Por qué esperar que alguien más lo haga
Hernán Cipolla
20 de April de 2014
El texto contenido en esta página fue tomado literalmente de lo expresado verbalmente
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Quiero pedirles que vayamos juntos a la Palabra, en Isaías, el capítulo 6. Vamos a leer Isaías 6, desde el versículo 1, y yo lo voy a hacer en la Nueva Versión Internacional, dice así la Palabra:

"El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime,
sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo.
Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas:
con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies,
y con dos volaban. Y se decían el uno al otro:
«Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso;
toda la tierra está llena de su gloria.»
Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas
y el templo se llenó de humo.
Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido!
Soy un hombre de labios impuros
y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos,
¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!»
En ese momento voló hacia mí uno de los serafines.
Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar.
Con ella me tocó los labios y me dijo:
«Mira, esto ha tocado tus labios;
tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado.»

Entonces oí la voz del Señor que decía:
—¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?

Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!"
Isaías 6:1-8 / NVI

Sin duda este pasaje es muy particular en la Escritura, Isaías tuvo una visión gloriosa del Señor, pero es muy importante notar el tiempo en que Isaías tuvo esa visión; dice el versículo 1 que fue el año de la muerte del rey Uzías.
Uzías fue un buen rey de Judá, ¿por qué digo buen rey? Porque él agradó al Señor con sus acciones; pero su muerte ocurrió cuando el gobierno estaba a cargo de su hijo Jotán.
Le voy a explicar por qué Uzías no estaba gobernando. En realidad, lo que había pasado es que después de un tiempo, él se había enorgullecido por su poder, y en esa arrogancia, él decidió entrar al templo para ofrecer incienso y una ofrenda al Señor.
¿Saben que detrás de él fue el sacerdote Azaría y ochenta sacerdotes más? Cuando lo vieron entrar al templo, corrieron detrás de él y se pararon en frente para frenar lo que iba a hacer el rey, y Azarías le dijo, usted sabe que esto solamente lo podemos hacer los sacerdotes de Dios.
¿Y saben cuál fue la respuesta de Uzías? Se llenó de furia, se enojó que lo estuvieran deteniendo y no le permitieran ofrecer ese sacrificio al Señor, pero el Señor que está presente en todas las cosas y es testigo de todo, permitió que sobre la frente de Uziás viniera lepra. A partir de ese momento y hasta que murió, la lepra no lo dejó.

Ustedes saben que en Israel una persona con lepra debía ser apartada del pueblo, por lo tanto tuvieron que hacer que su hijo Jotán tomara el gobierno; en medio de esa situación el rey Uzías muere, y en ese mismo año que él muere, Isaías tiene esta visión del Señor.

¿Por qué hago notar todas las circunstancias? Porque en cualquier tiempo que vivamos, siempre vamos a vivir momentos difíciles y situaciones complicadas, cuando posiblemente estamos buscando al Señor, pero vemos que todo en la nación está en contra de Dios.
Un problema muy habitual de Israel y de los reyes, era que aunque los reyes hicieran lo bueno, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios a dioses paganos, y los altares a esos dioses paganos no se destruían nunca, y casi ningún rey se atrevía a tirar abajo toda esa adoración pagana que hacía el pueblo. Por un lado, hacían lo recto delante del Señor, pero por otro lado, había un pueblo que no quería honrar a Dios.

¿Qué pasa cuando vivimos momentos y circunstancias demasiado difíciles? ¿Cuando todo lo que nos rodea parece ponerse negro? Lo único que podemos hacer es mirar al Señor.
Quiero que preste atención a esto, en medio de esas circunstancias particulares de toda una nación, fue cuando Isaías tuvo esta visión gloriosa del Señor.
No podemos, nosotros, en las circunstancias difíciles, nublar nuestra mirada y dejar de mirar al único que es digno de ser mirado. Por eso, la Palabra en el Nuevo Testamento nos dice, que fijemos la mirada ¿en quién? En Jesús, el autor y consumador de la fe. Porque cuando nuestra mirada está en Él, entonces dentro de nuestro interior se renueva un espíritu de fe, un espíritu de confianza plena, para saber que en medio de las circunstancias Dios tiene el control de todas las cosas.

Ahora fíjense, ¿qué clase de visión tuvo Isaías del Señor? Lo vio sentado en el trono.
A ver... yo puedo mirar aún al Señor, de muchas maneras, lo puedo mirar como el consolador, lo puedo mirar como el amigo, lo puedo mirar como el confidente, lo puedo mirar como el que escucha todas mis oraciones; y no hay ningún problema con eso, pero solamente cuando veo al Rey de reyes y Señor de señores coronado de toda la gloria, de toda la majestad, de todo el honor, que está por encima de todas las circunstancias, entonces puedo tener la convicción de que aunque todo lo que me rodee esté mal, el Señor tiene un propósito y lo va a llevar a cabo.
Así que, amada Iglesia, cuando mires al Señor, tienes que mirar al Señor coronado de gloria.

