8:2, que dice de esta manera:

“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”

Romanos 8:2 / RVR1960

¿Qué es importante destacar aquí? Que en esa nueva unión, en el nuevo matrimonio que tenemos con Cristo, también hay, como sería lógico de entender, nuevas condiciones conyugales, porque por esa unión rige una nueva ley, así como antes estábamos casados con la ley anterior que nos ataba al pecado, ahora hay una nueva ley por nuestra nueva unión con Cristo, y esa ley está dicha en este versículo como la ley del Espíritu de vida.
Por esa ley, nosotros fuimos hechos libres del poder del pecado y del poder de la muerte.
Así que, a partir de esta verdad, vamos hoy a introducirnos en esta segunda parte de la enseñanza.

(Daniel Dardano)
La ley del Espíritu de vida
.
Para que podamos vivir en esa libertad con la que Cristo nos hizo libres, y disfrutar de la ley del  Espíritu de vida, es necesario entender que hay dos principios fundamentales, pero que son opuestos entre sí, y los vamos a señalar para que precisamente nos demos cuenta de lo que significa el peso, la gravitación espiritual, de la ley del Espíritu de vida en cada uno de nosotros.

Primer principio que se opone al Espíritu de vida:
La ley requiere de la acción humana para otorgar justicia.
Repito: La ley requiere de la acción humana para otorgar justicia.
Esto está registrado en la Palabra de Dios y en Romanos 10:5, el apóstol Pablo escribe:

“Así describe Moisés la justicia que se basa en la ley:
«Quien practique estas cosas vivirá por ellas.”

Romanos 10:5 / NVI

¿Qué vemos aquí? Que esta justicia, el otorgar esta justicia, depende exclusivamente de las acciones del ser humano, es decir, el ser humano tiene que tener participación.
¿Qué es lo opuesto? La ley del Espíritu de vida. Y vanos a ver lo que pasa.
La Ley del Espíritu de vida requiere de la fe para otorgar justicia.

Y también la Escritura dice algo al respecto:

“Por eso se le tomó en cuenta su fe como justicia.
Y esto de que «se le tomó en cuenta»
no se escribió solo para Abraham,
sino también para nosotros.
Dios tomará en cuenta nuestra fe como justicia,
pues creemos en aquel que levantó de entre los muertos
a Jesús nuestro Señor.
Él fue entregado a la muerte por nuestros pecados,
y resucitó para nuestra justificación.”

Romanos 4: 22-25 / NVI

¿Qué es lo que vemos aquí? La ley del Espíritu de vida, fluye como resultado del ejercicio de la fe en cada uno de nosotros, por eso puede haber cantidad y calidad de obras para otorgar justicia, pero esto es inútil y nunca se podrá comparar al poder que tiene vivir de acuerdo a la ley del Espíritu de vida.

Es evidente, que la ley del Espíritu de vida es diferente a la ley dada por Moisés, ahí había que trabajar, había que hacer méritos, había que hacer esfuerzos personales. En la ley del Espíritu de vida hay que desarrollar y ejercitar fe para poder vivir y disfrutar esta ley del Espíritu de vida.

(Daniel Cipolla)
Bueno, justamente un ejemplo de lo que estamos analizando de lo que Daniel acaba de decir, hay en algunos pasajes bíblicos que los podemos encontrar con claridad, y ahí vamos a ver cómo fue que los judíos actuaron con relación a la ley y con relación a la fe; y esto nos va a servir a nosotros.
El primer pasaje está en Romanos 9, vamos a ir a leer desde el versículo 30 al 33, que dice así:

“¿Qué concluiremos? Pues que los gentiles,
que no buscaban la justicia, la han alcanzado.
Me refiero a la justicia que es por la fe.
En cambio Israel, que iba en busca de una ley que le diera justicia,
no ha alcanzado esa justicia.
¿Por qué no? Porque no la buscaron mediante la fe,
sino mediante las obras, como si fuera posible alcanzarla así.
Por eso tropezaron con la «piedra de tropiezo»,
como está escrito: «Miren que pongo en Sión una piedra de tropiezo
y una roca que hace caer; pero el que confíe en él no será defraudado».”
Romanos 9: 30-33 / NVI

Segundo pasaje bíblico en Romanos 10 versículos 2 a 4, que dice así:

“Puedo declarar en favor de ellos que muestran celo por Dios,
pero su celo no se basa en el conocimiento.
No conociendo la justicia que proviene de Dios,
y procurando establecer la suya propia,
no se sometieron a la justicia de Dios.
De hecho, Cristo es el fin de la ley,
para que todo el que cree reciba la justicia.”

