en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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(Hernán Cipolla)
Qué bueno que tenemos una nueva oportunidad para ver en la Palabra todo lo que Dios ha preparado para nosotros. Y como bien saben, estamos ahora en la enseñanza Victoriosos por naturaleza, la parte 4, en la cual vamos a seguir profundizando en toda la riqueza de lo que Dios nos dio como su victoria y que nosotros podemos disfrutar como sus hijos.
En la Parte 3, en la parte anterior, hemos comenzado a analizar con mayor profundidad Gálatas 2: 20, recordarán que vimos que hay una frase central del versículo, la frase central es ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Ésta es la clase de vida, obviamente, que Dios planeó para todos sus hijos.
Comprendimos también que esa frase describe un desalojo y una ocupación, se desaloja la vida del yo para que la ocupación ahora sea la vida de Cristo y la naturaleza de Cristo en nosotros, pero al mismo tiempo vimos que el ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí, está ligado a dos condiciones que Pablo menciona, una la menciona antes y otra la menciona después de la frase.
Nos ocupamos en la enseñanza anterior de la condición que está dicha antes, es decir, la que está dicha antes, está relacionada con la frase que dice con Cristo estoy juntamente crucificado. Esto implica nuestra crucifixión con Él para que la inutilidad y la imposibilidad del ser humano quedaran anuladas porque ahora estamos muertos con Cristo, y entonces ahora Cristo puede vivir plenamente en nosotros. De esta manera es que se desaloja el yo para que ocupe ese lugar Jesucristo y Él nos gobierne.
En esta enseñanza nos vamos a dedicar a analizar la frase posterior, es la condición posterior, y esa condición posterior dice:
“...y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios...”
Cumplir con la condición anterior, aunque es imprescindible, no es todo. Y no es que hemos llegado al final del camino, sino que es un paso previo en realidad, para llegar a esta condición. Esta condición nos permite experimentar todo lo que Dios tiene para nuestras vidas, su propósito y su voluntad, gracias a poder vivir en la fe del Hijo del Dios.
Por eso, a medida que vayamos profundizando en este tema vamos a comprobar que la fe de Cristo opera en realidad, en quienes han experimentado la crucifixión con Cristo.
La fe del Hijo jamás podría estar operando y actuando plenamente en alguien que nunca murió junto con Cristo, porque entonces habría una lucha con su naturaleza humana; en cambio, quién ha muerto con Cristo ha desalojado su yo, y ahora la fe de Cristo puede estar en acción para que vivamos como Dios quiere.
Así que, habiendo dicho esto y habiendo puesto esta introducción vamos a comenzar plenamente en este tema.
(Daniel Dardano)
Obviamente que estamos hablando de que el apóstol Pablo dijo estas palabras registradas en Gálatas 2:20, lo que llamamos Nuevo Testamento, y lo que voy a presentar ahora tiene que ver con el Antiguo Testamento.
En el Antiguo Testamento, vamos a ver cómo esto funciona, y vamos a ver como el rey Josafat ante una situación que no pudo manejar y humanamente imposible, él accionó de la manera que accionó.
Voy a leer un pasaje de la Palabra de Dios que dice así:
“¡Dios nuestro! ¿acaso no los vas a juzgar?
Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para enfrentar
a ese gran ejército que viene a atacarnos.
¡No sabemos qué hacer, y por eso volvemos a ti nuestra mirada!»
Todo Judá estaba de pie delante del Señor, con sus mujeres y sus hijos.
Allí estaba también Jahaziel, levita de los hijos de Asaf y descendiente
en línea directa de Zacarías, Benaías, Yeguiel, Matanías.
En el curso de la reunión,
el espíritu del Señor vino sobre él,
y dijo: «¡Escúchenme ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén!
¡Y escúchame tú, rey Josafat!
El Señor les dice:
“No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud,
porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios.
Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis,
ustedes caerán sobre ellos.
Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
En este caso, ustedes no tienen por qué pelear.
Simplemente quédense quietos,
y contemplen cómo el Señor los va a salvar.
Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen.
¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”»
Entonces Josafat se inclinó de cara al suelo,
lo mismo que todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén;
se postraron delante del Señor, y lo adoraron.
Luego se levantaron los levitas coatitas y coreítas,
y a gran voz alabaron al Señor y Dios de Israel.
Por la mañana, se levantaron y fueron al desierto de Tecoa.
Mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo:
«¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén!
¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles;
crean en sus profetas, y obtendrán la victoria!»
Después de reunirse con el pueblo para ponerse de acuerdo con ellos,
Josafat nombró a algunos para que,
ataviados con sus vestimentas sagradas,
cantaran alabanzas al Señor, mientras el ejército salía con sus armas.
Y decían: «¡Demos gloria al Señor, porque su misericordia es eterna!»
Cuando los cantos de alabanza comenzaron a escucharse,
el Señor puso contra los amonitas y moabitas,
y contra los del monte de Seir,
las emboscadas que ellos mismos habían tendido contra Judá,
y acabaron matándose los unos a los otros.”