Yo me atrevería a decir, y es un atrevimiento personal, que Isaías estaba viendo al Señor ya resucitado y ascendido del cual nos habla la Palabra en el Nuevo Testamento.
Isaías tuvo una particularidad en su ministerio, el Señor le dio muchas palabras acerca de Cristo, muchas cosas acerca del Señor, usted las va a ver reflejadas y anticipadas por boca de Isaías, esta clase de gloria y de esplendor es la que muestra al Señor cómo hoy está en los cielos, un Señor que fue puesto por encima de todo, y que el Padre le dio ese honor de estar por encima de todo, porque Cristo pagó el precio y merecía ser exaltado por encima de todo.
Ahora, es evidente, que cuando cualquier persona se encuentra con el Señor de esta manera, sienta lo mismo que sintió Isaías, ¿qué le pasó? Él dijo así, ¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!

Miren, la condición humana se enfrenta ante la condición de todo poder del Señor, y cuando estamos ante esa presencia llena de gloria y de poder, lo único que logramos ver de nosotros mismos, es la clase de bajeza que hay en nuestra persona. Así que no hay nada para criticarle a Isaías, no es que no tuviera fe, no es que no supiera que Dios lo amaba, es que la grandeza de la gloria de Dios, lo único que pudo hacer, es que él se viera como era tal cual.
Pero ahí viene el toque especial de Dios. Uno de los serafines de los cuales leímos, tomó un carbón encendido con una tenaza, y de manera figurada en su visión, tocó los labios de Isaías y le dijo, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado.

Amados, cuando nosotros nos encontramos con la grandeza de Dios, con la misma gloria del Señor, la reacción natural será ver nuestra condición, pero lo que el Señor volverá hacer hacia nosotros, es mostrarnos que podemos vivir libres en su presencia, Él nos va a recordar una vez más, que nuestra maldad ha sido borrada, que todo nuestro pecado ha sido perdonado.
Por eso, nuestros labios están puros para hablarle a Él, pero nuestros labios también, están puros para hablar de Él, porque el Señor estaba haciendo algo particular en la vida de Isaías.

Ahora, les conté todo esto para llegar al punto al que quiero llegar.
¿Quién tuvo la visión? Isaías. Muy bien, todos estamos de acuerdo.
¿El pasaje muestra que alguien más, junto con Isaías, hubiera tenido la visión en el mismo momento? Aparentemente Isaías está solo, ¿está bien?
Ahora vamos a notar qué dijo el Señor:
Entonces oí la voz del Señor que decía: — ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?

A ver, pareciera como que el Señor hubiera tenido una audiencia de más de uno. ¿Por qué? Porque si estamos nosotros aquí, y somos varios, podríamos entender que Dios nos diga, — ¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Pero si Dios te está mostrando algo a ti de manera personal, no podría decirte más bien, quiero enviarte a ti, y tú irás en nuestro nombre. ¿Por qué el Señor no lo dijo así? ¿Por qué hizo estas preguntas? ¿Por qué habló como al aire, como si Isaías no pudiera comprender el mensaje del Señor?
¿Qué le parece? ¿Por qué? Por voluntad, ¿en qué sentido? Que Isaías tenía que querer.
Amados, Dios muchas veces nos habla de manera personal, muchas veces nos dice de forma directa lo que quiere de nosotros, pero muchas veces el Señor puede hablarnos como le habló a Isaías, lanzando una pregunta al aire como si muchos pudieran escuchar, pero la respuesta a cualquiera de las dos maneras de hablar de Dios, va a depender de la actitud de nuestro corazón.
Isaías no le dijo al Señor, no hay nadie más aquí, Padre, ¿a quién otro podrías enviar si estoy yo solo? ¿Me estás hablando de manera indirecta? ¿Hay algo que me quieres decir y no estoy entendiendo?
¿Cuál fue la respuesta inmediata de Isaías al Señor? —Aquí estoy... —Aquí estoy... —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!

Se supone que la Iglesia está llena de hombres y mujeres que se entregaron incondicionalmente al Señor, pero muchas veces, el Señor nos está hablando de manera general y no de manera individual, y a veces sólo estamos esperando la voz directa del Señor a nuestras vidas, porque si me habla directo le voy a responder directo, pero si habla general, tengo la duda si fue para mí.

La respuesta al Señor nunca depende de la manera en que Dios habla, la respuesta al Señor depende de mi corazón.

¿Sabe cuántas veces, personas que no estaban recibiendo una palabra profética, y estaban escuchando lo que el Señor le decía a otra persona, recibieron de Dios algo personal, porque en ese momento supieron que el Espíritu Santo estaba hablándoles? Y el Señor no le estaba diciendo personalmente, eres tú; pero en su lugar, la persona estaba diciendo, yo sí... yo lo recibo... yo lo quiero... yo lo voy a hacer, y arrebataron lo que aún, posiblemente la misma persona que recibió la palabra no pudo arrebatar.