Romanos 10: 2-4 / NVI

¿Qué llama la atención aquí?
En primer lugar, que los judíos eran sinceramente celosos de tratar de procurar de agradar a Dios, es más, eran tan tremendamente celosos de esto, que se cuidaban de todo y de tratar de cumplir al pie de la letra la ley, ser estrictos para poder agradar a Dios.
Pero, ¿cuál fue el problema de ellos? Que esta forma de actuar la establecieron como un sistema. Ellos dijeron, como Dios nos dio la ley, este es el sistema que nosotros tenemos que utilizar para agradar a Dios, y entonces aferrados a este sistema, ellos empezaron a desconocer que Dios había establecido, y déjeme decirlo así, un sistema completamente diferente para agradarlo, y es el de la fe.
Éste fue el problema realmente de ellos.
Dios estableció que el ser humano, solamente lo puede agradar por la fe, así que, está bien claro lo que está diciendo la Palabra, que en el caso de la ley que fue dada por Moisés, todo depende de las acciones, cumplimientos y obediencia del ser humano a una letra escrita. Pero en Cristo es diferente, es todo por la fe, vivimos y caminamos por la fe en la ley del Espíritu, porque ésa es la manera en que nosotros podemos manifestar la esencia de Cristo que está en nosotros.
Esto es importante entenderlo, porque a veces lo podemos ver simplemente como que algo... bueno, esto es algo hacían los judíos, porque ellos no entendían que había venido el Mesías y que ahora era por la fe, pero no nos damos cuenta que esto que estamos diciendo con respecto a la ley, muchas veces también funciona en nuestra vida de la misma manera, y queramos o no, establecemos sistemas que están fuera de Cristo, y que son buenos, entre comillas, aún a los ojos de los hombres y de Dios, y creemos que eso ayuda. O sea, que en cierto aspecto, yo también puedo agradar a Dios, aunque sea en “alguito”, y no nos damos cuenta que si no es a través de la fe de Cristo, esto no va a poder ser.

Y creo que hay un ejemplo que, justamente vas ahora a introducirte fuertemente, que sirve mucho, porque esto pasó aún entre medio de los apóstoles.

(Hernán Cipolla)
Correcto, eso estaba pensando, que el ejemplo que ahora vamos a leer en la Palabra, está narrado en el Nuevo Testamento, pasó entre los apóstoles, pero está relacionado con ese conflicto, esa cuerda muy delgada y peligrosa que nos permite a veces caer en asuntos de la ley, aunque ya debiéramos estar viviendo plenamente en la fe y en la gracia del Señor.
Lo que vamos a leer está en Gálatas el capítulo 2, a partir del versículo 11, del versículo 11 al 19 y el versículo 21, dice así la Palabra:

“Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía,
le eché en cara su comportamiento condenable.
Antes que llegaran algunos de parte de Jacobo,
Pedro solía comer con los gentiles.

Pero, cuando aquellos llegaron,
comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles
por temor a los partidarios de la circuncisión.
Entonces los demás judíos se unieron a Pedro en su hipocresía,
y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por esa conducta hipócrita.
Cuando vi que no actuaban rectamente,
como corresponde a la integridad del evangelio,
le dije a Pedro delante de todos:
«Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras,
¿por qué obligas a los gentiles a practicar el judaísmo?
»Nosotros somos judíos de nacimiento y no “pecadores paganos”.
Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras

que demanda la ley, sino por la fe en Jesucristo,
también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús,
para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley;
porque por estas nadie será justificado.
»Ahora bien, cuando buscamos ser justificados por Cristo,
se hace evidente que nosotros mismos somos pecadores.
¿Quiere esto decir que Cristo está al servicio del pecado?
¡De ninguna manera!
Si uno vuelve a edificar lo que antes había destruido,
se hace transgresor.
Yo, por mi parte, mediante la ley he muerto a la ley,
a fin de vivir para Dios.
...

