Lo que Dios planeó - Tercera parte
D. Dardano, D. Cipolla, H. Cipolla
28 de September de 2014
El texto contenido en esta página es solo un "bosquejo"
de lo expresado verbalmente en público.
Descargas>>  
 
VIDEO
 
AUDIO
  • Esta tercera parte de la serie de enseñanzas titulada Lo que Dios Planeó, está dirigida a todas las iglesias locales bajo la autoridad de este Ministerio apostólico-profético. La Biblia muestra algunas características generales de los equipos apostólicos y su labor en el Señor. A continuación haremos referencia a esas características, para describir algunas de las tareas que realizamos. Como todas ellas se fundamentan en la Palabra, no son el resultado de que hayamos escogido un estilo de trabajo acorde a nuestros criterios o personalidades.

 

    1. Paternidad espiritual:
      • Es la unción que el Señor concede para ejercer la función de un padre espiritual responsable que busca el crecimiento y el desarrollo pleno de un hijo. Por esta razón, los padres espirituales están habilitados para engendrar hijos espirituales, siendo su mayor anhelo ver a Cristo formado en ellos (ver Gálatas 2:20).
        Vamos a hacer algunas aclaraciones importantes para evitar una mala interpretación del verdadero significado de la paternidad espiritual a la  cual la Palabra hace referencia. Jesús dijo:
        “No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes” (Juan 14:18, NVI).
        En el contexto de estas palabras, Jesús estaba hablando del Espíritu Santo que recibirían quienes creyeran en Él. Por lo tanto ningún hijo de Dios es un huérfano, ya que Cristo habita en él por el Espíritu Santo. Jesús también dijo:
        “Y no llamen “padre” a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, y él está en el cielo” (Mateo 23:9, NVI).
        Estas palabras de Jesús son concluyentes, porque todos los hijos de Dios tienen un Padre celestial. Por lo tanto, la paternidad espiritual a la que nos estamos refiriendo, es una función que el Señor delega, y no anula ni reemplaza la paternidad de Dios. Jesús habló en términos espirituales y fue enfático en afirmar que ningún creyente debe llamar padre a nadie en esta tierra (esto no se aplica de los hijos hacia sus padres carnales). Siendo así, ningún verdadero padre espiritual estará buscando que lo llamen padre, porque su único objetivo es ver que Cristo sea formado en cada creyente.
        Otra aclaración importante. Es común creer que un cristiano que le predica el evangelio a alguien que se entrega a Cristo, es el padre espiritual de ese nuevo creyente, pero esto es un error. Predicar el evangelio es tarea de todo creyente, y eso no significa ser padre espiritual.
      • La paternidad espiritual es fundamental en un equipo apostólico, por la cual ese equipo puede desarrollar otras funciones que el Señor le delega. La Palabra muestra que la paternidad espiritual se ejerce en dos vías: hacia los ministros y hacia las iglesias locales.
        “… a Timoteo, mi verdadero hijo en la fe…” (1ª Timoteo 1:2a, NVI).
        “… Yo, Pablo… te suplico por mi hijo Onésimo, quien llegó a ser hijo mío mientras yo estaba preso” (Filemón 9b-10, NVI).
        “La iglesia que está en Babilonia, y que fue elegida juntamente con ustedes, les manda saludos, lo mismo que mi hijo Marcos” (1ª Pedro 5:13, RVC).
        “14 No les escribo esto para avergonzarlos sino para amonestarlos, como a hijos míos amados. 15 De hecho, aunque tuvieran ustedes miles de tutores en Cristo, padres sí que no tienen muchos, porque mediante el evangelio yo fui el padre que los engendró en Cristo Jesús” (1ª Corintios 4:14-15, NVI).
        “Saben también que a cada uno de ustedes lo hemos tratado como trata un padre a sus propios hijos” (1ª Tesalonicenses 2:11, NVI).
        “ Y ahora, hijitos, permanezcan en él para que, cuando se manifieste, tengamos confianza, y cuando venga no nos alejemos de él avergonzados” (1ª Juan 2:28, RVC).
        “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1ª Juan 3:18, RVC).
      • La mente humana suele clasificar e identificar a las personas en una sola función. Sin embargo, una persona puede recibir del Señor más de un oficio ministerial. Esta realidad se ve reflejada en apóstoles como Pedro y Jacobo (el hermano carnal del Señor Jesús), que también eran ancianos o pastores (ver 1ª Pedro 5:1, Hechos 21:18, NVI); en Juan, que también era anciano y profeta (ver 2ª Juan 1, 3ª Juan 1, Apocalipsis 1:1-2, NVI) y en Pablo, que también era maestro y profeta (ver 2ª Timoteo 1:11, 1ª Corintios 15:51-52, NVI).
        Por supuesto, es obvio que también existen los casos de quienes son constituidos en una sola función ministerial. En la segunda parte de esta enseñanza, nos referimos a la unidad ministerial indivisible de apóstoles y profetas, pero esa unidad no significa que todo apóstol sea también profeta o que todo profeta sea también apóstol. La unidad espiritual entre ambos ministerios es imprescindible para que la Iglesia reciba revelación sobre su fundamento, que es Jesucristo, pero no se puede aplicar al tema de la paternidad. ¿Por qué? Porque la paternidad espiritual está relacionada exclusivamente con el ministerio apostólico. Por esta razón, todos los pasajes bíblicos que leímos anteriormente fueron escritos por apóstoles, porque sólo a ellos les fue otorgada la unción de paternidad espiritual.
      • Alguien puede pensar que si el ministerio apostólico ha recibido del Señor el ejercicio de la paternidad espiritual, entonces el alcance de los otros cuatro ministerios es menor, pero esto no es así. Es interesante notar que ninguno de los cinco oficios ministeriales reemplaza al otro, sino que se complementan y potencian al trabajar en equipo, aportando cada uno de la unción recibida para la edificación de la Iglesia. Ahora bien, cuando una iglesia está bajo autoridad apostólica, la unción de paternidad espiritual abraza a toda la iglesia y fluye en todo el cuerpo. Es sumamente importante tener este criterio espiritual adecuado, para valorar la unción particular e irreemplazable de cada ministerio, y evitar que se sobredimensione inapropiadamente al ministerio apostólico.