Iglesia, el Señor hoy sigue diciendo a los cuatro vientos, ¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?
¿Sabes lo que Dios está esperando? La respuesta, personal e incondicional de cada uno de nosotros.

En los tiempos de Isaías, pocas personas podían responder como él lo hizo.
En el presente, todos los nacidos de Dios podemos responder como él lo hizo.
Nosotros hemos recorrido un camino que Isaías no había podido recorrer, pero él, porque conocía y amaba al Señor, pudo recorrer; pero si Dios se lo hubiera dicho a toda la nación, la nación no tenía la vida de Cristo, la nación no estaba renovada interiormente, la nación seguía blasfemando en contra del Señor, la nación seguía dándole la espalda al Señor, y no podría haber dicho, —aquí estoy.
Pero hoy, toda la Iglesia puede decirle al Señor, —aquí estoy. ¡Envíame a mí!

Ahora quiero que vayamos al evangelio de Lucas, el capítulo 9; vamos a leer Lucas 9, desde el versículo 57; y vuelvo a leer en la Nueva Versión Internacional.
Conocemos muy bien estas palabras pero ahora las vamos a leer con detenimiento:

"Iban por el camino cuando alguien le dijo:
—Te seguiré a dondequiera que vayas.
 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos
 —le respondió Jesús—,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
A otro le dijo: —Sígueme.
—Señor —le contestó—,
primero déjame ir a enterrar a mi padre.
 —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos,
pero tú ve y proclama el reino de Dios
—le replicó Jesús.
Otro afirmó: —Te seguiré, Señor;
pero primero déjame despedirme de mi familia.
Jesús le respondió:
Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado
es apto para el reino de Dios."
Lucas 9: 57-62 / NVI

Quiero empezar diciendo, que cada uno de nosotros es consciente de que al entregarnos al Señor, nos hicimos sus discípulos, y como discípulos, no tenemos derecho sobre nosotros mismos, el discípulo está al servicio del Señor.

Ahora, vamos a releer por parte los versículos, el 57 y 58 dicen; Iban por el camino cuando alguien le dijo: —Te seguiré a dondequiera que vayas.
—Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

El tiempo y la sociedad en la que vivimos, nos obligan a ser demandantes de cosas materiales, dándole a lo material una importancia desmedida. Cuando Jesús le dijo lo que le dijo a esta persona, no le estaba queriendo decir, todo discípulo mío tiene que ser pobre, porque cuando uno lo lee, simplemente uno podría decir, Jesús dormía abajo de los árboles. No, aún la Palabra confirma, que Jesús tenía dónde dormir. ¿Qué es lo que le estaba queriendo decir a esta persona?
Si en tu corazón sigues buscando otras cosas que no sea Yo, tienes que medir el precio que hay que pagar porque sino no vas a poder continuar, va haber algo dentro tuyo que te eche para atrás en la decisión, porque no vas a estar dispuesto a lo que sea por mi Nombre.

¿Hasta dónde los discípulos del Señor estamos dispuestos a pasar cualquier clase de situación y necesidad por obediencia a la voz del Señor? Tenemos la tendencia amados, de estar ocupados y preocupados en hacernos un bienestar, y el Señor no tiene ningún problema de que vivamos bien, por el contrario, su bendición sobrepasa lo que podríamos imaginar. Pero la pregunta es, ¿hasta dónde yo estoy dispuesto por escuchar la voz del Señor a mi vida? ¿Qué podría yo dejar si el Señor cambia todas mis circunstancias? ¿Qué pasa si el Señor transforma el ámbito donde me desenvuelvo habitualmente? ¿Qué pasa si por obediencia a su voz, cuando Él había dicho,  — ¿a quién enviaré? y yo entusiasmado le dije, —aquí estoy. ¡Envíame a mí!?, entonces el Señor viene con las especificaciones del envío: este envío implica para tu vida, dejar todo lo que hasta ahora conoces, abandonar todo lo que te trae comodidad, dejar aquello en lo cual te sientes seguro, empezar a caminar un camino que nunca antes te mostré y que a medida que lo camines, recién te mostraré el siguiente paso a dar.
La pregunta es, ¿Cómo discípulos del Señor, hasta dónde estamos dispuestos nosotros, a obedecer esa clase de indicaciones del Señor?