No desecho la gracia de Dios.
Si la justicia se obtuviera mediante la ley,
Cristo habría muerto en vano».”

Gálatas 2: 11-19 y 21 / NVI

Tremendo pasaje y tremendo ejemplo para todos nosotros hoy.
¿Qué estaba haciendo Pablo en este momento y en esta circunstancia? Él reprende a Pedro con el fin de hacerlo volver de su error, y menciona una serie de conceptos que para nosotros el día de hoy son imprescindibles, porque nos permiten entender la diferencia de actuar por la ley y vivir por la fe.
Pablo le mostró a Pedro la gravedad de su error, sobre todo porque en su accionar estaba poniendo en riesgo, como textualmente lo leímos, la integridad del evangelio, también hay otras versiones que dicen, la verdad del evangelio.
¿Por qué? Porque el evangelio como tal es íntegro y habla la verdad de Dios, y cuando nosotros hacemos acciones que están fuera de lo establecido por Dios, terminamos siendo transgresores de aquello que Dios estableció; y entonces pareciera que el evangelio ya no fuera tan verdadero ni tan íntegro.

¿De qué se trataba, poner en riesgo esta integridad del evangelio?
En primer lugar, si la obra de Cristo era en verdad insuficiente, Cristo estaría conduciendo al pueblo judío a pecar contra Dios, por establecer que por la fe en Él, el ser humano es justificado sin las obras de la ley. Es decir, Cristo estaría diciendo a los judíos, ustedes no se preocupen, no cumplan la ley, que de todas maneras van a ser salvos, y les estaría mintiendo al hacer eso.
En segundo lugar, Pedro, al estar sujetándose a la ley, estaba haciendo nula la obra de Cristo y volviendo, como lo leímos, a edificar las obras de la ley, que antes por Cristo, él mismo había destruido. Por esta razón lo que Pedro hizo fue grave.
Yo sé que cuando leemos este tipo de cosas nos parece extraño que entre apóstoles pudieran hablarse o dirigirse de esta manera, casi para nuestra cultura, posiblemente parecería irrespetuoso, pero en realidad hay que entender el trasfondo y hay que entender el celo de Pablo por ver que se está poniendo en riesgo la verdad de lo que el evangelio significa, y la misma obra de Cristo, por estar haciendo cosas contrarias a lo que Cristo estableció.

Entonces, qué es lo que Pedro necesitaba entender, que no podía intentar vivir en la ley y vivir en la fe al mismo tiempo. Fíjense que el versículo 21 dice una frase muy tremenda, Pablo escribió así: no desecho la gracia de Dios. Nosotros podríamos preguntarnos hoy, ¿pero cómo sería posible desechar la gracia de Dios, si la gracia es algo que nos fue dado como regalo? ¿Cómo podríamos desecharlo? Desechamos la gracia de Dios toda vez que pretendemos agradar al Señor, pero mediante los esfuerzos. Cuando dejamos a Cristo a un costado, nos olvidamos de su obra, y nosotros queremos hacer méritos para que Dios esté contento con nosotros pensando que así el Señor nos va a justificar.
Esto, obviamente, que es un engaño muy sutil, pero a la vez, también hay un pasatiempo favorito del diablo que tiene que ver precisamente con pervertir la integridad del evangelio. ¿Y cómo lo hace el diablo? Cuando él insiste con nosotros y nos pone ideas de que nosotros intentemos agradar a Dios por tener buenas intenciones, por hacer lo correcto, portarnos bien, y que de esa manera Dios va a estar feliz al vernos y al actuar a nuestro favor.

