en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Damos muchas gracias al Señor de que una vez más podamos estar reunidos a la luz de la Palabra, y realmente cuando lo pensamos, es un verdadero privilegio el saber que la Palabra puede dirigir y guiar y conducir nuestras vidas. ¿Por qué lo digo? Porque si bien la Palabra está al alcance de cualquier persona, para los hijos de Dios, la Palabra tiene una dimensión diferente, porque el Espíritu Santo nos la revela y hace que nuestro espíritu pueda comprender la profundidad que la Palabra contiene, no sólo para conocerle y para saberla en nuestra mente, sino mucho más profundo, para vivirla, para experimentarla todos los días, y para que todas las áreas de nuestra vida vayan cambiando conforme a la verdad revelada de la Palabra en nosotros.
Y precisamente en este tiempo que vamos a compartir juntos, quiero que hablemos algo que tiene que ver con la verdad de Dios.
Y voy a empezar diciendo, que el mundo en el que vivimos se ha vuelto cada vez más, lo llamaría, relativo. ¿Qué quiero decir? El mundo ha perdido conceptos que debieran ser absolutos en diferentes asuntos importantes de la vida. Obviamente, cuando esos conceptos son absolutos siempre van a ser, por lo general, conforme a Dios para que la vida funcione como Dios la planeó, pero en realidad, el mundo está muy lejos de esa realidad y por ende no le ha quedado otro remedio más que ir relativizando las verdades y acomodándolas a su manera de pensar, a sus gustos de vida y a sus realidades internas, que están muy lejos de la realidad que Dios planeó para el ser humano. Obviamente, este hecho surge porque el mundo vive apartado de Dios y todos somos conscientes de eso.
Pero además hay algo que para mí es muy notorio, y pareciera que si alguien tiene una opinión o una postura diferente a la que la sociedad plantea, esa persona empieza a ser marcada, empieza a ser mirada con otros ojos, muchas veces se la denomina anticuada por su forma de pensar y por sus expresiones, y como alguien que no respeta los derechos de su prójimo.
Esta actitud para nosotros como Iglesia, puede ser amenazante, ¿por qué? Porque nosotros sabemos que tenemos una función en el mundo y nuestra función es compartir el evangelio de Cristo que trae salvación, que trae libertad y que trae sanidad a todas las naciones, pero puede ser amenazante el querer expresar el evangelio y la verdad de Dios, en un ámbito donde todo es juzgado conforme a lo que la cultura dice, conforme han avanzado los tiempos y conforme a la independencia del ser humano con respecto a Dios.
Ahora, hay un aspecto muy importante que la Palabra remarca con respecto a esta realidad y lo vamos a ver juntos, precisamente en la Palabra leyendo el libro de Romanos, la carta de Pablo a los romanos en el capítulo 1, dice de esta manera:
“Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo
contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos,
que con su maldad obstruyen la verdad.
Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios
es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado.
Porque desde la creación del mundo
las cualidades invisibles de Dios, es decir,
su eterno poder y su naturaleza divina,
se perciben claramente a través de lo que él creó,
de modo que nadie tiene excusa.
A pesar de haber conocido a Dios,
no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias,
sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos,
y se les oscureció su insensato corazón.
...
“Cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador,
quien es bendito por siempre. Amén.”
Romanos 1: 18-21; 25 / NVI
Por lo que acabamos de leer, la Palabra establece que todo lo que se puede conocer de Dios ya ha sido revelado por Él. Siempre digo que Dios no anda jugando a las escondidas como muchos piensan, mucha gente pone como excusa y argumento que le cuesta mucho encontrar a Dios, que no sabe cómo buscarlo y cómo encontrarlo, pero el pasaje nos muestra con toda claridad que en todo lo creado Él se ha dado a conocer a la humanidad para poner su sello de grandeza, que nadie más podría poner y para que todo ser humano sepa que Él es el único ser superior que nos ha creado y que tiene un propósito y un plan con nuestras vidas.