Les dije antes, que todos los nacidos de nuevo somos discípulos del Señor, y ustedes ahora lo saben bien, porque les hemos enseñado, que nos hacemos a nosotros mismos discípulos cuando entregamos nuestra vida al Señor, desde ese momento hemos renunciado a todo por amarlo y por seguirlo, pero tú nunca puedes pensar que seguir al Señor es algo lírico, no es algo que simplemente ocurrió en un tiempo de emoción y ahí se quedó todo el llamado del Señor, yo casi me atrevería a decir, que de manera constante, la voz del Espíritu Santo está resonando en todo lugar para decir a sus discípulos, ¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?
Yo, hasta le podría dar ejemplos de personas que rechazaron el llamado de Dios por no estar dispuestos, que se quedaron a mitad de camino en el propósito de Dios.
El profeta Joe Rivera, cada vez que nos ve y no lo hace apropósito, nos recuerda que en esta ciudad hay una persona que debería estar con nosotros y no está, y el Señor sabe cuánto amábamos a esa persona, y el Señor sabe que esa persona lo amaba a Él, pero cuando llegó un momento de decisión para obedecer la voz del Espíritu, ese amado hermano no estuvo dispuesto a decir que sí.
Quiero decir, que no sólo perdió el propósito, perdió su vida física, falleció antes de tiempo, un cáncer no lo abandonó.

Amados, cuando el Señor hace resonar su voz en medio de la Iglesia, y en medio de su gloria, Él dice, ¿a quién enviaré? Está esperando la respuesta voluntaria de sus discípulos, Él está esperando quién de nosotros está diciendo en su interior, aquí estoy... Yo sé que no somos muchos pero para que no te confundas, aquí estoy, el que está sentado en la cuarta fila, en el tercer asiento, ése soy yo, ¿te recuerdo cómo me llamo? Mi nombre es Hernán, —aquí estoy. ¡Envíame a mí!

Cada vez, que adoramos y alabamos al Señor, su gloria se manifiesta, si ustedes estuvieron aquí y no en otro lugar, desde que inició esta reunión, habrán podido comprobar que su gloria está aquí, porque Él prometió estar en medio nuestro cuando lo adoramos y la presencia que se manifiesta es la del Señor resucitado, ascendido y glorioso. Es el que reina y gobierna por encima de todo, ese Señor es el que está en medio nuestro, y Él es el que dice una vez más, ¿a quién enviaré? y ¿quién irá por nosotros? ¿Quién irá por el Padre? ¿Quién irá por el Hijo? ¿Y quién irá por el Espíritu Santo?
¿Quién creerá que tiene labios puros para hablar de mí? ¿Quién tendrá la convicción que ha sido lavado por mi sangre, y que Yo le he dado autoridad para hablar en mi Nombre, y que no tiene nada que temer en mi presencia? Por el contrario, Yo te amo tal manera, que me agrada que estemos en la misma presencia juntos, lo único que quiero saber es, ¿a quién puedo enviar?

Por eso, y recién ahora puedo entender, que el Nuevo Testamento dice, aquel que anhela obispado, desea una buena obra; y todos hemos sido enseñados de que el llamado a los cinco ministerios viene directo de Jesucristo, y es una delegación que Él hace a nuestras vidas, pero ahora puedo entender, que hay muchos que le han dicho al Señor en la intimidad, cada vez que escucharon la voz del Espíritu hablar y cuando el Señor preguntó, ¿a quién enviaré? esos le dijeron, aquí estoy. ¡Envíame a mí!
Cuando oraban, Padre, yo quisiera poder ministrar en uno de esos cinco ministerios, no lo estaban haciendo por egoísmo, no lo anhelaban por orgullo, no querían ser más que los demás, anhelaban servir al Señor el resto de sus días; y el Señor escuchó ese clamor y les dio la unción que Él decidió darles.

¿De qué sirve que el Espíritu de Dios nos hable de manera directa y te diga, por nombre, lo que quiere de ti, si Él nunca puede escuchar, detrás de lo que te dijo, aquí estoy. ¡Envíame a mí!? ¿Cuántas veces, por esa influencia humana que tenemos sobre nuestra mente, empezamos a poner escusas delante del Señor? Nuestra reacción ante la gloria del Señor es, mis labios están impuros, estoy en medio de un pueblo blasfemo, y estoy viendo la gloria del Señor; y quisiéramos decir como Israel le dijo a Moisés, que Dios te hable a ti; si nos volviera a hablar una vez más de manera directa como lo hizo vamos a caer muertos; no queremos volver a escuchar a Dios de manera directa, que te hable a ti, tú dinos lo que Él quiere.
Volvemos a pensar de la misma manera, y cuando el Señor nos habla, y la única respuesta que está esperando es, ¿a quién enviaré? y ¿Quién irá por nosotros? Empezamos a decir, no puedo, Tú sabes que no puedo, soy impuro, no estoy preparado. A ver, no alcanzo a la dimensión de lo que me estás hablando, no puedo responder con fidelidad a tu llamado, espérame un tiempo volvamos a hablar de este asunto cuando pasen meses... Tal vez, si yo arreglo algunos asuntos de mi vida voy a estar listo para lo que Tú quieres, y cuando esté listo te prometo que te voy a decir, aquí estoy y que estoy listo para que me envíes.