(Daniel Cipolla)
Estaba pensando esto Hernán, que justamente cuando hacemos algún esfuerzo para agradar a Dios, ése es el principio de la derrota, porque el diablo sabe bien que no podemos lograrlo.
A ver, ya hasta el hartazgo se ha demostrado; sólo Dios escribió diez mandamientos, uno podría decir, eh, qué fácil, sólo diez, si fueran cien, ¿pero diez? Tienen que ser fáciles... No se puede.
Entonces, el principio de la derrota no lo vemos, es tratar de alguna manera, por alguna rendija, de hacer algo, algún esfuerzo para agradar a Dios, como el diablo lo sabe... ¿Cuál es el problema? Empezamos a sentir el sentimiento y el sabor de la derrota. Nos cuesta mucho levantarnos por la culpabilidad. Entonces muchos creyentes quedan por mucho tiempo con esa, es como un manto que los cubre de una culpabilidad de la que no se pueden librar, y porque vieron que tuvieron una derrota aquí, y son hermanos sinceros, no estamos hablando de personas que quieren pecar y que no tienen temor de Dios, no, no, no, hablamos de personas que tienen temor de Dios, pero se sienten de esa manera, y el diablo usa toda esa culpabilidad para que no se puedan levantar.
Por eso, es tan importante esto y es tan importante no atacar la integridad del evangelio.

(Hernán Cipolla)
Correcto. Y justamente creo que lo que nos pasa a los seres humanos, es que tenemos, consciente o inconscientemente, ese sentido de hacer algo para agradarle a alguien más, en este caso a Dios, y creemos que la justicia de Dios se mueve en ese carril, en ese camino, cuanto mejores cosas hago, entonces Dios me va a considerar justo. Y hay algo que Pablo dice muy tremendo, dice, si la justicia de Dios se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.
No sólo es tremendo, es realmente grave, porque imaginemos, una obra tan poderosa como la de Cristo muriendo por toda la humanidad, y que aquellos que lo conocemos sabemos el poder de esa obra en nuestras vidas, ponerla como si no existiera o como si no sirviera para nada, porque nosotros estamos contrario a lo que Dios quiere, esforzándonos para intentar agradar a Dios y agradarlo por nuestros méritos y nuestro esfuerzo.
Gloria a Dios por su obra, gloria a Dios por su gracia que está en nosotros y que llegamos a experimentar y vivir esa plenitud de gracia, solamente por la fe.
Por eso, el camino nunca puede ser, ley y fe al mismo tiempo. Ahora que estamos en esta unión con Cristo, el único camino es el camino de la fe.

(Daniel Dardano)
De todo esto que estamos hablando y del pasaje de Gálatas, nosotros extractamos una expresión de Pablo que es preciosa, profunda, y vamos a escucharla otra vez de manera muy especial para que esta verdad se grabe en nosotros. Pablo dice en Gálatas 2: 20, así:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;
y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios...”
Gálatas 2: 10 / RVR1960


¡Qué precioso que es esto! Para entender la potencia de esta Palabra necesitamos identificarnos con la experiencia de Pablo.
Pablo sabía lo que es ser victorioso por Naturaleza. ¿Por qué? Porque él se reconocía muerto, él dice, ya no vivo yo.
Entonces, cuando Pablo se reconoce muerto, es que puede expresar la victoria de Cristo a través de él mismo. Y además, como esto está ligado a la fe y Cristo habitaba por la fe en él, lo único que Pablo y nosotros podemos hacer, es expresar la fe en el Hijo, la fe del Hijo de Dios en cada uno de nosotros.

Quiere decir, Pablo tenía la revelación y la experiencia, yo ya no vivo, yo vivo por la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Ahora, volvemos a repetir, intentar agradar a Dios a través de nuestras obras, sería vano.
Creo que sería irónico pedirle que un muerto diga, yo he cambiado, ya no, no, no. Un muerto no puede hacer nada. Cristo a nosotros no nos reformó, no le puso un parche a la vieja vida, Cristo nos dio una nueva vida, Cristo nos dio una nueva naturaleza, por eso, querer agradar a Dios a través de nuestros esfuerzos personales sería realmente pecar, porque si ya tenemos los recursos que Dios nos ha dado, la naturaleza de vida, la ley del Espíritu de vida, todo lo que tenemos como recurso, sería obvio que no podemos ir a menos utilizando cosas que tienen que ver con nosotros.

Por eso, este versículo ahora cobra para nosotros un énfasis muy especial para que lo podamos vivir.
Entonces, es como que llega un momento de reflexión y decir, ya, abandono todo esfuerzo personal, ya llegue a la conclusión, como dice Pablo, de que yo no vivo. Pablo dijo, ya no vivo yo, es decir, es definitivo, Cristo vive en mí, y yo vivo por la fe del Hijo de Dios que está en mí.
Quiere decir entonces, que cuando nosotros vamos a vivir la vida de victoria, no somos victoriosos por nosotros mismos, es el Cristo victorioso que está dentro nuestro, quien nos permite manifestar su victoria y todos los demás la pueden ver.
¡Alabado sea el Nombre del Señor!