2 Crónicas 20:12-22 / RVC
A través de este relato se revela una victoria, una victoria que se experimentó cuando el rey Josafat descansó en el Señor, y se experimenta también cuando nosotros descansamos en el Señor.
Aparentemente Josafat estaba ante una situación imposible por el ataque que estaba recibiendo su ejército, pero notamos que hay cuatro acciones, cuatro cosas importantes que necesitamos rescatar, tres en el versículo 12 y una en el versículo 20.
Primero, se reconoció inútil, porque dice: Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para enfrentar a ese gran ejército que viene a atacarnos.
Segundo, reconoce su imposibilidad, dice: ¡No sabemos qué hacer...
También, en el versículo 12, descansa completamente en Dios, dice también en el versículo 12: y por eso volvemos a ti nuestra mirada!
Y en último lugar, Josafat le cree a Dios, porque el versículo 20 dice: ¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles.
Josafat actúa en cumplimiento de principios, principios divinos y leyes espirituales, que habiéndolas tomado en cuenta, él salió victorioso.
¿Qué fue lo que hizo? Ya no tuvo el control de la situación en sus manos porque él reconoció que no podía hacerlo, entregó el asunto totalmente en manos del Señor.
Cuando reconoció su inutilidad y descansó en Dios, entonces llegó la palabra de liberación, como está mencionada en el versículo 15. ¿Para qué? Para que el Señor fuera glorificado, porque la guerra entonces no era de ellos y era del Señor.
En el versículo 17 Jahaziel le dijo al pueblo que en este caso ellos no tenían que pelear su victoria, era Dios mismo, es decir, no era un poco de esfuerzo o de fuerza del ejército, ni de estrategias humanas, sino que descansaran en lo que Dios iba a hacer.
Y luego más adelante, Josafat le cree a Dios y él como autoridad hace una tremenda confesión, dice crean en el Señor y serán invencibles.
Imagínense ustedes, Josafat, el rey, como autoridad diciendo eso, ese espíritu de creer baja al pueblo.
Pero luego sigue la Escritura, ¿por qué? Porque al saber que la seguridad de la victoria no dependía de sus fuerzas, entonces hay algo que pasa, viene la confianza a través del descanso.
Pero hay algo que sucede una vez que creen en la Palabra y que es esto, al creerle a la Palabra viene un sonido de alabanza, o sea que el resultado de la confianza, de creer, de depositar en Dios aquello que no se podía humanamente, trae como resultado un sonido de alabanza. Y el resultado final es la confusión, porque puso el Señor a los enemigos de ellos uno contra los otros y así fueron vencidos.
Así que, nos damos cuenta cómo funciona una verdadera victoria de Dios. ¡Alabado sea su Nombre!
(Daniel Cipolla)
De hecho, pensaba que la manera en que ellos iban a obtener victoria en esta oportunidad, era obviamente creyendo en lo que Dios le había dicho y confiando en la Palabra profética.
Ahora, tenemos que entender que Dios no tiene una sola vía porque en esta oportunidad les dijo, ustedes no van a pelear.
Si vamos a otros pasajes en el Antiguo Testamento y todo, hay otros pasajes donde Dios les dice, Yo voy a estar con ustedes y ustedes van a hacer esto específicamente... y había algún tipo de acción y había algún tipo de involucramiento humano en esa guerra, pero ¿de qué dependía siempre esa victoria? Siempre dependía que obedecían la Palabra.
Es decir, si alguien lo hacía por las suyas confiando en su espada, por ejemplo, iban a ser derrotados, pero si el Señor les decía, háganlo de esta manera y usen la espada, iban a tener la victoria.
Es decir, siempre la fe funciona de esta manera y lo que nosotros queremos tomar con este pasaje del Antiguo Testamento es un principio, es un principio que nos hace ver cómo es que la victoria realmente funciona, no sólo para Josafat y la gente de ese momento, sino también para nosotros, que es lo que queremos ver.
Quiere decir entonces, que la fe en esa Palabra de Dios que ellos habían recibido profética de parte de Jahaziel, era fe en Dios. Éste es un principio que se aplica a todos nosotros como hijos de Dios.
Quiero poner esto bien claro, creer en Dios es creer en todo lo que Dios dice sin excepción.
Hoy tenemos un evangelio tergiversado y creemos que creer en Dios significa que estoy claro con las doctrinas fundamentales de la Biblia, yo declaro y creo las doctrinas fundamentales acerca de Jesucristo... no estoy diciendo que no tienen importancia, nadie me mal interprete, lo que estoy diciendo que eso no es creer en Dios.
Por ejemplo, Abraham ¿qué doctrinas fundamentales tuvo que creer? ¿cuáles fueron las doctrinas fundamentales que Dios le dio para catalogarlo como un hombre de fe? Ninguna.
Quiere decir, que Abraham creyó en Dios cuando creyó a todo lo que Dios le dijo.