Ahora, la realidad que la humanidad en general vive es otra a la que Dios ha planteado desde el inicio. El pasaje nos revela un punto central, porque la raíz de que la humanidad tenga cada vez menos valores, menos principios que rijan su vida y viva cada vez más lejos de Dios, es porque rechaza, niega y obstruye la verdad de Dios.
El problema central de la humanidad es con respecto a la verdad de Dios, esa verdad divina es rechazada una y otra vez por los seres humanos que prefieren seguir, ¿en qué? en sus propios razonamientos, y la Palabra dice que son razonamientos inútiles. Pero lo peor es que esos razonamientos que no tienen sentido están guiados por gustos, por preferencias, por culturas, por la modernidad de los tiempos, pero esos razonamientos provocan algo muchísimo peor y es que el corazón se oscurezca cada vez más. Es decir, la maldad del ser humano niega toda posibilidad de entendimiento en la mente del hombre y hace que el hombre se aparte cada vez más de Dios, y cuando se enfrenta a la verdad de Dios, en vez de reconocerla y sujetarse a ella, la niega y hace todo lo posible a través de su maldad para obstruir el paso normal de la verdad y que esa verdad haga su trabajo en la vida.
Sin embargo, es irrisorio pareciera, pero eso mismo que rechazan es la única solución para la vida del ser humano.
Es decir, la verdad que las personas rechazan es la única que los puede sacar de la condición en la que están.
Ahora, quiero sumar algo que es una verdad inamovible y permanente que Jesús dijo y que todos sus hijos ya experimentamos, dice así la Palabra:
“Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él,
y les dijo:
—Si se mantienen fieles a mis enseñanzas,
serán realmente mis discípulos;
y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”
Juan 8: 31-32 / NVI
Quienes ya hemos reconocido a Jesucristo como el Señor de nuestras vidas nos hemos encontrado con la verdad que nos hizo libres de la esclavitud de nuestra propia maldad, pero no se trata de un conocimiento intelectual y mucho menos pasajero, sino de la experiencia espiritual que hace de la verdad de Dios la única verdad para la vida.
Por ello Jesús, si nos fijamos en el pasaje, le dijo a esos judíos que habían creído en Él, que serían verdaderos discípulos si se mantenían fieles a sus enseñanzas.
¿Qué significa esto para hoy, para nosotros, para la Iglesia? Nosotros podemos levantar la bandera de tener la verdad de Dios, pero si esa verdad no va moldeando nuestras vidas, modificando nuestros pensamientos, cambiando nuestras perspectivas para ver las cosas como Dios las ve, tendremos una verdad teórica, una verdad que no se aplica a el diario vivir del creyente.
Por lo tanto, aunque queramos y tengamos la mejor buena voluntad de expresar esa verdad a la gente que nos rodea, la verdad va a carecer de sentido, ¿por qué razón? porque la verdad, no es verdad en sí misma. Sí, por supuesto que lo es, pero la verdad no está siendo modelada en nuestras propias vidas.
Por eso, en realidad lo que nos debiera pasar es exactamente lo contrario.
¿Qué quiero decir? Para los creyentes debiera ser una realidad en el corazón y en la mente, que ya no estamos dispuestos a conducir nuestras vidas fuera de la verdad de la Palabra. Es decir, una vez que hemos conocido la verdad de la Palabra y que conocemos al Señor, cada vez más ya no queremos volver atrás, ya no estamos dispuestos a deshacer los pensamientos que el Espíritu de Dios está sembrando en nuestro espíritu, en nuestro corazón, en nuestra mente, para volver a los pensamientos anteriores. Sabemos que aquello de lo cual Dios ya nos libró, ahora no puede regresar a nuestras vidas, por eso, la actitud normal de todo creyente debiera ser, que nosotros no estamos dispuestos de eliminar la verdad sino, por el contrario, ahora queremos conducir nuestra vida tal cual la Palabra nos lo dice, porque ya hemos comprobado que lo que la Palabra dice es una verdad liberadora para nosotros.
