Lo que Dios planeó - Primera parte
D. Dardano, D. Cipolla, H. Cipolla
14 de September de 2014
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Jesús dijo: “… lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”(Mateo 19:6, NVI), refiriéndose al plan de Dios para el matrimonio. Aplicando este principio a todo aquello que Dios ha planeado, se puede afirmar: “lo que Dios planeó, no lo modifique el hombre”. Cuando el ser humano pretende modificar los planes de Dios sufrirá las consecuencias. Lo que Dios planeó jamás puede ser quebrantado. Por esa razón, cuando el ser humano trata de modificar lo planeado por Dios, no daña el plan, sino que se daña a sí mismo.
Esta serie de enseñanzas lleva por título: Lo que Dios planeó, porque tiene el objetivo de poner algunos fundamentos para todo discípulo de Jesucristo, sea que tenga poco tiempo de haberse entregado al Señor y estar integrado a una iglesia local, o que lleve años en ella. 

¿Qué busca toda persona cuando se entrega a Cristo? Ser salva de manera personal.

  • Precisamente, la Palabra afirma en 1ª Timoteo 2:4: “… pues él (Dios) quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (NVI, texto añadido).  La voluntad de Dios es que todos los hombres, es decir, cada persona que habita este planeta sea salva. Ahora bien, la salvación es para todos, pero es personal. El plan de Dios para la salvación fue enviar a su Hijo Jesucristo a este mundo para que seamos salvos a través de Él. Es por esta razón, que Jesús enseñó que la decisión de ser salvo o no serlo no depende de Dios, sino de la respuesta de cada persona hacia Jesús. El Señor lo afirmó al decir que: “17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18 El que crea en el Hijo de Dios no será condenado. Pero el que no cree ya ha sido condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios” (Juan 3:17-18, PDT). 
  • La perspectiva que las personas tienen de la salvación suele apoyarse en la necesidad personal. Por un lado, el individuo se ve a sí mismo pecador, perdido, condenado y camino al infierno y entiende que necesita recibir la salvación eterna. Por el otro, ve sus problemas cotidianos, sean personales, matrimoniales, familiares o laborales y sabe que sólo Dios puede librarlo. Por esta razón, lo que busca al entregarse a Cristo es doble: la bendición terrenal y la celestial. Poder recibir aquí y ahora prosperidad, salud y todo aquello que le permita disfrutar de la bendición de Dios en todas las áreas de su vida. En el más allá, tener la seguridad de la vida eterna y de un lugar en el cielo (ver Juan 14:1-4, NVI).
  • Evidentemente esta perspectiva es netamente individualista. Es obvio que todos los individuos somos importantes para Dios. El Señor no salva a la gente por grupos o familias, sino de manera individual. Pero el propósito que Dios tiene con sus hijos no es solamente su salvación individual.
  • Si para nosotros como hijos es más que suficiente el poder disfrutar de los beneficios terrenales y celestiales de la salvación, ¿por qué para el Señor no lo es? Porque su propósito es hacer de todos ellos uno solo, al insertarlos en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Solamente a través de la Iglesia, Dios lleva a cabo sus planes en la Tierra.

¿Cuáles son algunos resultados de que los hijos de Dios sean insertados en el cuerpo de Cristo?

    1. Romper con el individualismo. Para comprender esta acción de Dios, es necesario primeramente marcar la diferencia entre individualidad e individualismo. La individualidad se define como: Cualidad particular de alguien, por la cual se da a conocer (Diccionario RAE). A través de esta definición se comprende que la individualidad se caracteriza por los rasgos distintivos de cada persona que la hacen distinta a las demás. En cambio, el individualismo es: Tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales (Diccionario RAE). Comparando ambos significados, se llega a la conclusión de que no hay nada en común entre individualidad e individualismo. Tomando en cuenta que el individualismo tiene su base en la idea de ser independiente de los demás, es indispensable que Dios rompa con él, porque es la única forma de transformar a cada hijo suyo en un miembro que forme parte del cuerpo de Cristo y, a su vez, lograr que la unidad entre los miembros sea una realidad. Si un creyente considera que es normal ser una persona individualista, lo cual significa, propenso al individualismo (Diccionario RAE), es porque no percibe el profundo daño que le está haciendo al cuerpo de Cristo. En realidad, el individualismo es lo primero que el Señor ataca desde sus raíces en cualquiera que sea aspirante a discípulo. Después que Jesús dijo Si alguien quiere ser mi discípulo”, el primer requisito que expresó fue “… que se niegue a sí mismo…”(ver Lucas 9:23, NVI). ¿Y por qué fue el primero? Porque este requisito es el que tiene el poder de romper con el espíritu del individualismo, el cual describe muy bien la segunda definición del Diccionario RAE: Tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado. Mientras el individualismo exalta la supremacía de los derechos del individuo por sobre todo, Jesús le dice a todo aspirante a discípulo que para ser apto de seguirlo y pertenecer a Dios como hijo, debe renunciar voluntariamente a sus derechos, lo cual sólo se logra por la acción de negarse a sí mismo. 
    2. Dar sentido de pertenencia.
      En el ámbito de la vida natural decimos: “Yo pertenezco a la familia tal…”, ¿por qué decimos esto? Porque queremos sentirnos parte de…, tenemos la necesidad de pertenecer, es natural.
      •    Mientras que el individualismo nos aísla, el sentido de pertenencia nos hace experimentar lo que significa vivir integrados al cuerpo de Cristo.
      •    El sentido de pertenencia nos afirma en la identidad que tenemos de Cristo.
      •    Cuando vivimos unidos e integrados al cuerpo, compartimos la vida del cuerpo, que es la vida de Cristo.
      •    La integración produce confianza, seguridad, protección.
    3. Ser efectivos para el cuerpo. Efesios 4:15-16 (NVI) dice: 

“15 Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. 16 Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro”.