Y esto es importante para que no nos volvamos religiosamente huecos, personas que conocemos lo que la Escritura dice, todo lo que ella dice a nuestro favor, todo lo que Cristo conquistó que está escrito, que está declarado, pero resulta que a la hora de creerlo en la práctica, no nos funciona.
Por eso, el hecho de la declaración divina, cuando dice que el justo vivirá por la fe, se aplica a todas las personas en cualquier tiempo, que vivan creyendo constantemente todo lo que Dios dice, sin dudar de lo que Dios dice, cuando Dios dice.
Todos nosotros sabemos, y hay un aspecto muy puntual, cuando una persona se entregó a Cristo de verdad, necesita creer en todo lo que Cristo hizo a su favor, esa es la base o el fundamento de su fe. Obviamente de esa manera nosotros sabemos que fuimos transformados, que fuimos limpiados, que tenemos vida eterna y que vamos al cielo. Esta realidad no hay un hijo de Dios que la niegue bajo ningún punto de vista. Pero ésta es una realidad que tiene que ver con la provisión de Dios, con lo eternal y con lo celestial.
El problema mayor de muchos creyentes empieza cuando tenemos que hablar de la provisión terrenal. ¿Por qué? Porque en muchas circunstancias de la vida, las atravesamos de tal forma que pareciera ser que no hay decretos divinos o que no hay cosas que Cristo ya hizo a nuestro favor, para que nosotros en las circunstancias terrenales, podamos proveernos de eso que hizo Cristo.
Es decir, pareciera que sobre lo eternal y lo celestial hay un cien por ciento de seguridad y nada puede fallar, pero sobre aquellas provisiones que son terrenales, a veces nosotros pensamos que eso que Dios hizo a nuestro favor, en algún caso podría fallar. Y la realidad de Dios es que en ningún caso puede fallar. Y a veces, hasta esa falla, decimos, bueno lo que ocurre es que Dios es soberano, y realmente cuando hay un decreto de Dios o un hecho que Cristo hizo a su favor, no tiene nada que ver la soberanía de Dios. Lo que Dios dice, lo que Dios dijo, lo que dejó establecido en su Palabra, eso es lo que nosotros debemos creer.
Por eso, hay una frase que muestra la grandeza de la obra de Cristo y yo la quiero leer, esta frase está en Juan capítulo 19, versículo 30, la parte b, que dice así:
“Consumado es.
Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.”
Juan 19: 30 / RVR 1960
Amados, cuando Jesús dijo consumado es, es como si dijera, está todo absolutamente completo y no hay nada más que hacer.
Ésa es una frase tan terrible, que esa frase sacudió el cielo y la Tierra, ¿por qué? Porque esa frase era la expresión de victoria que sellaba la obra de la redención de Jesucristo en la cruz del Calvario.
Por eso, es que a partir de esa obra de Cristo completa, con su resurrección y ascensión, nosotros tenemos una fe victoriosa. ¿Qué fe es esa? La fe del Hijo de Dios operando en nosotros de una manera muy particular.
(Hernán Cipolla)
Y obviamente que no sólo que es interesante, esto nos da una perspectiva diferente de nuestra vida en Cristo, pero surge una pregunta, la pregunta es, ¿cómo tomamos de la obra redentora de Cristo y podemos experimentar esa fe victoriosa? Porque volvemos siempre a lo mismo y yo me doy cuenta que a veces, sé que no lo hacemos queriendo, pero repetimos en esta enseñanza una y otra vez, que no se transforme en algo teórico sino que sea una realidad de vida. El objetivo de Dios con nuestras vidas siempre es, que todo lo que está en la Palabra sea algo vivencial.
Entonces, vamos a leer ahora un versículo de la Biblia que nos va a empezar a dar respuesta a esa pregunta, el versículo está en Hebreos el capítulo 12, el versículo 2, dice de esta manera:
“...puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe,
el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio,
y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hebreos 12:2 / RVR 1960
¿Cómo este versículo nos empieza a dar respuestas?
En primer lugar dice, puestos los ojos en Jesús.
¿Qué significa poner los ojos en Jesús? Porque alguien podría decir, bueno, es como mirar un cuadro, me paro frente al cuadro y lo miro fijamente, pero en realidad es mucho más que eso, porque sí, yo puedo descubrir muchísimas cosas mirando extensamente el cuadro, pero en realidad poner los ojos en Jesús, significa que concentramos toda nuestra vida y nuestras acciones en Él, todo lo que somos, todo lo que pensamos, todo lo que hacemos, está concentrado en Cristo Jesús, ¿y por qué nos concentramos en Cristo? Porque Cristo es la solidez y la seguridad de nuestra vida, en Él podemos estar siempre seguros.
Ahora, es evidente también por el versículo, que la fe de los creyentes se origina, empieza y termina o concluye, en el Hijo de Dios, ¿por qué? Porque fíjense que nosotros sabemos que nuestra fe viene de Cristo, de eso venimos hablando extensamente, pero dice aquí el autor y consumador de la fe, ¿qué significa? Que Cristo mismo es el que consumó o llevó a su fin, es decir, logró la plenitud completa de esa fe. ¿Y cómo lo hizo? Con la obra redentora que ocurrió en la cruz.