Pero, ¿cuándo fue que el Señor te habló? Lo hizo ahora? ¿Él te preguntó ahora? ¿Tú le vas a responder dentro de meses? ¿Tú no sabes que la preparación viene después que le respondemos al Señor? Antes de responderle nunca vas a estar preparado. Mientras no respondas, nunca te vas a sentir listo; y ésa será la estrategia diabólica más perversa y sutil, para que nunca le puedas decir al Señor, —aquí estoy. ¡Envíame a mí!

Vamos al segundo ejemplo de lo que ocurrió con Jesús, versículos 59 y 60 dicen así;
A otro le dijo: —Sígueme. —Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
—Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.

¿Fue directo Jesús con esta persona, sí o no? Se lo dijo mirándolo, —Sígueme...  —Sígueme... Pero qué tremendo es que la mente humana siempre tiene un argumento en un segundo. Yo no sé a veces cómo hacemos para razonar tan rápido y siempre tener una respuesta. —Sígueme... Ok Señor, Ok. Déjame primero que vaya a enterrar a mi papá y luego te sigo.
¿Tiene algo de ilógico? Alguien podría pensar que el papá ya se estaba muriendo, yo lo dudo; lo que él estaba queriendo decir, a mi entender, déjame que primero se muera mi papá, pero mientras no se muera quiero estar al lado de mi papá.

Hay una palabra muy engañosa, primero déjame ir... Cuando yo soy capaz de decirle al Señor ante su demanda, primero déjame... tal cosa... ¿sabe qué le estoy diciendo indirectamente? Tú ahora no eres primero, primero hay algo o alguien más, entonces, eso que es primero capta mi atención. Entonces es mi prioridad, cuando yo ya no tenga esta prioridad, Tú entonces Señor, te convertirás en mi prioridad.
No hay nada más engañoso, porque cuando yo crea que me deshice de esa prioridad, va aparecer otra prioridad, y vamos a seguir pateando la bola más adelante.

A ver, el asunto aquí es, casi diría yo, es un asunto de lealtad, ¿a quién vamos a ser leales, al Señor que nos ha llamado o a los sentimientos que están en nuestro corazón?
Aunque después voy a hacer hincapié en esto, fíjense que Jesús le dijo, que fuera a proclamar el Reino de Dios. Parece una contradicción que no pudiéramos primero proclamar el Reino a los más cercanos.
Vamos a espiritualizar lo que dijo esta persona: si yo estoy con mi papá, yo puedo proclamarle primero a él el Reino, ¿no sería triste Señor, que yo le proclame a todo el mundo el Reino, y que por no habérselo proclamado a mi papá se vaya al infierno?
Yo quiero que analice la respuesta de Jesús. Por favor mire, ¿qué le dijo? En el versículo 60 está, —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos.
Con el permiso del Señor, voy a editar el versículo, con todo respeto Señor, deja que los muertos, espirituales, entierren a sus propios muertos.

Hay un secreto que necesitamos aprender, cuando yo me ocupo de lo que es del Señor, Él siempre se va a ocupar de cualquier cosa que me corresponda a mí o esté a mi alrededor. Pero hay algo inexcusable para esta persona, que Jesús fue claro con él, porque Él le dijo, —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios.
¿Jesús fue confuso con lo que le dijo? No, fue específico con lo que le dijo, —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, Yo no te estoy llamando a ocuparte de eso, tú ve y proclama el reino de Dios.
¿Acaso yo puedo tener dudas de que si Dios me está diciendo ve y proclama el Reino de Dios, Él no se va ocupar de los muertos espirituales que me rodeen? ¿Acaso el nuevo nacimiento depende de que yo esté ahí al lado, acaso no es una acción sobrenatural del Espíritu de Dios? Si el Señor me dijo, tú ve y proclama el Reino, Él va hacer que el Reino se les revele a los que a mi alrededor están muertos espiritualmente.

Leemos los últimos dos versículos, Otro afirmó: dice el versículo 61, —Te seguiré, Señor; pero primero... otra vez... déjame despedirme de mi familia.
Jesús le respondió: —Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.