Por esa razón, sabemos que esta misma verdad que se aplicó a nuestras vidas es la que tiene el poder de hacer libre a cualquier persona, por eso Jesús dijo, si ustedes se mantienen firmes en mis enseñanzas, en mi Palabra, van a ser realmente mis discípulos.
Pero luego agregó, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres.
El permanecer en la Palabra, en hacer de la Palabra nuestra única verdad, hace que la verdad se descubra ante nuestros ojos y ante nuestro espíritu, para darnos cuenta que esa verdad de Dios realmente trae libertad en todo lo que podamos vivir, sentir, pensar y planear.
Ahora bien, hay algo más que dice la Palabra y que está referido en la primera carta del apóstol Pablo a Timoteo, el capítulo 3 y el versículo 15, dice de esta manera:
“Para que, si me retraso,
sepas cómo debe portarse uno en la familia de Dios,
que es la iglesia del Dios viviente,
la cual sostiene y defiende la verdad.
1 Timoteo 3:15 / DHH
Tremendo versículo de la Palabra, ¿por qué razón? porque todos nosotros, como la Iglesia de Cristo que somos, debemos tener claro quiénes somos y cuál es nuestro rol en el mundo, y aquí este versículo dice un aspecto de nuestro rol y de nuestra función en el mundo que es crucial para que haya una transformación en el mundo que nos rodea, somos los únicos que podemos y debemos exponer y sostener la verdad de Dios ante un mundo totalmente rendido a la maldad y a la mentira del diablo.
Podríamos nosotros argumentar que mientras vamos creciendo, tal vez nos tenemos que ir acomodando a la verdad de Dios, que algunas cosas de la verdad de Dios nos cuestan, pero yo quisiera que levantáramos nuestra mirada para dejar de ver lo más cercano a nosotros y sobre todo dejar de enfrascarnos en nuestra propia vida, y lo que quiero decir, Iglesia, es que estamos en el mundo, no para seguir mirándonos a nosotros, estamos en el mundo para mirar a la gente que nos rodea y a un mundo, que literalmente ya está perdido y muere por no conocer la verdad. Los únicos que podemos transmitir la verdad y sostenerla con nuestra manera de vivir somos los integrantes de la Iglesia.
Quiere decir, que cuanto más vivamos la verdad y la practiquemos en nuestras vidas, cuanto más la verdad esté transformando todo lo que somos, hacemos y decidimos, mayor peso tendrá esa verdad a la hora de exponerla y de transmitirla a la gente que nos rodea, esa gente no se encontrará con una palabra, no se encontrará con un mensaje predicado, se encontrará con algo que define su vida por el bien o por el mal, que define su vida para acercarse a Dios o para decidir seguir viviendo lejos de Él, que define su vida para tener un futuro y una eternidad totalmente transformada o un presente y una eternidad en ruinas lejos de Dios.
Quiere decir que para nosotros, la verdad de Dios tiene que ser una realidad tan arraigada en todo nuestro ser, que haya claridad de quiénes somos y lo que debemos hacer en este mundo.
Ahora, pareciera que a nuestro alrededor hubiera un bombardeo mental y espiritual cada vez más dañino que de alguna manera pretende callar y apagar la verdad, esto puede provocar que nos sintamos atemorizados a la hora de decir la verdad y que pensemos que si decimos la verdad tal cual es, vamos a quedar mal, vamos a herir a alguien, vamos a, tal vez, estar en contra de lo que el resto de la sociedad está diciendo, como yo decía al principio, vamos a parecer anticuados o vamos a parecer personas que no respetamos los derechos de los seres humanos. ¿Cuál es el riesgo para nosotros? Que si le damos lugar a eso en nuestra mente lo que vamos a hacer es empezar a minimizar la verdad de Dios, es decir, en vez de exponerla con toda claridad vamos a empezar a rebajarla y acomodarla a nuestro entorno, a lo que dicen los demás, a exponerla inclusive de una manera que nadie se sienta ofendido; y la realidad es que cada vez que ha venido una verdad de Dios y se ha expresado una verdad de Dios, siempre alguien ha visto sembrar su vida.