Es decir, en el momento que Él estaba haciendo toda su obra a nuestro favor, Él estaba completando todo lo que tenía que ver con una fe que pudiera activarse en nuestras vidas y nos llevara a vivir plenamente todo lo que Él diseñó para nosotros.
Ahora, quiero que veamos esto también, si nosotros realmente ejercitamos todos los días la fe en la obra que Cristo hizo, vamos a tener a nuestra disposición toda la provisión de Dios, pero no solamente a nivel espiritual, a nivel celestial o a nivel eternal, porque eso es más fácil, como todavía pareciera que para el cielo nos falta un ratito, entonces vivimos con esa esperanza de decir, cuando estemos en el cielo y cuando lleguemos a la presencia de Dios, no... Pero la fe puesta en la obra de Cristo, nos permite vivir como Dios quiere en esta Tierra, es decir, nos sirve para lo natural, para lo temporal y para lo terrenal.
Por eso, ahora de corrido vamos a leer algunos ejemplos, algunas declaraciones muy poderosas de la Palabra, para que veamos los alcances de la obra de Cristo que están registrados en la Palabra y obviamente, que están a nuestra disposición y para nuestro favor, comenzamos.
Dice:
“...el cual nos ha librado de la potestad de las tiniebla
y trasladado al reino de su amado Hijo...”
Colosenses 1: 13 / RVR 1060
“El campo es el mundo,
y la buena semilla representa a los hijos del reino.
La mala hierba son los hijos del maligno...”
Mateo 13:38 / NVI
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo...”
Efesios 1: 3 / RVR 1960
“... y ustedes están completos en él,
quien es la cabeza de todo principado y autoridad”
Colosenses 2:10 / RVA 2015
“¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó.”
Romanos 8: 35-37 / RVR 1960
“Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte
por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también,
junto con su Hijo, todas las cosas?”
Romanos 8:32 / DHH
“...Él mismo tomó nuestras enfermedades,
y llevó nuestras dolencias.”
Mateo 8:17b / RVR 1960
“Mediante la fe ustedes son protegidos (guardados)
por el poder de Dios, para la salvación que está preparada
para ser revelada en el último tiempo.”
1 Pedro 1:5 / NBLH
“Miren que yo les he dado a ustedes poder para aplastar serpientes y escorpiones,
y para vencer a todo el poder del enemigo, sin que nada los dañe.”
Lucas 10:19 / RVC
Y las últimas palabras que leemos las dijo Jesús:
“...yo estoy con ustedes todos los días,
hasta el fin del mundo”.
Mateo 28:20b / RVA 2015
Si nos damos cuenta, la realidad es que esas promesas y estas declaraciones del Señor a nuestro favor, no solamente son para lo terrenal o lo celestial, son para aquí, para ahora, para saber que en esta Tierra, conforme a la fe del Hijo de Dios, podemos vivir asegurando la victoria que el Señor alcanzó por nosotros.
Por eso, es importantísimo que todos nosotros como creyentes aprendamos a ejercitar la fe en lo que el Señor ya realizó por nosotros, ahí está la clave para que vivamos de acuerdo a la dimensión que tiene para nosotros el Señor.
(Daniel Dardano)
A veces cuando predico digo, ¿qué más le podemos pedir a Dios? Cuando uno lee estos versículos y analiza, ¿qué más le podemos decir a Dios? Hizo toda la provisión para el cielo y para la Tierra, entonces, lo tenemos todo en Él.
Ahora bien, para continuar vamos a profundizar un poquito más en el discernimiento de lo que es la fe, para eso voy a leer un pasaje de la Escritura que dice así:
“La fe es la constancia de las cosas que se esperan,
la comprobación de los hechos que no se ven.”
Hebreos 11:1 / RVA 2015
En primer lugar, la palabra constancia que aparece aquí, dice: La fe es la constancia de las cosas que se esperan. La palabra constancia en este contexto no se refiere a la clásica perseverancia o estar firmes o continuar sobre cierto asunto. El diccionario define constancia como certeza, exactitud de algún hecho o algún dicho.
Pero quiero ahora hacer referencia al doctor Francisco Lacueva, porque en su Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, traduce esta palabra constancia con una frase, y la frase es, base segura.
Quiere decir entonces, que la fe tiene una base segura, la fe tiene un fundamento sólido, la fe es inamovible, ¿por qué? porque es la fe que hemos depositado en el Señor. ¿Qué es lo que hace la fe cuando esta fe está bien cimentada? Esa fe espera, porque anticipa lo que ya posee.
Voy a hacer un ejemplo práctico, a veces solemos hacer compras por internet, hacemos toda la gestión, ponemos la tarjeta de crédito, pagamos y una vez que pagamos decimos, ya está, compré este producto, este producto es mío. ¿Lo tengo en la mano? No. Tengo que esperar unos días para que me llegue, pero yo sé que es mío porque yo lo compré.
Éste es un ejemplo práctico de cómo funciona la fe, por eso, la fe es la constancia de las cosas que se esperan.