      • Refiriéndonos ahora exclusivamente al Ministerio que el Señor nos encomendó, es habitual que algunas personas dividan la función apostólica de la profética  y piensen que este equipo está conformado por un matrimonio de apóstoles y dos matrimonios de profetas. Pero este pensamiento está equivocado. ¿Por qué? Porque no podríamos ejercer la paternidad espiritual si todas las personas que conforman el equipo no fueran apóstoles. En síntesis, si bien se pueden identificar distintas funciones ministeriales en la labor que realizamos, éste es un equipo de apóstoles, pero también con una unción profética que resulta indispensable para la tarea que el Señor nos encomendó.
    2. Vivir en un mismo espíritu:
      • Es uno de los resultados concretos y beneficiosos producidos por el fluir de la paternidad espiritual en la Iglesia. Un mismo espíritu es la evidencia de la unidad del Espíritu Santo en los hijos de Dios para que estén en acuerdo (ver Efesios 4:3, NVI), lo cual da como resultado tener una misma manera de pensar, sentir y hablar. “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1ª Corintios 1:10, RVR60).
        ¿Por qué Pablo, por el Espíritu Santo, le ordenó a la iglesia en Corinto que viva en un mismo espíritu? Porque necesitaba atacar la división que se estaba infiltrando en esa iglesia local. Toda división debilita a la Iglesia y daña la conciencia de los miembros, para que no perciban el sentido de unidad espiritual que existe entre ellos. En cambio, tener una misma manera de pensar, opinar y sentir, demuestra que todos los miembros del cuerpo están permitiendo que Cristo, como cabeza de la Iglesia, los gobierne. Así que vivir en un mismo espíritu es la única manera de que no existan divisiones en el cuerpo de Cristo.
      • La paternidad espiritual transmite la genética divina, es decir, todas las características de Dios aplicadas a la vida de sus hijos. Gracias a esa genética, el Espíritu Santo trabaja en todos los hijos de Dios para que estén unidos en una misma mente, la de Cristo, y así, puedan pensar y sentir lo mismo. Los pastores y los miembros de una iglesia local sienten y piensan igual que su autoridad apostólica, cuando reciben la genética de esa paternidad espiritual con espíritu dócil y dispuesto. Como los pastores trabajan de manera continua en la iglesia local, tienen una participación trascendente para que la genética de la paternidad espiritual se transmita eficazmente de la autoridad apostólica a los miembros del cuerpo.
    3. Cuidado y protección:
      • En el desarrollo de la paternidad espiritual, un equipo apostólico se entrega por completo en beneficio de la Iglesia. A través del cuidado y la protección, el cuerpo de Cristo es alimentado, resguardado, cubierto, perfeccionado, equipado, capacitado, e impulsado a alcanzar la plenitud de su propósito.
        “Y como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias” (2ª Corintios 11:28, NVI). “14 Miren que por tercera vez estoy listo para visitarlos, y no les seré una carga, pues no me interesa lo que ustedes tienen sino lo que ustedes son. Después de todo, no son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos. 15 Así que de buena gana gastaré todo lo que tengo, y hasta yo mismo me desgastaré del todo por ustedes. Si los amo hasta el extremo, ¿me amarán menos?” (2ª Corintios12:14-15 NVI). “19 Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes…” (Gálatas 4:19, NVI). “7 Aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido ser exigentes con ustedes, los tratamos con delicadeza. Como una madre que amamanta y cuida a sus hijos, 8 así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no sólo el evangelio de Dios sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!” (1ª Tesalonicenses 2:7-8, NVI).
      • En cuanto a este tema, la tarea que realizamos abarca a los ministros y sus familias, y a las iglesias que pastorean. Un objetivo primordial en todos nuestros viajes es invertir tiempo para ministrar a los pastores a nivel personal, matrimonial y familiar en todas las áreas de sus vidas, de modo que estén viviendo como Dios quiere, y el Espíritu Santo fluya con libertad en ellos. Esto es vital y fundamental para la salud y dirección de la congregación que pastorean.
      • También los pastores nos informan de todo lo relacionado con la iglesia local, como ser: la vida de los hermanos en todas las áreas, el desarrollo de los distintos ministerios, y las actividades que la iglesia realiza. Tratamos cada uno de los aspectos de la iglesia a profundidad y, si es necesario, intervenimos cuando surge una situación particular con algún miembro. Además, tenemos reuniones con las personas en las que se identifica un llamado ministerial del Señor, para guiar sus vidas. Aconsejamos a los pastores a que aprovechen bien el tiempo, para no invertirlo casi exclusivamente en atender problemas que presenten los hermanos, sino utilizándolo principalmente en guiar a la iglesia para vivir y mostrar el Reino de Dios. Siempre hacemos énfasis en que los hermanos estén involucrados en la tarea de hablarles a otras personas de Cristo. En nuestras conversaciones con los pastores, los instamos a estar atentos a lo que el Señor les muestre acerca de las variadas formas en que la iglesia local puede llevar a cabo su misión de compartir el evangelio.
    4. Doctrina apostólica:
    5. Es parte de la función ministerial de apóstoles y profetas establecer la doctrina apostólica, es decir, las verdades fundamentales que los apóstoles mencionados en el Nuevo Testamento enseñaron a la Iglesia (ver Hechos 2:42).