Esto suena todavía más complicado de entender, ¿qué es lo errado en querer despedirse de la familia? ¿Cuánto nos puede llevar? A ver, si es una familia muy fervorosa, primero van a querer una cena, después de la cena, todos los parientes van a decir una palabra, y después van a venir los abrazos y los besos, y cuando llegue con la abuela Petrona, la abuela me va a tener media hora abrazado, ¿pero cómo me voy a ir sin despedirme de la abuela Petrona? ¡Es inhumano! A ver, es una despedida Señor, hagámoslo fácil, dime dónde vas a estar mañana en la mañana y yo te alcanzo, es como la última cena tuya con los discípulos; yo con mis parientes, ¿no? No puede ser tan complicado.
Pero para el Señor lo es, porque detrás de mis palabras hay algo que está revelando la intención de mi corazón, la famosa persona ésta, volvió a usar la palabra que el anterior había usado, pero primero... déjame ir a despedirme de mi familia.
Parece que el Señor tiene un problema con la palabra primero, la acepta en un solo sentido el Señor, para Él mismo. Pero, ¿saben que está justificado en la Palabra? ¿Acaso no dice la Palabra que el Señor es el primero y el último? Él nos anticipó.
Él es el primero y el último. Cuando yo me convertí en su discípulo, ¿qué es para mí, el Señor? Le agradezco al Espíritu Santo, porque a veces eso lo vemos tan grande, vemos primero y último para cuestiones universales, Él existía antes de que el mundo fuera creado y va a existir por la eternidad futura. Seamos un poquito más personales con el asunto, yo decidí hacerme discípulo de Cristo, ahora, Jesucristo es mi primero y mi último.
Así que, el Señor tiene un asunto ahí con lo primero, y aún diría, que con lo último, ¿por qué somos suyos todo el tiempo o por ratitos? Yo te voy a servir desde las ocho hasta las cuatro, de las cuatro y un minuto hasta las diez de la noche es mi tiempo libre. Toda la gente tenemos derecho a recreación, a pasarla bien, a descansar, a mirar un ratito la tele.
No, déjame decirte que sigues siendo el mismo discípulo cuando estás proclamando el Reino que cuando decidiste sentarte a ver una película, porque el Señor es el mismo. Usted piensa que el Señor, cuando te sentaste a ver una película, se sienta al lado tuyo y te codea, te dice, olvídate que soy el Señor vamos a pasar un buen rato juntos, no importa lo que veamos o lo que escuchemos.
¿El Señor deja de ser el Señor? No, es ese mismo Señor de gloria que se le presentó a Isaías, y que su gloria en forma de humo llenó el templo, y dijo en todo ese lugar, —¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?
¿No es el mismo Señor? Quiere decir, que yo tengo que ser el mismo discípulo, no puedo ser distinto.
Miren, muchas veces llamamos a las distracciones, algo así como ¡asuntos importantes! Esta persona tenía una distracción, la distracción era su propia familia de sangre, y creyó que eso que para el Señor era una distracción, para él era un asunto importante.
El Señor conoce el corazón humano, por eso puede responder como lo hizo con esta persona, sabe que hay muchas cosas en las cuales estamos perdiendo nuestro tiempo. Para nosotros, le hemos dicho al Señor, son asuntos importantes, y el Señor nos está diciendo, son distracciones, te están desenfocando de mi llamado a tu vida.

Amados, déjenme ser lo más práctico que yo pudiera ser, ¿cuántas veces no le hemos dicho al Señor, déjame primero terminar mi carrera? ¿déjame primero conseguir un nuevo empleo? ¿déjame primero que me pueda casar? ¿déjame primero educar a mis hijos?
Pero mientras yo le sigo diciendo al Señor, déjame primero... tal cosa, se me fue la vida... se me fue la vida, y cuando intento recuperar los años perdidos tenemos una enorme diferencia con el Señor, para nosotros, los años sí son muy importantes y cuestan, para el Señor no tanto, porque Él es eterno, pero para nosotros no hay forma de recuperar los años perdidos.
¿Qué más voy a esperar? ¿cuántos proyectos más están en mi lista? ¿cuántos objetivos a alcanzar que me he trazado para poder decirle al Señor, ahora sí —aquí estoy. ¡Envíame a mí!?
Por eso, el Señor muchas veces habla de forma general, porque está esperando que alguien, voluntariamente responda instantáneamente, porque cuando respondo instantáneamente, hice una acción espiritual muy poderosa, deshice toda mi lista porque ahora recibí la voz del Señor, y le dije,—aquí estoy. ¡Envíame a mí!
¿Qué va a significar eso? No lo sé. Pero estoy dispuesto, posiblemente sea algo parecido al primer caso que tuvo Jesús, necesitas dejar esto, esto y aquello, ¿por qué? Porque simplemente eso te va a quitar el sueño y no vas a poder seguirme, no voy a poder usarte como he propuesto hacerlo.

Hay algo demasiado importante que dijo Jesús al final; Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.

Una vez que yo me embarqué en este asunto y puse las manos en el arado, solamente puedo mirar para adelante, porque el arado depende de que mi vista esté fija en el surco que estoy haciendo; un surco torcido va a generar una cosecha defectuosa. ¿Ustedes se piensan que la gente de campo no sabe lo que está haciendo? Si fuera lo mismo, dejaría el surco atado a sus animales y que empiecen a caminar, total, si está un poco más a la derecha o un poco más a la izquierda eso no influye; para el campesino influye y mucho, él lo toma con su mano y aunque el animal hace la fuerza, la dirección se la da él al surco, porque él está interesado en tener una extraordinaria cosecha y tiene que hacerlo bien desde el principio.
Amados, una vez que pusimos la mano en el arado, me volteo a mirar atrás y ya la cosecha no va a ser igual.
Ésas palabras me demuestran, que lo que para la persona era importante, para Jesús era una distracción, porque lo único importante para el Señor era, ahora mira hacia adelante... mira hacia delante... estás aquí conmigo, mira hacia delante. Parece lógico despedirte, pero mira hacia delante, si te despides es mirar para atrás y si miras para atrás no eres apto para el Reino.