Cuando revisamos los evangelios y notamos las cosas que Jesús le dijo a muchas personas que lo siguieron o que pretendían seguirlo, nos damos cuenta que esas personas llegaron con todos los bríos, con toda la energía de querer seguir a Jesús y con una sola frase, posiblemente que Jesús les dijo, dieron un paso para atrás y se volvieron a su casa y ya no estuvieron dispuestos a seguir a Jesús, porque la verdad que libera, es una verdad desafiante, es una verdad que define al ser humano para inclinarse por lo que es de Dios o para inclinarse a seguir rechazando a Dios, y entonces considerar que esa verdad de Dios no tiene lugar en su vida.
Debemos recordar que nuestra función es mantener la verdad y proclamarla, porque sabemos que sin la verdad el mundo se pervierte cada día más y está muriendo cada día más.
Ahora, vamos a algo más que precisamente el apóstol Pablo le escribió a Timoteo en la primera carta, en el capítulo 2 lo encontramos registrado desde los versículos 1 al 6, dice así:
“Ante todo recomiendo que se hagan peticiones,
oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios
por toda la humanidad.
Se debe orar por los que gobiernan
y por todas las autoridades,
para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica,
con toda piedad y dignidad.
Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador,
pues él quiere que todos se salven
y lleguen a conocer la verdad.
Porque no hay más que un Dios,
y un solo hombre que sea el mediador entre Dios y los hombres:
Cristo Jesús.
Porque él se entregó a la muerte
como rescate por la salvación de todos
y como testimonio dado por él a su debido tiempo.”
1 Timoteo 2: 1-6 / DHH
¿Qué está haciendo el Espíritu Santo aquí a través de la Escritura de Pablo?
Nos instruye a orar, a interceder, a suplicar y también a ser agradecidos al Señor por toda la humanidad. Tal vez usted en este momento esté diciendo, a ver, a ver, a ver, un momentito, pero si yo estoy viendo la realidad de la humanidad y estamos hablando que esa humanidad rechaza la verdad, cómo yo puedo darle gracias a Dios por esa humanidad. La realidad es que para Dios no hay nada imposible, lejos este de nosotros creer que por las condiciones en las que vemos a la humanidad, entonces la verdad dejó de tener efecto y el Espíritu Santo no tiene el poder para transformar la vida de la gente, muy lejos esté de nuestro pensamiento, porque la verdad espiritual y la realidad en el Reino de Dios es que donde llega la verdad de Dios y hay un corazón dispuesto, el Espíritu Santo se encarga de transformar ese corazón, de transformar la mente, de volver los corazones hacia el Padre y de derrumbar toda la serie de argumentos que una persona pudo haber levantado en contra de Dios. Porque cuando alguien reconoce que necesita a Dios con todo su ser, entonces esa persona está dispuesta a recibir y a tomar la verdad de Dios para su vida.
Por eso, el Espíritu nos pide a nosotros, como Iglesia, oren, supliquen, pidan, intercedan y también den gracias, tengan una acción de gracias a Dios por toda la humanidad, pero suma, oren también por los que gobiernan y por todas las autoridades, ¿para qué? Para que podamos gozar de una vida tranquila, pacífica, donde sobre todo podamos expresar nuestra vida de comunión con Dios con absoluta libertad, sin impedimentos, sin trabas y sin dificultades; de esta manera, también el pasaje nos muestra que se va a cumplir el deseo del Señor, ¿y cuál es el deseo el Señor? Dice claramente aquí:
Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador,
pues él quiere que todos se salven
y lleguen a conocer la verdad.
Mi hermano y mi hermana, tenga presente siempre algo: Dios, mucho mejor que nosotros, conoce la condición de la humanidad. Pero como la fe de Dios no se extingue, no se apaga, ni se detiene, Dios sigue diciendo, mi deseo es que toda persona llegue al conocimiento de la verdad, Yo sé que rechazan mi verdad pero Yo quiero que lleguen a conocerla, porque solamente cuando la conozcan serán verdaderamente libres.