Pero en segundo lugar, dice que la fe es la comprobación de los hechos que no se ven, esto significa que la fe puede traer a la realidad aquellas cosas que todavía no vemos.
Es decir, la fe confirma que aquello que me anticipó el Señor está dado, y yo lo creo, y entonces le quito toda arma al diablo para meterme en duda de todo tipo de cosas.
Quiere decir que, Dios dijo, Dios lo hace, pero mi fe tiene mucho que ver.
Ahora bien, la fe entonces, cuando actúa de esta manera y está basada sólidamente, tiene relación con la voluntad de Dios, ¿por qué? Porque si la voluntad de Dios es determinada cosa, eso se va a cumplir. Por eso cuando a veces oramos decimos, si es tu voluntad, ¿qué es lo que estamos diciendo? Y bueno Señor, mira, yo no tengo la menor idea, pero bueno, si es tu voluntad... Entonces uno se pregunta, pero bueno, ¿dónde está la fe? ¿dónde está la constancia de lo que se espera? Exactamente, entonces ahí entramos en contradicción y esto lamentablemente, a veces es tan generalizado, ¿por qué? Porque no conocemos la voluntad de Dios, y una de las cosas en las que la Escritura hace énfasis, es que debemos orar lo que es la voluntad de Dios, entonces ahí es donde la fe se pone de manifiesto.
Entonces, quien deposita su fe en los hechos de Dios, sabe que las cosas que Dios ha dicho y ha prometido se van a cumplir, su Palabra declara que esto es así y será así por siempre, porque Dios es fiel a lo que prometió... Pero nuestra fe juega un papel importantísimo.
(Daniel Cipolla)
De hecho, hay unas palabras del apóstol Juan que reafirman tan bien esto que se está diciendo acerca de lo que significa el anticipo de la fe, pero basada en los hechos de Dios, en las cosas que Dios hizo, dice de esta manera en 1 Juan capítulo 5, versos 14 y 15, dice así:
“Y esta es la confianza que tenemos en él,
que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,
sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.”
1 Juan 5:14-15 / RVR 1960
Estas palabras del apóstol están confirmando todo lo que venimos diciendo porque, ¿qué es lo que está afirmando? ¿qué es lo que está tratando de poner a fuego en nuestro corazón? Que cualquiera de nosotros que ora con base a aquello que ya Dios proveyó en su voluntad, indudablemente lo va a recibir. Y si hablamos de la obra de Cristo, todo lo que tú leas que Cristo consiguió en la cruz del Calvario, es la voluntad de Dios. No es, quizás, tal vez, puede ser que sea la voluntad de Dios... No. Es la voluntad de Dios. Quiere decir que si pedimos conforme a su voluntad, recibimos lo que pedimos.
Ahora, es importante observar cómo el apóstol habla, no de la oración, sino de la oración de fe, porque él lo resume con una frase, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho, no dice sabemos que tendremos, como hablando en futuro, en las peticiones que hayamos hecho.
¿Por qué dice tenemos? Porque ése es el poder de convicción y de anticipación de la fe, es como esa compra por internet, es decir, cuando yo lo estoy pidiendo, en el mismo momento que lo estoy haciendo, como yo sé que esto está decretado, porque es la voluntad de Dios, porque Cristo lo consiguió a mi favor, yo en el mismo momento que lo estoy pidiendo, yo lo tengo. Que puede tardar unos días, sí, que puede tardar unos meses, sí, que puede tardar más tiempo, sí, pero yo lo tengo. Lo tengo desde el mismo momento que lo pedí y esto es muy importante ponerlo en nuestro corazón.
Ahora, nos hacemos una pregunta muchas veces, ¿entonces, cuál es la razón por la que algunas veces yo no experimento que aquello que sé que es la voluntad de Dios, lo pido y no lo recibo?
Responder este tipo de preguntas siempre trae un conflicto, ¿por qué? Porque cuando no recibimos lo pedido o la respuesta se empieza a tardar, solemos inquietarnos bastante y empezamos con reflexiones y dudas en nuestra cabeza.
Le voy a mencionar algunas, por ejemplo decimos, bueno, no, mire hermano, lo que pasa que mi caso es muy diferente... ¿Nunca escucharon eso cuando van a orar por una persona que tiene una situación de enfermedad u otra cosa? Ah no, mire, ella dice bueno, en mi caso no funciona así lo de la Palabra porque mi caso es diferente, cuando no es cierto. Otra cosa, ah, no sé si lo merezco, como si tuviera que ver con merecer, tiene que ver con una cosa de gracia. O por ejemplo dice, bueno, yo sé que me he arrepentido y yo sé que estoy en comunión con Dios, pero yo sé, esto es consecuencia de mi pasado.