(Daniel Cipolla)
Justamente en esto que estamos viendo, tan interesante, ¿no? Cuánta libertad nos da, nos da mucha libertad, porque no hay nada peor que a uno le pidan hacer algo que uno no tiene la capacidad de hacer, y realmente, ser victoriosos cuando no podemos serlo, sería terrible. Pero como Cristo lo puede ser, Él dice, Yo lo fui y lo fui por ti, porque Yo no necesitaba nada, lo fui, y lo quiero manifestar.

Pero también la Palabra nos muestra que cuando la victoria de Cristo se manifiesta en nosotros, hay una transformación, es decir, esa nueva naturaleza que el Señor nos ha dado, no sólo es una nueva naturaleza que nos hace, lo que decimos, una nueva persona, no, nos hace una nueva persona realmente, porque también hay cambios en nuestro interior, cambios reales, completos y totales.
¿Por qué? Porque el Señor reemplaza todo lo viejo que proviene de nosotros para darnos todo lo nuevo que proviene de Él.
Lo quiero mostrar en un versículo de la Palabra que está en Isaías 61, verso 3, dice allí:

“Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas,
aceite de alegría en vez de luto,
traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento.
Serán llamados robles de justicia,
plantío del Señor, para mostrar su gloria.”

Isaías 61: 3 / NVI

Ésta es parte de una profecía de Isaías, una declaración impresionante, tan impresionante y está tan perfecta registrada, que realmente esta profecía se cumple en los primeros dos versículos en Jesús, porque cuando Jesús viene y está en la sinagoga, que es lo que dice Lucas en el capítulo 4 versos 18 y 19, le toca justamente leer el libro de Isaías, y Él toma el rollo del libro y Él dice las palabras del verso 1 y el verso 2, que el Señor lo había ungido y que lo había enviado a pregonar el año agradable del Señor, dar a liberar a los cautivos, todo lo que dice... y después de ese verso 1 y 2, de lo que Jesús dice, viene este versículo. Si bien tiene que ver específicamente con Jerusalén, porque hay algo de ese versículo que tiene que ver con Jerusalén y tiene que ver con el futuro de Jerusalén, también entendemos que espiritualmente, hay algo que tiene que ver con nosotros, y es obvio, porque cuando el Señor nos dio la nueva naturaleza, nos transformó desde adentro.

Quiere decir entonces, que es evidente que eso que vino a hacer Cristo a través del Nuevo Pacto, es también darnos una transformación interior en nosotros como resultado. ¿De qué? De la nueva naturaleza de Cristo.
Es decir, cuando esa naturaleza está activa, se está manifestando, estamos creciendo en el conocimiento de esa naturaleza, todo lo que es del Señor se empieza a manifestar, y realmente, todo lo que es nuestro, como el espíritu de desaliento... cuánta gente, cuánta gente aún llamada cristiana, tiene un profundo espíritu de desaliento, sufre, y nadie les está acusando ni diciendo este es el problema o aquello, pero cómo el Señor dice, Yo vine a quitar ese espíritu, Yo no quiero eso para ti, Yo quiero darte un óleo, un aceite que sea de alegría para tu vida porque eso es lo que Jesús puso adentro, y tenemos que empezar a creerlo con todas nuestras fuerzas para que eso se pueda manifestar.
Por eso, se trata de una manifestación muy importante de parte de Dios.

Vamos justamente a otro pasaje más, Filipenses, capítulo 2, versículos 12 y 13, dice la Escritura de esta manera:

“De modo que, amados míos,
así como han obedecido siempre
—no solo cuando yo estaba presente
sino mucho más ahora en mi ausencia—,

ocúpense en su salvación con temor y temblor;
porque Dios es el que produce en ustedes
tanto el querer como el hacer
para cumplir su buena voluntad.”