Quiere decir, que esa verdad comienza reconociendo que hay uno solo que puede actuar como mediador entre Dios y los hombres; y es Jesucristo, ¿y porque Él es el único mediador? porque es el único que pagó el precio del rescate de nuestras vidas, es el único que se entregó para que realmente la esclavitud que cargábamos fuera soltada de nosotros y ahora fuéramos libres desde adentro.
Amados, una de las cosas que se rechazan constantemente, es que solamente se puede llegar a Dios a través de Jesucristo. Seguramente usted lo ha escuchado muchas veces, se dice que hay muchas maneras de llegar a Dios, se dice inclusive que hay muchos dioses y que lo bueno para el ser humano es que conserve o mantenga algo de espiritualidad más allá del tipo de dios en el que haya decidido creer, esto es otra artimaña del diablo para confundir la mente ya oscurecida del ser humano y hacerlo pensar que cualquier clase de dios puede salvarlo.
La realidad de la Palabra es que hay un solo Dios y hay una manera, una única manera de conocerlo, es a través de Jesucristo.
Por eso, cada vez que nosotros expresemos la verdad de Dios, siempre en medio de esa verdad, ¿quién va a estar? Jesucristo, Él va a estar presente porque Él es el único que tiene el poder para liberar al ser humano, ¿y por qué tiene ese poder? porque fue el único que pagó el precio, Él se puso en nuestro lugar, Él cargó con nuestra debilidad, Él llevó la oscuridad de nuestra mente, Él cargó sobre sus hombros nuestra maldad y nuestro rechazo, no sólo a la verdad sino a Dios mismo, y llevó todo eso a la cruz para saber que a partir de su resurrección Él podía entregarnos una vida que transformara todo lo que éramos, pero una transformación que sale desde adentro y que entonces transforma nuestro entorno.
En nosotros debe haber definitivamente la convicción y la seguridad de que solamente la verdad de Dios en todos los aspectos de la vida humana, tiene un poder liberador.
Pero quiero leer un versículo más y este versículo con el que vamos a terminar se me hace muy relevante, es corto pero es muy relevante, porque une la verdad de Dios a algo muy importante que es parte de la esencia de Dios mismo, dice así:
“El amor no se deleita en la maldad,
sino que se regocija con la verdad.”
1 Corintios 13: 6 / NVI
Es muy importante darnos cuenta que hablar la verdad ante un mundo, que por naturaleza la rechaza, no significa ser duros, ser fríos, mucho menos ser legalistas, no es cuestión de decir, es que yo ya le dije la verdad y allá él o allá ella, si quiere o no quiere creer es un problema de él... No, la realidad es que muchas veces hacemos eso para esconder el enojo que nos provoca ver el rechazo de personas cercanas a la verdad de Dios, pero lo que la Palabra nos muestra, es que por supuesto que el amor no se deleita en la maldad, pero no tiene problema con aquel que la practica, podemos rechazar el pecado pero siempre vamos a comprender la situación en la que está todo pecador, reconociendo que algún día nosotros estuvimos en esa misma condición y de esa condición es la que Dios nos sacó a través de su verdad.
Por el contrario, dice el versículo, que el amor se regocija con la verdad... Es decir, el amor hace que la verdad se muestre de la manera que debe mostrarse para que a quienes escuchan la verdad digan, eso es lo que yo necesito para ser libre, esa verdad es la que tiene que funcionar en mi vida para que mi vida sea transformada, para que las personas que nos rodean quieran conocer la verdad que nos hizo libres.
Cuando somos fríos, cuando somos duros, cuando somos legalistas, cuando marcamos una línea de separación con la gente que no conoce la verdad, lo que estamos haciendo es alejándoles la posibilidad de reconocer que Dios los ama y que a través de su verdad los quiere liberar, aunque esa verdad suene muy difícil a su mente que está oscurecida, pero si la creen con todo su corazón esa libertad los va hacer libres.