Esto es muy importante porque hay mucha gente bajo un espíritu condenatorio pensando, si Cristo nos hizo una nueva persona, ¿por qué tenemos que todavía estar atados pensando que es consecuencia de nuestro pasado? Pero son reflexiones que nos vienen. Otra, y bueno, siento que es muy difícil llegar al grado de fe que el Señor pide, pero sin embargo el Señor pide una fe tan pequeña como un grano de mostaza, o sea, que tampoco es una cuestión del grado de fe que el Señor pide. Y otra es, bueno, ya me cansé de orar y de esperar y no recibí nada.
¿Qué pasa con estas reflexiones? Nos llevan a un callejón sin salida. ¿Por qué? O porque Dios es el culpable o el culpable soy yo... como dice la canción, ¿no? Y yo sé que como Dios no puede ser el culpable y el que falló soy yo, entonces, ¿qué me ocurre? Me empiezo a condenar.
Hermanos, este es uno de los escenarios favoritos del diablo, que entremos bajo condenación. ¿Por qué? Porque si nos quedamos bajo espíritu de juicio, culpabilidad y condenación, en vez de acercarnos a Cristo, nos alejamos de Cristo, entonces empezamos a tener una escaza comunión con Dios. ¿Cuál es la consecuencia? Que la vida de victoria se nos va de entre las manos como el agua entre los dedos, de la misma manera, porque Dios no nos diseñó para estar bajo culpa ni bajo condenación ni bajo juicio, porque justamente nos dice que no hay ninguna condenación para los que estamos en Cristo Jesús.
Por lo tanto, tenemos que creer claramente lo que Dios ha dicho y no tenemos que permitir bajo ningún punto de vista que ninguna condenación venga a nosotros, y esto es muy importante tenerlo en cuenta.
(Hernán Cipolla)
Ahora, si entonces ese escenario, el del fracaso, el de condenarnos, es el que prefiere el diablo, ¿cuál será el escenario donde Dios nos quiere? Claro, porque tiene que haber un escenario en el que tenemos que descubrir dónde Dios nos quiere, dónde debemos estar parados. ¿Para qué sobretodo? Para que veamos que la fe de Cristo es real, que se puede vivir, y sobre todo que podemos mantener nuestra vida en victoria, que hay una constancia de victoria, no es que es un sube y baja, a veces arriba y otras veces abajo porque entramos en esos problemas.
Entonces, hay un pasaje de la Escritura que ahora vamos a leer juntos, donde vemos precisamente a los apóstoles del Señor atravesando un momento de fracaso, pero que nos va a permitir descubrir cómo avanzar en la fe que nos sirve de plataforma para vivir siempre en victoria.
Vamos a leer la Palabra y dice así:
“«¡Señor, ten compasión de mi hijo! Es lunático, y padece muchísimo.
Muchas veces se cae en el fuego, y muchas otras en el agua.
Lo he llevado a tus discípulos, pero no lo han podido sanar.»
Jesús dijo: «¡Ay, gente incrédula y perversa!
¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes?
¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?
¡Tráiganmelo acá!»
Jesús reprendió entonces al demonio, y éste salió del muchacho,
y desde aquel mismo instante el muchacho quedó sano.
Después los discípulos hablaron con Jesús aparte, y le preguntaron:
«¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»
Jesús les dijo: «Porque ustedes tienen muy poca fe.
De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza,
le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”,
y el monte les obedecería.
¡Nada sería imposible para ustedes!»”
Mateo 17:15-20 / RVC
Cuando analizamos esta escena, obviamente vienen pensamientos a nuestra mente y sobre todo recuerdos de otras cosas que hemos leído en los evangelios. Por ejemplo, todos sabemos que el Señor le había dado autoridad a sus discípulos para predicar el Reino, para sanar toda enfermedad, para echar demonios y hasta para resucitar muertos, sin embargo el relato ¿qué nos muestra? Que llegó un punto específico, se enfrentaron a un muchacho con un problema serio, estaba endemoniado, el papá le dice a Jesús, mira se lo traje a tus discípulos, ellos y no pudieron hacer nada.
Los discípulos se estaban enfrentando a una situación de fracaso total y absoluta, es decir, no tenían para dónde hacerse, porque en realidad ya habían intentado todo y habían hecho lo que yo considero, ya venían haciendo en otras oportunidades y había funcionado, en este caso no funcionó.
¿Qué fue lo primero que dijo Jesús? ¿cómo reaccionó cuando supo lo sucedido? Las palabras de Jesús fueron hacia sus discípulos y acerca de sus discípulos, ¡ay gente incrédula y perversa! Luego, ya lo acabamos de leer, interviene, reprende al demonio que estaba en el muchacho, el muchacho queda libre, etcétera, etcétera.
Ahora, obviamente pasa todo, y usted póngase en el lugar de los discípulos, llega un momento donde ellos inquietos dicen, bueno, algo pasó, tenemos que descubrir cuál fue el problema, que el Señor nos explique, si ya nos había dado autoridad, ¿por qué no funcionó?
Entonces, después del fracaso y cuando estuvieron con Jesús le preguntan por qué no habían podido liberar al joven. La repuesta de Jesús fue, porque ustedes tienen muy poca fe.