Cualquiera de estas actitudes que vemos reflejadas en este relato nos puede hacer pensar, que estar involucrados al cien por ciento en los asuntos del Reino, no es un asunto para nosotros y que hay otros que nacieron para esto.
Amados, eso no es así, para todos los que estamos aquí, el llamado del Señor es el mismo, —¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? No es que tengo un grupito, Yo a ese grupito les di algo especial desde que nacieron, Yo se los puse adentro, y por eso me pueden servir como me sirven; esto no viene por herencia, esto no vino de fábrica por nacimiento natural, esto vino de fábrica por nacimiento espiritual; y en eso, todos somos iguales, todos hemos recibido la misma vida de Cristo, todos estamos capacitados para responder, —aquí estoy, yo quiero Señor que me envíes a mí.
Así que, ¿vamos a seguir esperando que alguien más lo haga? ¿Vamos a esperar que alguien más responda o vamos a estar preparados para ser nosotros los que respondamos de forma directa?

Hoy, en esta presencia del Señor, el Espíritu de Dios vuelve a decir, —¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Estoy en medio de un pueblo perverso, la ciudad de Miami no es nada fácil Señor... Te purifiqué, tienes la autoridad para hablar de mí, para Mí no hay pueblo que pueda resistirse cuando mi pueblo me cree; pero sólo quiero saber una cosa, ¿a quién voy a enviar? ¿Quién va ir por nosotros?

Me gustaría que cada uno, en el lugar donde estamos, tengamos un tiempo de oración personal al Señor.

... Jairo quiero pedirte que pases por favor.

La respuesta individual va a traer la victoria corporativa, porque somos un cuerpo en Cristo y así nos ve el Señor cuando nos ve como Iglesia; pero esta Iglesia está compuesta de individuos que tienen que responder a este llamado del Señor de manera personal y voluntaria.
Así que, yo quisiera que oráramos al Señor en lo privado, personalmente, y le respondamos a Él.
Vienen tiempos, Iglesia, donde hay mucho para conquistar.
Recordarán que les dije en un momento, que les iba a hablar acerca de una de las respuestas de Jesús, a uno de ellos le dijo, tú ve y proclama el reino de Dios...
No quiero que piensen en un llamado específico, en una función concreta dentro del cuerpo, quiero que piensen en el llamado que todos los discípulos del Señor tenemos, tú ve y proclama el reino de Dios... tú ve y proclama el reino de Dios.
Posiblemente, las circunstancias naturales no cambien en nada, ¿pero sabes lo que va a cambiar? Que cuando te deshiciste de todas esas cosas que te molestaban, y cuando le dijiste al Señor, aquí estoy. ¡Envíame a mí! Entonces, en medio de ese lugar donde estás siempre, comiences a proclamar con autoridad que el Reino de los cielos se ha acercado, y eso es lo que la Iglesia tiene que hacer y lo que el mundo necesita escuchar.

Si mientras estoy en el trabajo sigo ocupado de mis asuntos, ¿cómo voy a tener tiempo, mente y capacidad para proclamar el Reino de Dios? Si cuando en la escuela solamente hablo de cualquier cosa con los compañeros y no tengo presente que le pertenezco al Señor, ¿cómo puedo yo proclamarle a ellos el Reino de Dios? Soy del Señor las veinticuatro horas del día, y en todo lugar donde yo esté, y ahí el Señor me ha enviado a proclamar su Reino.

Quiero dejarte un tiempo para que ores...

Señor, aquello que oramos de manera individual, Tú lo tomas como la acción de tu cuerpo en la Tierra, necesitas una respuesta personal y voluntaria a tu llamado, pero cuando cada uno de esos miembros del cuerpo te responde a ti favorablemente, entonces Tú tienes un cuerpo que te representa en la Tierra.

Señor, nuestra vida no tendría sentido sin ti, es más, aquellas cosas personales que pudiéramos lograr no serían nada si Tú no estuvieras en nosotros, porque no hay nada que nos pueda satisfacer sino solamente Tú, nada puede llenarnos ni darnos identidad como Tú lo haces. Un día decidimos entregarnos por completo a ti, y hoy somos conscientes que nos estábamos convirtiendo en discípulos, a partir de ese momento, perdimos todo derecho a nosotros mismos, pero aun así, la lucha de la voluntad es una que permanece durante toda la vida, y queremos, de acuerdo a la imagen de Cristo que está en nosotros, queremos responder como lo hizo Jesús antes de tener que ir a la cruz, quisiera Padre que pasaras este momento de mí, pero jamás se haga mi voluntad, solamente que se haga tu voluntad.
Así como Isaías en medio de unas circunstancias muy complicadas en la nación, pudo ver la gloria de tu presencia y de tu persona y escuchar tu voz que decía a los cuatro vientos,
—¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Hoy nosotros, discernimos esa misma voz en medio nuestro y queremos responder de la misma manera que lo hizo el profeta Isaías, —aquí estoy... yo, ¡envíame a mí! porque quiero que así lo hagas.