Por lo tanto, nosotros debemos y podemos proclamar la verdad con la seguridad de que cualquier persona que crea en ella, será totalmente libre y vivirá al igual que como vivimos nosotros hoy, dedicada a Dios.
Amados, me gustaría que reflexionáramos por un momento y que en nuestro propio corazón nos hiciéramos algunas preguntas: ¿Cómo está funcionando la verdad de Dios en mi propia vida? ¿Qué hago cada vez que el Espíritu Santo me revela una verdad que yo todavía no conocía en la profundidad en la que el Espíritu me la mostró? ¿Soy dócil para tomar esa verdad y reconocer que esa verdad como todas las otras verdades que forman parte de la gran verdad de Dios va a liberar mi vida en algún área, va a traerme luz en algo que yo no había visto y sobre todo va a hacer que algo de mi vida se ordene conforme al Reino de los cielos? ¿Tengo docilidad para ello? O cuando viene la verdad de Dios, primero presento mis argumentos ante el Señor de por qué esa verdad es suficientemente difícil para que en este momento de mi vida yo la pueda aceptar, recibir y practicar.
Quisiera que nos preguntáramos también, cuando expresamos la verdad de Dios hacia quienes nos rodean, ¿con qué corazón lo estamos haciendo? ¿Cuál es nuestra expectativa a la hora de compartir el evangelio y la verdad de Dios? Nosotros, ¿estamos contando por anticipado con el no de la gente a la que le estamos compartiendo la verdad de Dios? Si hay un no antes de hablar, lo que voy a recibir es no, porque como hubiera dicho Jesús, conforme a mi fe va a ser hecho, pero si yo tengo la convicción de que expresar la verdad de Dios llena, revuelta y mezclada con el amor de Dios que inunda mi corazón, esa verdad va a impactar el corazón y la mente de la gente y que esa persona va a reconocer que esa verdad es la única que lo puede hacer libre, entonces voy a ver delante de mis ojos el mayor de los milagros que puedo ver y es que una persona pase de la oscuridad a la luz, que una persona pase de verse a sí misma como alguien fuerte, alguien que puede hacer las cosas a su manera, alguien independiente, alguien que no necesita a Dios, a una persona que ahora se rinda ante el Señor y le diga, yo te necesito, yo te rindo mi vida, a partir de ahora no quiero vivir sin ti.
Ese milagro está por ocurrir cada vez que nosotros compartimos la verdad de Dios con la autoridad que Dios nos ha dado, pero revestida con el amor de Dios que inunda nuestros corazones.
Por eso, al terminar quiero que oremos juntos al Señor y con la convicción que nos da el Espíritu Santo. Y esta Palabra que hoy hemos compartido, vamos a orar creyendo que la verdad de Dios, en primer lugar, sigue actuando en nuestras vidas con poder, que lo que somos hoy no lo seremos mañana porque Dios seguirá revelando su verdad en nuestro interior y seguirá formando a Cristo a través de su verdad, y nos espera un camino de mayor gloria cada día más en todas las áreas de nuestra vida.
Pero en segundo lugar, vamos a orar para que cada vez que expresemos la verdad de Dios, sepamos que hay una condición en el mundo que ya le reconocemos fácilmente, pero que esa condición va a cambiar porque al llegar la verdad de Dios con el amor de Dios, eso va hacer que el Espíritu Santo transforme la mente, el corazón y el deseo de toda persona para estar dispuesta y entregarse a Cristo con todo su ser.
Oramos, Padre, en el nombre de Jesús, te damos muchísimas gracias por poder ver a través del Espíritu y por tu Palabra, lo que significa que la verdad tuya haya llegado a nuestras vidas.