Es decir, aunque la autoridad la tenían, aunque ya lo habían hecho otras veces, en este caso en particular, ¿qué habían permitido los discípulos? Una medida de incredulidad en sus vidas, por eso Jesús habla de tener poca fe.
Ahora, no nos podemos quedar acá, Daniel nos va a seguir explicando un poquito más cómo avanza esto.
(Daniel Dardano)
Ahora que estaba viendo esto, volví yo sobre algo que nosotros estábamos marcando en negritas, porque Jesús a sus discípulos les dice, gente incrédula y perversa. Claro, y uno dice, ¡Señor, a tus discípulos le dices gente incrédula y perversa! Pareciera ser que Jesús fue desconsiderado, que no estaba comprendiendo una situación, Jesús era Jesús y ellos eran humanos, eran ellos y les dice, gente incrédula y perversa, terrible, ¿no? Pero ahora vamos a entender un poquito más.
Claro, obviamente todos sabemos cómo los discípulos actuaron, es decir, cuando Jesús les dio autoridad predicaron el evangelio, la gente se entregaba, había señales, había prodigios, había milagros, sin embargo en ocasiones experimentaban el sabor del fracaso como en esta oportunidad que Hernán nos acaba de leer. Y ese sabor de fracaso es muy desagradable, ¿por qué? Porque no solamente para los discípulos, sino también para nosotros, porque a veces creemos estar muy arriba, y cuando nos viene una cosa así nos venimos tan abajo, que pensamos que cuando el Señor viene a nosotros, viene con espíritu de reprobación y que nos está reprobando por lo que hicimos.
Queridos hermanos, tranquilos, el Señor no nos está reprobando como tampoco estaba reprobando a los discípulos, el Señor lo que está queriendo, en su amor, viendo la amplitud de la fe que había en ellos, y que Él les había transmitido durante todo ese tiempo, les estaba abriendo la puerta a una dimensión que ellos tenían que vivir y que nosotros tenemos que vivir.
Por eso, Dany habló del espíritu de juicio, de condenación, de culpa, que tiene que desaparecer de nosotros, porque eso alimenta al diablo, si esto desaparece de nosotros, cuando hay algo así como sensación o sabor a fracaso, y viene el Señor a nuestra vida y viene a nuestra conciencia y a nuestro espíritu, el Señor viene a decirnos, ¡vamos, arriba, hay algo más que no viste, desarrolla mi fe en ti, la fe que deposité en ti!
En definitiva es amor del Señor para cada uno de nosotros.
Por eso, tenemos que mantenernos en esta fe y tenemos que subir en la dimensión de esta fe.
Algo más que quiero aportar antes que Dany continúe con esto.
A veces cuando conocemos las Escrituras y conocemos la Palabra, llegan situaciones donde nosotros o leemos la Palabra o la declaramos, pero hay una diferencia entre conocer esa Palabra y creer en esa Palabra, y eso es lo que a veces nos engaña. Obviamente conocer la Palabra es importante, pero creer a esa Palabra, es lo que hace efectiva la fe del Hijo de Dios, y eso es lo que el Señor quiere hoy de cada uno de nosotros.
No nos conformemos sólo con conocer, creamos en el Dios en el que hemos creído, y que la fe que Él puso en nosotros funciona a cada momento en nuestra vida.
Un pasaje más quiero leer en este momento y dice así:
“Al salir Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole:
—¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!
Cuando entró a la casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les dijo:
—¿Ustedes creen que yo puedo hacer que recobren la vista?
Ellos respondieron: —¡Sí Señor, creemos!
Entonces Jesús les tocó los ojos y dijo:
—Que les suceda tal como ustedes creen.
Los hombres recuperaron la vista...”
Mateo 9:27-30 / PDT
... Que les suceda tal como ustedes creen. ¡Amén!
(Daniel Cipolla)
Este pasaje es bien gráfico para entender la diferencia entre conocer y creer, que es lo que ahora estamos queriendo enfatizar, ¿para qué? Para que todo lo que estamos enseñando salga del ámbito de lo mental, que es lo que nos traba, y se vuelva algo realmente espiritual, en la práctica y en la experiencia.
En principio, uno mira la pregunta de Jesús y parece hasta desconsiderada y un poco sin propósito porque, ¿por qué el milagro tenía que depender de una respuesta de ellos? Y dice, bueno, si Jesús tiene el poder para sanarlos, ¿por qué tiene que depender de una respuesta? Tenemos que entender el por qué, porque lo que aquí estaba en juego no era el poder de Jesús, sino la fe de los ciegos. Es lo que nosotros tenemos que entender, que en nuestras vidas, no está en tela de juicio el poder de Jesús, lo que está activa o inactiva es la fe del Hijo de Dios que tiene que estar desarrollada en nosotros, y esto es muy importante para entender la diferencia entre conocer y creer.
Es más, fíjense algo, aún después de que los ciegos le respondieron al Señor, sí Señor, creemos, la respuesta de Jesús no fue, entonces ordeno que les sean abiertos los ojos... No, Él no dijo eso, Él dijo, muy bien, ¿creen? Entonces, que les suceda tal como ustedes creyeron.