      Esta Palabra demuestra que Dios ve a sus hijos integrados al cuerpo de Cristo, cada uno como un miembro unido a los otros y no aislado. Dios colocó cada miembro donde Él quiso, para desarrollar una actividad propia y particular que Él mismo le asignó (ver 1ª Corintios 12:18, NVI). Ésta es la única manera de que el cuerpo se desarrolle armoniosamente, crezca y se edifique, funcionando en plenitud.

 

  1. Experimentar la victoria de Cristo. Jesús dijo: “… edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18b, NVI). La victoria sobre el diablo y la muerte fueron un hecho consumado por la obra de Cristo en la cruz. Quien venció al diablo fue Jesucristo y no nosotros. Esa victoria de Cristo fue transferida a la Iglesia y no a individuos salvados y aislados entre sí. El creyente experimenta la victoria de Cristo sobre la muerte sólo porque es parte de la Iglesia. Cuando el diablo ve al cuerpo de Cristo sabe que le es imposible vencerlo, porque la Iglesia es la extensión de Cristo mismo en la Tierra. 

¿Cómo el Señor planeó su Iglesia?

 

  1. Dios puso a la Iglesia sobre la Tierra para transmitir vida y no un sistema de credos religiosos. Por eso la Iglesia es el cuerpo de Cristo, la representación misma del Señor, y no una organización o institución religiosa. Por esta razón la Biblia dice: “… así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo” (Efesios 5:23b, NVI). Dios no puso un “director general de una empresa llamada Iglesia”, sino una cabeza que transmita y comparta con su cuerpo la misma clase de vida.
  2. Cuando existe una cabeza y un cuerpo, la sujeción de los miembros a la cabeza es algo natural y no algo impuesto. Jamás los miembros del cuerpo harían algo que la cabeza no haya ordenado. La Palabra afirma esta realidad diciendo: “Así como la iglesia se somete a Cristo…” (Efesios 5:24a, NVI).
  3. Lo antedicho tiene total armonía con lo que Jesús hizo desde el inicio de su ministerio en el mundo, al llamar a la gente que formaría parte de su Iglesia a ser sus discípulos. La característica primordial de cualquier discípulo es que hace lo que se le ordena y no lo que quiere o le parece. Cuando Jesús llamó a la gente a que le siguiera, dijo palabras que ningún maestro pudo decir: “Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que olvidarse de hacer lo que quiera. Tiene que estar siempre dispuesto a morir y hacer lo que yo mando” (Lucas 9:23, TLA). Estos requisitos de Jesús son tan determinantes, porque sólo a estas personas Jesús les prometió que les transmitiría su misma clase de vida. ¿Por qué? Porque todos ellos serían miembros de su cuerpo y estarían unidos a Él que es la cabeza.
  4. El Señor se aseguró que el inicio y el crecimiento de la Iglesia fuera el resultado natural de la manifestación y transferencia de su vida a través de los suyos. Por esta razón, la Iglesia está conformada por discípulos de Cristo y no por personas que se creen salvas y que sólo asisten a reuniones cristianas teniendo en mente algunos de los siguientes conceptos:
    •    Para cumplir con Dios.
    •    Porque en un mundo tan materialista es bueno agregar una cuota de espiritualidad a la vida.
    •    Porque la Biblia dice que no dejemos de congregarnos.
    •    Para recibir de Dios.
    •    Para “recargar las baterías espirituales”, a fin de enfrentar los problemas de la vida.
    •    Para tener una vida social activa con un grupo de “gente sana” con la cual compartir.

    Nada de todo lo anterior tiene que ver con el plan de Dios para su Iglesia. Lo que Dios planeóes que la Iglesia sea la transmisora natural de la vida de Cristo depositada en ella. En definitiva, la Iglesia está para dar de lo que tiene, porque lo ha recibido de Dios. Ésta es la representación que hace que el mundo conozca a Cristo a través de la Iglesia.

  5. La Palabra muestra que los discípulos de Cristo tienen una característica sobresaliente y es el amor por la Iglesia. “Todos los que habían creído eran de un mismo sentir y de un mismo pensar. Ninguno reclamaba como suyo nada de lo que poseía, sino que todas las cosas las tenían en común” (Hechos 4:32, RVC). Esta práctica es la máxima expresión de la ausencia de egoísmo y de que el individualismo no tiene lugar en la Iglesia, tal como Jesucristo la concibe.

Reflexiones

  • El individualismo forma parte vital del espíritu que gobierna a este mundo; los hijos de Dios hemos sido librados del individualismo al ser unidos a Cristo y a su cuerpo, de tal modo que somos uno con el Señor (ver 1ª Corintios 6:17, NVI).
  • Los discípulos viven entregados a Cristo y a sus propósitos en esta Tierra, y no entregan sus vidas en la concreción de propósitos personales terrenales y temporales (ver Romanos 14:8, NVI).
  • Los discípulos son conscientes que son el cuerpo de Cristo y que el Señor los ha colocado en una iglesia local a la cual aman con amor genuino (ver 1ª Pedro 1:22, NVI).


 

DANIEL DARDANO
DANIEL CIPOLLA
HERNÁN CIPOLLA
Ministerio Apostólico-Profético “Generación en Conquista”
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