“Así que, hermanos, sigan firmes y manténganse fieles a las enseñanzas que, oralmente o por carta, les hemos transmitido”
      (2ª Tesalonicenses 2:15, NVI).

“7 Es que han salido por el mundo muchos engañadores que no reconocen que Jesucristo ha venido en cuerpo humano. El que así actúa es el engañador y el anticristo. 8 Cuídense de no echar a perder el fruto de nuestro trabajo; procuren más bien recibir la recompensa completa. 9 Todo el que se descarría y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguien los visita y no lleva esta enseñanza, no lo reciban en casa ni le den la bienvenida…”
      (2ª Juan 7-10, NVI).

      Por nuestra función apostólica, nos ocupamos de que la Iglesia reciba una enseñanza que esté acorde con la doctrina apostólica revelada en las Escrituras. Si por algún medio la iglesia recibiera una enseñanza errada, corregimos cualquier error doctrinal.


    1. Dirección y Orden:

      Son dos aspectos fundamentales de la labor apostólica en las iglesias, registrados en la Palabra.

“Ahora bien, hermanos, en cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, les pedimos que 2 no pierdan la cabeza ni se alarmen por ciertas profecías, ni por mensajes orales o escritos supuestamente nuestros, que digan: «¡Ya llegó el día del Señor!» 3 No se dejen engañar de ninguna manera…”
      (2ª Tesalonicenses 2:1-3a, NVI).

“Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que sus reuniones no se hagan acreedoras al castigo. Lo demás lo pondré en orden cuando vaya a verlos”
      (1ª Corintios 11:34, RVC).

      Las cosas no se pueden hacer de cualquier manera en las iglesias, sino que se requiere de una dirección espiritual concreta y un orden proveniente del Señor. Ésta es la tarea que realizamos en cada iglesia local, siguiendo la guía del Espíritu Santo.