Filipenses 2: 12-13 / RVC 2015

Este pasaje es muy interesante en lo que venimos viendo por esto, porque lo primero que tenemos que entender, ¿qué es? Que cuando nosotros leemos la Palabra, sobre todo el Nuevo Testamento, todas las órdenes, hay muchas órdenes en el Nuevo Testamento, muchas cosas que nos dice, hagan así, hagan así, hagan así... hay órdenes, hay cosas que hay que obedecer, pero todas esas órdenes están dadas a aquellos que ya tenemos la naturaleza de Cristo, ¿por qué? Porque en realidad, esas órdenes están dadas a la nueva vida que el Señor nos entregó.
Por eso, cuando uno lee por ejemplo Mateo 5, 6 y 7, todo lo que es aquella enseñanza en el Monte, uno se desespera si no tiene el Espíritu de Cristo, se desespera, porque es literalmente incumplible, dice, cómo alguien va a cumplir esto que está diciendo Jesús, claro, porque Jesús le está hablando a la nueva naturaleza que va a poner en cada uno de los que está creyendo.
Es decir, si esto lo miramos humanamente hablando desde nuestra naturaleza, primero, nos vamos a equivocar, segundo, nos vamos a frustrar, tercero, no lo vamos a poder cumplir.

Y en este pasaje, por eso digo que hay que entenderlo espiritualmente, porque empieza a decir, ocúpense de su salvación. Wow, wow, wow, ¿cómo? Yo pensé que ya Cristo me había salvado, ¿no? Pero cómo, el apóstol me está hablando de que yo me ocupe de la salvación. No, el apóstol no está hablando de la salvación que Dios produjo, porque yo no puedo producir salvación. Él está hablando de la salvación que Dios produjo, él está hablando de las acciones espirituales lógicas, es decir, si tengo la vida de Cristo y estoy caminando sencillamente en la fe, la ley del Espíritu de Vida se va a manifestar, y si se manifiesta, yo voy a tener acciones espirituales reales, concretas y coherentes con esa vida.
¿Qué va a pasar entonces? Que la manifestación de que soy salvo, va a crecer dentro de mi vida, ocúpense de esto.
Pablo dice, no lo hagan sólo cuando yo estuve para que se vea bonito que estuvo el apóstol, ¿no? Ah, vienen los apóstoles, vamos a hacerlo bien, no, ahora que no estoy, con más ahínco todavía, ocúpense de esto, de que se manifieste esa salvación que Dios les dio.

Lo segundo, es que Pablo agregó esto, Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el hacer para cumplir su buena voluntad.
¿De dónde proviene de que yo me puedo ocupar de mí salvación? ¿De mí? No.
Aquí dice, Dios es el que produce; quiere decir que con esto Pablo, por el Espíritu, nos está dejando claro que el motor, la inspiración, la fortaleza, para que nosotros podamos ocuparnos naturalmente de manifestar esa salvación, proviene de Dios que puso en nosotros el querer como el hacer.

Por eso, es tan importante entender y desligarnos de todo espíritu humano de esfuerzo que no va nunca lograr el objetivo de Dios.

(Hernán Cipolla)
Y justamente, y para cerrar esta segunda parte de esta enseñanza, hay precisamente un pasaje en Romanos, el capítulo 6, que vamos a leer juntos desde el versículo 12 al 14, donde también se reflejan algunas órdenes, pero que efectivamente, el Espíritu de Dios dirige a la nueva naturaleza que tenemos en Cristo, dice la Palabra:

“Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine
en su cuerpo mortal, ni lo obedezcan en sus malos deseos.
Tampoco presenten sus miembros al pecado
como instrumentos de iniquidad,
sino preséntense ustedes mismos a Dios
como vivos de entre los muertos,
y presenten sus miembros a Dios
como instrumentos de justicia.
El pecado ya no tendrá poder sobre ustedes,

pues ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.”
Romanos 6: 12-14 / RVC

Tremendo pasaje, además porque este pasaje nos pone una plataforma que nos muestra dos direcciones específicas hacia la cual debemos dirigirnos, para manifestar, como Dany recién lo decía, la vida que tenemos dentro, esa nueva vida que hemos recibido y para ver que en el poder del Espíritu, podemos lograr aquello que el Señor nos dice.