Padre, en cada lugar físico donde has establecido a tu Iglesia, hay un pueblo que está alejado de ti, hay un pueblo que blasfema de tu persona, hay un pueblo que sigue adorando a dioses paganos, hay pueblo que sigue hundido en sus propios pecados y solamente la voz de tu Iglesia se puede levantar, esa voz que está pura, que es limpia, porque Tú la has santificado con tu sangre, esa voz tiene autoridad para proclamar y para decir a ese pueblo perdido, hay esperanza porque el Reino de los cielos está aquí cerca, y todo aquél que cree en Cristo será llevado de esa miseria en la que vive, a una vida de victoria en el Señor.

Así que hoy, en la fe de Cristo Jesús, declaramos y proclamamos que cada miembro de tu Iglesia está diciéndote a ti, con toda su conciencia clara y con su voluntad involucrada en esto, —aquí estoy. ¡Envíame a mí!
Y que Tú levantas la voz de tu Iglesia en medio de las naciones, para que entonces el Reino sea proclamado y sea visto a través de la vida de la Iglesia, y muchos corran hacia ti porque vean que eres el único que puede cambiar las cosas. Nada más puede ser la satisfacción de nuestro corazón, nada más puede darnos tranquilidad en nuestro espíritu, nada más puede hacernos dormir en la noche en paz; sino solamente saber que estamos llevando a cabo tus propósitos.

¡Señor, inquieta a tu Iglesia en todos los lugares de la Tierra!
¡Señor, arráncala de su comodidad!

¡Señor, que despierte a sus distracciones!
Que pueda ver esos sentimientos más íntimos que la apartan de ti, para que no diga de labios para afuera, aquí estoy, pero luego viva para sí misma, sino que tu Iglesia en todo lugar de este mundo viva solamente para ti.

Gracias Señor, porque sabemos que Tú lo haces, porque Tú eres el dueño de la Iglesia, porque Tú la perfeccionas, porque Tú haces que el Espíritu Santo cambie la intención del corazón.
Por eso, te honramos y nos rendimos a ti, aquí estamos cada uno de nosotros, Señor, envíanos... envíanos... envíanos a proclamar tu Reino. En el nombre de Jesús. Amén.

(Canción...)
Haz de mí una ofrenda, de adoración a ti,
tómame y úsame, para exaltarte a ti.

Yo sólo quiero cantar, para ti Señor,
y mi vida entregar, como una ofrenda de amor.

Mi quebrantado corazón, lo rindo a tus pies,
me entrego totalmente, como tu siervo fiel.
Abre tú mis labios y yo te alabaré,
en sacrificio vivo, te doy todo mi ser.

Abre tú mis labios y yo te alabaré,
en sacrificio vivo, te doy todo mi ser.
Haz de mí una ofrenda, de adoración a ti,
tómame y úsame, para exaltarte a ti.

Yo sólo quiero cantar, para ti Señor,
y mi vida entregar, como una ofrenda de amor.

Mi quebrantado corazón, lo rindo a tus pies,
me entrego totalmente, como tu siervo fiel.
Abre tú mis labios y yo te alabaré,
en sacrificio vivo, te doy todo mi ser.

Abre tú mis labios y yo te alabaré,
en sacrificio vivo, te doy todo mi ser.

Yo sólo quiero cantar, para ti Señor,
y mi vida entregar, como una ofrenda de amor.

Yo sólo quiero cantar, para ti Señor,
y mi vida entregar, como una ofrenda de amor.

/// Abre tú mis labios y yo te alabaré,
en sacrificio vivo, te doy todo mi ser. ///

Sólo a ti Señor, ¿a quién más podríamos entregar nuestro ser? Sólo a ti Señor, sólo a ti, somos tuyos, siempre lo hemos sido aunque no lo sabíamos, y cuando ya lo supimos, ahora somos conscientes de que te pertenecemos, y Tú eres lo primero y lo último en nuestras vidas, lo llenas todo y lo eres todo.

Gracia Señor, gracias por tu Espíritu, gracias por volver a repetir, Señor, la pregunta una vez más,
 —¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?

Aquí está tu Iglesia Señor, la única que puede ir en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a proclamar al Rey de reyes, al Señor de señores, al que vive eternamente y para siempre, al que dio su vida en rescate de la humanidad, aquél que cambia las cosas en un instante por su poder, aquél, solamente aquél que hace milagros, aquél que transforma los corazones, aquél que trae convicción de pecado, aquél que produce arrepentimiento, aquél que merece la gloria, la honra, el honor, la alabanza, la adoración, y el poder.
A ti Señor, estamos rendidos incondicionalmente, en el nombre de Jesús, amén.


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