  1. Alcance de la autoridad apostólica:
    • Es una autoridad espiritual de doble alcance. Por un lado es ejercida sobre los ministros llamados a desempeñar alguno de los cinco ministerios, desde el momento en que son establecidos en sus funciones. Por el otro, es ejercida sobre las iglesias locales.
      “En cada iglesia (Pablo y Bernabé) nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían creído” (Hechos 14:23, NVI, texto añadido).
      “17 Desde Mileto, Pablo mandó llamar a los ancianos de la iglesia de Éfeso. 18 Cuando llegaron, les dijo: «Ustedes saben cómo me porté todo el tiempo que estuve con ustedes… 20 Ustedes saben que no he vacilado en predicarles nada que les fuera de provecho, sino que les he enseñado públicamente y en las casas… 27 porque sin vacilar les he proclamado todo el propósito de Dios. 28 Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre… 31 Así que estén alerta. Recuerden que día y noche, durante tres años, no he dejado de amonestar con lágrimas a cada uno en particular” (Hechos 20:17-18a, 20, 27-28, 31, NVI).
      “Por eso les escribo todo esto en mi ausencia, para que cuando vaya no tenga que ser severo en el uso de mi autoridad, la cual el Señor me ha dado para edificación y no para destrucción” (2ª Corintios 13:10, NVI).
      Los pasajes leídos exponen pautas espirituales que aplicamos en nuestra labor. Por lo tanto, estamos facultados para establecer ministros en sus oficios ministeriales, y para que esos ministros y las iglesias locales a su cargo estén amparados por la autoridad espiritual que el Señor nos concedió. La relación que establecemos tiene el sello distintivo de un pacto, porque no se comienza un día para terminarlo al día siguiente, sino que es permanente.
    • Cuando un ministro decide romper el pacto por cualquier razón, y ya no seguir bajo la autoridad espiritual del Ministerio, no puede pretender que la iglesia se una a su decisión y deje de estar bajo la autoridad del Ministerio, porque la iglesia local no le pertenece al ministro. Cuando se da este caso, nosotros nos reunimos con ese ministro para hacerlo reflexionar en el Señor acerca de su decisión. También nos reunimos con la iglesia local, para que todos los hechos y argumentos sean expuestos, de manera que la iglesia misma discierna espiritualmente todo lo planteado. Llegado a este punto, los miembros del cuerpo deben decidir bajo qué autoridad permanecen, lo cual implica que ellos busquen la dirección del Espíritu Santo para tal decisión.
    • La Palabra muestra que no había apóstoles y profetas en cada iglesia local, sino que ellos, aunque estaban asentados en cierta ciudad, tenían autoridad sobre iglesias locales y viajaban para ministrarlas en tiempos específicos (ver 1ª Corintios 5:3, Colosenses 2:5, NVI). Lo que sí es evidente por la Palabra, es que los pastores permanecen en una iglesia local específica para hacer su labor. Ahora bien, en la actualidad es común ver que un solo matrimonio pastoral está a cargo de una iglesia, o que hay más de un pastor, pero a uno de ellos se lo denomina “pastor principal”, y los demás son “pastores asociados”. Éste modelo no está reflejado en la Biblia de ninguna manera, más bien, se puede observar que las iglesias locales eran conducidas por un equipo de pastores (también llamados ancianos) que tenían la misma autoridad, y que estaban bajo autoridad apostólica (ver Tito 1:5, Santiago 5:14, 1ª Pedro 5:1, 5, NVI).
      Así como fue explicado nosotros vivimos en cierta ciudad, pero la autoridad espiritual que el Señor nos ha dado la ejercemos sobre iglesias en diferentes países. En cuanto a los pastores, nuestro objetivo en el Señor es que todas las iglesias locales bajo nuestra autoridad se ajusten al modelo bíblico, y cuenten con equipos de pastores.