Lo primero que dice, es que no permitamos que el pecado tome lugar en nuestras vidas ni que sus malos deseos nos dominen.
Cuántas veces hemos dicho, no, es que soy débil o flaco, espiritualmente hablando, y caí, no me di cuenta y ya estaba enredando y caí. No, esto es un concepto muy humano, es rebajar el poder de la naturaleza divina que tenemos, tenemos el poder dado por el Señor para que por el Espíritu, nosotros frenemos y pongamos un stop a cualquier síntoma de pecado que se nos quiera presentar, porque ya no vivimos bajo la ley del pecado ni atados a la ley, lo que ahora vivimos es en la nueva naturaleza que nos hace vivir otra realidad.
Por eso, dice que pongamos a disposición del Señor, todos nuestros miembros, que por causa de la vida de Cristo, precisamente son instrumentos de justicia.

Es decir, no solamente piensen ustedes que agradamos a Dios y que lo honramos cuando estamos reunidos juntos como cuerpo, celebrándolo, alabándolo, adorándolo, que solamente cuando leemos la Palabra u oramos, esos son los tiempos gloriosos que vivimos, y que cuando estamos en la calle o en la oficina o en el trabajo o en la escuela, se acabó la gloria del Señor en nuestra vida... No.
Miren, la realidad es que todo nuestro ser, “veinticuatro, siete”, está dedicado al Señor, vivimos para Él y para darle la gloria en todas nuestras acciones, pensamientos, palabras, intenciones, pero no sólo porque nosotros queremos hacerlo, es porque tenemos el poder de una vida sobrenatural que nos ha sido dada.

Por eso, Pablo cierra este pasaje que leímos, reafirmando, que no estamos bajo la opresión de la ley que nos conducía al pecado, sino que ahora estamos bajo la libertad de la gracia, que nos lleva de la mano a vivir en plenitud la vida de Cristo.

Así que para terminar, creo que es una preciosa oportunidad de darle las gracias al Señor juntos como Iglesia, para reconocer lo que somos y tenemos en Cristo. Definitivamente sería imposible haberlo logrado por nosotros, no hay manera humana para conseguir lo que solamente el Señor podía conseguir por nosotros. Así que, unámonos en oración, para juntos darle la gloria al Señor y agradecerle.

Padre, cuántas gracias te damos. Gracias Señor, porque lo previste absolutamente todo Señor, no dejaste ningún cabo suelto, no permitiste Señor, que viviéramos una parte de felicidad por sentirnos bien en ciertas áreas de la vida, pero dejándonos abandonados en otras áreas.

Señor, en Cristo somos nuevas personas, no nos remendaste, no cambiaste pedacitos, nos hiciste nuevos por completo, y todo lo que antes éramos ya no lo somos más. Ahora hay una nueva naturaleza que nos dirige, que nos guía, que nos rige, hay una nueva ley en nuestras vidas que es la ley del Espíritu de Vida.
Y nos ha dado un poder sobrenatural en nosotros, precisamente por tu gracia y porque el Espíritu nos habita para poder hacer todas las cosas conforme a tu voluntad y agradarte mientras estamos despiertos y mientras estamos dormidos, para que toda nuestra vida, de principio a fin de cada día, podamos saber que todos lo que somos, hacemos, pensamos y sentimos, es dirigido por el Espíritu y es para que se cumpla tu voluntad.

Gracias te damos Señor, te damos gracias porque nos has librado de algo que no teníamos el poder de librarnos.
Gracias Señor, porque nos quitaste de esa esclavitud y nos trajiste a una nueva realidad, una realidad de libertad y una libertad de gracia, esa gracia que no hicimos nada para recibirla, pero Tú nos la diste porque sabías que era indispensable para poder vivir como a  ti te agrada.

Te honramos, te agradecemos, bendecimos tu Nombre, te exaltamos y ponemos en alto a Cristo, su obra y todo lo que Él ha hecho y todo lo que Él es hoy para nosotros como Iglesia.

Gracias Señor, por este privilegio que tenemos, oramos agradecidos y reconociendo tu obra y reconociendo todo lo que has hecho en nuestras vidas y el beneficio que nos has dado por ser tus hijos. En el Nombre de Jesucristo, amén y amén.




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