Wow, ¿no? ¿Y qué sucedió inmediatamente? Los ojos se le abrieron.
Ahora, pónganse a pensar, si esa frase, sí Señor, creemos, hubiera sido una declaración solamente basada en conocimiento, ¿qué conocimiento? en que estaban ante de Jesús, que Jesús es el Mesías, que Jesús es el Hijo de Dios, que Jesús tiene todo el poder, que Él puede hacer todo lo que quiera, que Él tiene el poder de hacer los milagros, si ellos hubieran tenido fe solamente en estas cosas, se hubieran quedado ciegos, ellos tenían que creer ¿en qué cosa? En esa cosa puntual, ¿cuál era la cosa puntual? Señor, ahora mismo, nosotros vamos a recibir la vista aunque hayamos nacido ciegos, eso era lo que debían creer.
¿Cuál es el problema nuestro muchas veces? Que si tan sólo declaramos las Escrituras porque las conocemos, declaramos todo lo que el Señor hizo a nuestro favor y lo declaramos una y otra vez, no vamos a recibir aquello que Dios ya conquistó para nosotros, lo vamos a recibir solamente si lo creemos. Así que cuando vemos que lo esperado no lo recibimos, en vez de frustrarnos, en vez de ponernos tristes, lo que debemos darnos cuenta, es que el Señor está permitiendo esa situación, ¿para qué? Para enseñarnos a despojarnos de toda clase de incredulidad y que aprendamos a pasar del conocer al creer.
Esto es lo que Jesús estaba haciendo cuando les dijo a sus discípulos, «Porque ustedes tienen muy poca fe. Porque en otro pasaje de Mateo 17:20 les dijo: De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!»
En estas palabras se condensa una realidad espiritual muy poderosa que no es sólo para los discípulos sino para nosotros, y es esta, si la voluntad revelada de Dios es obrar en una situación, entonces nosotros ya contamos con el poder que el Señor nos ha concedido para esa tarea.
Cuando nosotros pensamos en incredulidad, generalmente la pensamos sólo como incredulidad hacia Dios, es decir, cuando escuchamos que Jesús dijo que era una generación incrédula, incluidos los discípulos, podemos creer que ellos eran incrédulos hacia Jesús o incrédulos hacia Dios, eso no era el punto, ¿hacia qué eran incrédulos? Eran incrédulos hacia aquello que ya poseían dentro, hacia el poder que ya los habitaba y no digamos que no, que tantas veces dice la Escritura que el poder que resucitó a Cristo de los muertos está en nosotros, pero la realidad es que muchas veces somos esa clase de incrédulos, incrédulos a creer que somos capaces de tener semejante poder dentro de nosotros.
Pero esto es lo que nosotros debemos de creer a partir de ahora, tenemos que salirnos de las estructuras religiosas y teológicas para entrar en la realidad espiritual.
Por eso, y terminando, cuando el apóstol Pablo declaró: y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, él estaba resumiendo en una frase, la única manera que tenemos los creyentes para vivir todos los días de manera cotidiana conforme al Señor.
La vida diaria es una confrontación continua con la realidad y la realidad nos presenta pruebas continuas, es ahí donde cobra validez la fe del Hijo de Dios que nos ha sido concedida, ser victoriosos en esa confrontación resulta simplemente de la fe de Cristo manifestándose a través de nosotros a cada momento.
Es por la operación de esa fe, es por el desarrollo de la fe, es por la manifestación de esa fe, que en la vida cristiana regular, diaria y cotidiana, nosotros demostramos que somos victoriosos por naturaleza.
Amados, nuestra condición de victoriosos nadie nos la puede robar, lo que el diablo quiere robarnos, ¿sabe qué es? Nuestra experiencia de victoria, él no puede robarnos nuestra condición pero puede estorbarnos para quitarnos la experiencia.
Por eso, en el nombre de Jesús, ahora vamos a orar declarando que empezamos a vivir todas las experiencias de victoria que Cristo ya conquistó por nosotros.
Señor, te damos gracias por este día, te damos gracias por este tiempo de tu Palabra, te damos gracias porque tu victoria es rotunda, te damos gracias porque lo que Tú has dicho y lo que Tú has hecho a nuestro favor, es un sí, es un amén, es una realidad, y no vamos a permitir que el diablo nos robe las experiencias de victoria que Tú ya nos diste.
Vamos a comenzar a creer que el poder de resurrección está en nosotros, porque se levanta una generación, viene un tiempo donde el Libro de los Hechos se va a volver a repetir en la Tierra, pero con una potencia superior a ese Libro, antes que sea el día del fin, antes de tu venida y creemos que nosotros formamos parte de esa generación que sale por las calles a sanar enfermos, a limpiar leprosos y a resucitar muertos, en el Nombre de Jesús.
Señor gracias por tu victoria, la queremos experimentar cada día, y lo haremos en el poderoso Nombre de tu Hijo Jesús. Gracias Padre, amén, amén.
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