    Qué puede esperar un miembro de sus pastores

     

    • La función principal de los pastores es que: “… cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño” (1ª Pedro 5:2-3, NVI).
      Es evidente que pastorear significa una atención personalizada de cada hermano de la congregación para tratar todas las áreas de su vida a nivel personal, matrimonial y familiar. Si bien es cierto, los pastores deben enseñar la Palabra, el hecho de predicar en los cultos no es la única tarea a la que deben dedicarse, porque predicar no es pastorear. La tarea pastoral es ocuparse de la vida de los hermanos para guiarlos a que vivan la Palabra y a que no se conformen sólo con oírla como algo teórico y teológico que no transforma sus vidas. Deben conducirlos a crecer diariamente en el conocimiento de Jesucristo.
      Es conveniente aclarar que las autoridades espirituales pueden equivocarse en palabras o acciones, pero un error no los inhabilita en su función ministerial, ni les resta autoridad espiritual. Como humanos, y sin importar la tarea que desarrollemos, todos nos equivocamos. Ahora bien, si el corazón de un ministro es íntegro para con el Señor, los errores se corrigen sin dificultad, pero si hubiera falta de integridad ya no serían errores, sino una conducta inadecuada que debe ser tratada a profundidad. Por lo expresado, un ministro íntegro manifestará la humildad de Cristo estando dispuesto a reconocer su error, pidiendo perdón a quienes haya afectado.
    • Cualquier hermano que no permita el trabajo pastoral sobre su vida, está negando la función que el Señor le encargó a los pastores, que es cuidar su vida y guiarla, como ya fue mencionado. Un creyente que actúa de esta manera, demuestra seguir viviendo en el individualismo y no ajustarse al modelo de Cristo para su Iglesia. Al impedirle a los pastores realizar su tarea, el hermano se inhabilita a sí mismo para ser considerarlo un miembro de la iglesia local. En estos casos, los pastores no tendrán ninguna responsabilidad sobre su vida.


    Qué se espera de un miembro en la iglesia local

     

      • Entendiendo que todos los miembros de las iglesias locales bajo la autoridad del Ministerio reciben enseñanza que forma parte de la doctrina apostólica, se espera de ellos que estén dispuestos a vivir a la altura de la revelación que recibieron.
        “15 Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también. 16 En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado” (Filipenses 3:15-16, NVI).
        Según toda la enseñanza que estamos compartiendo, los hermanos debieran entender que no son parte de una congregación local, sólo para asistir a reuniones sin que haya cambios producidos por el Señor en sus vidas. Por lo tanto, estarán siempre dispuestos a ser ministrados por sus pastores, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que se produzcan cambios radicales en todas las áreas de sus vidas. Para esto es necesario comprender que el  Espíritu Santo siempre obra, pero los resultados dependen de la disposición del corazón humano.
        “Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas…” (Hebreos 13:17a, NVI).
      • En cada miembro de una iglesia local, debe existir una disposición natural a servir al Señor en todo lo que pueda. Ahora bien, el principio que establece la Palabra es que al servicio le antecede la fidelidad, porque es su fundamento.
        • ¿Soy fiel en darle al Señor lo que está consagrado a Él?
        • ¿Soy fiel con mis autoridades espirituales?
        • ¿Soy fiel para llevar a la práctica lo que mis autoridades me aconsejan?
        • ¿Soy fiel a la iglesia en la que el Señor me colocó o la critico?
        • ¿Soy fiel en mi relación de amor con mis hermanos o hablo de ellos a sus espaldas?

    “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros”

        (2ª Timoteo 2:2,  NVI).

        Todos los creyentes son idóneos y capaces para llevar a cabo alguna tarea de servicio, pero si no demuestran ser dignos de confianza, su servicio no tiene validez para el Señor. Por esta razón, todo miembro debe responder algunas preguntas reflexivas:

        Las respuestas sinceras a estas preguntas evidencian que tener el deseo de servir no es suficiente, sino que el Señor espera que el espíritu de fidelidad que habita en Él, sea una cualidad fundamental de nuestras vidas.