Señor, definitivamente tu verdad nos ha transformado por completo, tu verdad ha hecho las personas que hoy somos, no lo logramos por nuestro esfuerzo Señor, no lo logramos por ser más hábiles que otros en comprender tu verdad, no se trata de un asunto intelectual, no es una capacidad natural. Señor, tu verdad en principio rompió la dureza de nuestro corazón para que pudiéramos comprender que de la única manera que podíamos vivir, era rindiéndonos a ti con todo nuestro ser. Y por eso te alabamos, porque pudimos comprender que había un solo mediador entre Tú, Padre, y nosotros. Y hoy te alabamos Jesucristo, por la obra transformadora que hiciste en la cruz y porque a través de esa obra nosotros alcanzamos el perdón de nuestros pecados, la liberación de todo nuestro ser, y hoy podemos estar en comunión contigo Señor, con absoluta libertad y podemos disfrutar de la libertad que solamente viene por ti.
Señor, queremos que cada día que pasa, esa verdad tuya que nos sigue revelando a través de tu Palabra y por medio del Espíritu, siga actuando en nuestro interior, que no haya un solo día de nuestras vidas donde nos encuentres reacios a algún aspecto de tu verdad, que no haya un solo momento en donde escuchemos una verdad tuya o recibamos una verdad tuya, de la manera en que nos la quieras hablar, o a través de quien lo quieras hacer, en la cual digamos, eso creo que no es para mí, eso es muy fuerte, eso no es para este momento, es que por las circunstancias que estoy viviendo no puedo aceptar esa verdad...
Señor, que jamás eso nos ocurra, que siempre encuentres un corazón dócil y dispuesto para recibir la verdad de primera mano, así como la has transmitido a nuestros espíritus, y que haya un anhelo profundo de vivir a partir de ese momento, por esa verdad.
Señor, en segundo lugar, te pedimos por este mundo que nos rodea. Señor, cada uno de nosotros, tu Iglesia, en los diferentes rincones del mundo, compartimos tiempo y conocemos a mucha gente que no te tiene, que no te reconoce, que te sigue rechazando y que sobre todo rechaza tu verdad, vemos los resultados y las consecuencias de eso, nos damos cuenta Señor, que su mente sigue oscurecida y que siguen envueltos en su maldad, pero Señor, para ti no hay nada imposible y no hay corazón suficientemente duro para que tu verdad no lo pueda ablandar y transformar.
Por eso, hoy oramos Señor, declarando como nos lo ha pedido, que esta humanidad va a recibir tu verdad por la acción del Espíritu Santo, en el nombre de Jesús.
Oramos, declarando e intercediendo con toda la fe que has depositado en nosotros, que la humanidad está preparada para escuchar la verdad y para recibirla, que la humanidad tiene sed de escuchar la verdad, que la humanidad está deseosa de escuchar algo que de verdad la transforme, está cansada de escuchar muchas aparentes verdades en las cuales han creído y no se ha producido absolutamente nada, pero hoy declaramos que tu verdad va realmente a mover los corazones de las personas, va a transformar la mente, va a quebrantar la dureza del corazón.
Y veremos hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos, rendidos a ti y reconociendo que a partir del momento que escucharon tu verdad decidieron entregar sus vidas y vivir bajo tu gobierno.
Señor, si lo hiciste en nosotros, lo puedes hacer con cualquier persona, por eso te alabamos, por tu verdad, te alabamos porque es una verdad liberadora, es la única verdad que puede transformar al ser humano. Y Señor, te alabamos porque esa verdad sigue teniendo poder el día de hoy, esa verdad sigue siendo vigente el día de hoy, aunque algunos puedan decir que el mensaje parece anticuado, la verdad es más vigente que nunca, y esa verdad seguirá presente en todo tiempo, en toda cultura, en toda nación, y esa verdad va a seguir transformando la vida de la gente para que Tú puedas tener más hijos en tu gloria, Señor.
Te bendecimos, te honramos, te damos toda la alabanza que mereces, y te agradecemos Señor, porque realmente disfrutamos de tu verdad y somos quienes anunciamos la verdad, somos aquellos que sostenemos y defendemos esta verdad y la proclamamos a los cuatro vientos, porque nuestra propia vida es un reflejo de que tu verdad, es una verdad que libera y que transforma.
Bendito sea tu Nombre, te damos toda la gloria y te agradecemos con todo nuestro ser, en el nombre de Jesucristo. Amén y amén.
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