      • Si algún hermano ve que algo no está funcionando como corresponde en la iglesia local, u oye comentarios inapropiados sobre sus pastores o los hermanos, por amor al Señor y al cuerpo local, debe hablar con sus autoridades espirituales para comunicarles lo que está sucediendo. No lo hará con un espíritu de juicio, sino con un anhelo genuino de que el Señor ponga orden y restaure aquello que está dañando al cuerpo. Ésta es la acción espiritual que corresponde a un miembro responsable delante del Señor. Lamentablemente, en algunas oportunidades, hay hermanos que en lugar de proceder de esta manera, se contaminan porque prestan oídos a los comentarios inadecuados, o prefieren no hablar para “no meterse en problemas”, o deciden irse de la iglesia, sea porque tienen un problema personal con los ministros o con los hermanos, o porque ven tantos problemas, que en lugar de colaborar para una solución, eligen desaparecer. Por este tipo de actitudes hay hermanos que se transforman en “turistas eclesiásticos”, que siguiendo sus propios criterios, cambian de iglesia por cualquier causa, tantas veces como ellos consideren que deben hacerlo.
        “Digo esto, hermanos míos, porque algunos de la familia de Cloé me han informado que hay rivalidades entre ustedes” (1ª Corintios 1:11, NVI).
        Las acciones de la familia de Cloé sirven de ejemplo para mostrar a creyentes que aman al cuerpo local y exponen a sus autoridades cualquier situación inadecuada, para que a través de ellos el Señor ordene, corrija y sane a la iglesia. Son entendidos en lo que Dios planeó para su Iglesia. Quienes valoran la paternidad espiritual recibida y entienden que el Señor los colocó en la iglesia local de la que forman parte, saldrán de allí, sólo cuando sean enviados de acuerdo al orden del Señor.
      • Las autoridades de la iglesia local deben estar atentas al Señor para desarrollar todo plan que Él les muestre para la extensión del Reino de Dios. Sin embargo, muchos creyentes esperan esos proyectos para involucrarse y tener algo concreto que hacer en servicio al Señor. Y si no existe ningún plan, sólo asisten a los cultos y no tienen ninguna iniciativa para ocupar la mayor parte de su tiempo y fuerzas en compartir el evangelio a otros. Por otra parte, existen creyentes que se muestran inconformes porque sus autoridades “no les dan nada para hacer”. Esta forma de pensar y actuar es característica del espíritu religioso.
        Predicar a Cristo en todo tiempo y lugar para que las personas se conviertan en discípulos suyos, es la misión que el Señor le ha delegado a todos sus hijos, y ellos la llevan a cabo por amor a Él y a las personas que no lo conocen.

    • La Palabra es específica en cuanto a algunas funciones que tienen los miembros del cuerpo de Cristo:
      “Por su acción (la de Cristo) todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro” (Efesios 4:16, NVI, texto añadido).
      El hecho de que Cristo es quien edifica su cuerpo en amor, no significa que los miembros no tengan nada que hacer. Por el contrario, para que la obra de Cristo se perfeccione en la Iglesia, es indispensable que cada miembro realice la actividad propia que le fue asignada.
      Existe una idea generalizada de lo que significa “tener un ministerio” en la iglesia local, que suele entenderse como desarrollar un trabajo determinado que alguien nos encargó. Es habitual escuchar: “Yo sirvo al Señor en tal ministerio”, y pensar que eso significa que está desarrollando la actividad propia que el Señor le asignó como miembro del cuerpo de Cristo. Ante esta afirmación surgen algunas preguntas: ¿Tener un “ministerio” es lo que hace que un creyente desarrolle la actividad propia que el Señor le asignó? ¿Y si no tuviera un “ministerio”, no tendría actividad propia para realizar? Es evidente que cuando el Señor planeó la Iglesia, le asignó a cada miembro una función particular de por vida, para que la realice en todo lugar y en todo tiempo, y no que dependa de “tener un ministerio” para poder realizarla.
    • Lo que el Señor denomina la actividad propia de cada miembro, se puede ver reflejado en el cuerpo humano, en donde cada miembro colabora con el otro porque están ligados entre sí. Aplicando esta figura al cuerpo de Cristo, la actividad propia consiste en que cada miembro se preocupe por el otro (ver 1ª Corintios 12:25b, NVI), se interese por su vida, y con palabras y acciones colabore para que cada día su hermano juntamente con él, crezcan en la vida de Cristo que comparten. Esto no tiene nada que ver con “tener un ministerio”. De lo expresado surge una pregunta, ¿en qué estoy ayudando a mi hermano a crecer?

    Lo que Dios planeó es perfecto y cuando la Iglesia vive en el Espíritu ajustándose al plan del Señor, lo representa dignamente, y se muestra como la plenitud de Cristo. Vive con la expectativa de que el Señor viene pronto y, por esa razón, vive enfocada en hacer todo aquello que manifieste el Reino de Dios en el mundo.

    DANIEL DARDANO
    DANIEL CIPOLLA
    HERNÁN CIPOLLA
    Ministerio Apostólico-Profético “Generación en Conquista”
    __________________________________________________________________________________
    Temas relacionados:
    Mensajes y Enseñanzas  I  Daniel y Estela Dardano  I  Daniel y Marta Cipolla  I  Hernán y Leticia Cipolla