Impertinencia sabia
Daniel Cipolla
02 de October de 2021
El texto contenido en esta página fue tomado literalmente de lo expresado verbalmente
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Siempre es un privilegio poder saludarlos a través de este medio, de este video que va a llegar a cada una de sus vidas y saber que no solo tenemos el privilegio de ser hijos de Dios, también tenemos el privilegio de que el Espíritu Santo habite en nosotros y que el Espíritu Santo traiga luz sobre la Palabra de Dios para que nuestra vida cotidiana vaya cambiando siempre de menos a más y para que la gloria del Señor en nosotros, cada día pueda ir en aumento.

Hoy les voy a mostrar algo que, en principio, va a parecer un poco extraño, pero para poder hablar de esto hay que hacer algunas reflexiones.

Primero, ¿cómo reaccionamos nosotros ante la impertinencia? ¿O ante una persona con una actitud impertinente? En general, reaccionamos mal, reaccionamos con disgusto porque es algo bastante desagradable y molesto de soportar.
Cuando vemos lo que significa un poco la impertinencia, nos damos cuenta que tiene que ver con decir o hacer algo que no tiene ningún propósito, algo que está fuera del lugar también, tiene que ver con una forma de molestar e importunar a alguien y hacerlo enojar. Obviamente, que hacer uso de la impertinencia es lo opuesto a lo que llamaríamos el buen tacto, o lo que llamaríamos el conducirse amablemente, cordialmente y con respeto.
Una persona que actúa de forma impertinente, es alguien que dice o hace cosas que la verdad no vienen al caso, es una persona generalmente molesta tanto sea en palabras como en acciones y es alguien excesivamente susceptible, que por todo muestra algún tipo de desagrado o pide o hace cosas que realmente están fuera de lugar o no tienen ningún propósito en sí mismo.
Y todo lo que acabamos de ver tanto de la impertinencia como del impertinente es correcto. Es más, todo lo que acabamos de decir acerca de la impertinencia forman parte de lo de las definiciones que brinda el diccionario.
Ahora, también el diccionario tiene una definición positiva de la impertinencia, cosa que me extrañó bastante, pero existe y dice, que tiene que ver con la curiosidad, tiene que ver con la prolijidad, es decir, el excesivo cuidado de algo, por eso a veces, se usa la expresión positiva. Esto... algo que está hecho, se dice, esto fue hecho con impertinencia, para dar a entender que cuando se hizo, se hizo con mucha minuciosidad.

Ahora bien, necesito hoy mostrarles algo que va a parecer absolutamente extraño pero que es espiritualmente vital en la vida de cualquier hijo de Dios, quiero decirle hoy, que existe una clase de impertinencia sabia, y de eso se trata este mensaje del Señor, que no solo es necesaria, no sólo es conveniente, no sólo es prudente sino que además el Señor, y ahora viene lo grave, nos ordena practicar,  sin importar que tan descabellada le suene a ustedes y a mí mismo la idea de ser impertinente para con el Señor. Pero vamos a ir despacito para entender lo que estoy diciendo espiritualmente y ver cómo el Espíritu Santo nos va a traer luz sobre esta realidad, que es una realidad espiritual.


Tanto los pasajes de Mateo capítulo 6, como Lucas capítulo 11, esos evangelios relatan la famosa oración que todos lo conocemos como el Padre nuestro, sin embargo el pasaje de Lucas es particular, porque el pasaje de Lucas hace ver, puso un ejemplo Jesús, que explicó un poco más profundamente lo que en verdad significaba lo que acababa de enseñarles a los discípulos acerca de lo que conocemos como el "Padre nuestro" o acerca de lo que conocemos, cómo orar, cómo debemos orar.

Vamos a leer este pasaje, se encuentra en Lucas capítulo 11 y voy a leer de los versículos 1 al 13 y dice así:

“Un día estaba Jesús orando en cierto lugar.
Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
—Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo: —Cuando oren, digan:
»“Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Danos cada día nuestro pan cotidiano.
Perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden.
Y no nos metas en tentación”.
»Supongamos —continuó—
que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche va y le dice:
“Amigo, préstame tres panes,
pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje,
y no tengo nada que ofrecerle”.
Y el que está adentro le contesta:
“No me molestes. Ya está cerrada la puerta,
y mis hijos y yo estamos acostados.
No puedo levantarme a darte nada”.
Les digo que, aunque no se levante a darle pan por ser amigo suyo,
sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite.
»Así que yo les digo: Pidan, y se les dará;
busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta.
Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra;
y al que llama, se le abre.
»¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado,
le dará en cambio una serpiente?
¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!»
Lucas 11: 1-13 / NVI

Fijémonos lo que ocurre aquí, de los versos 1 al 4 está la oración del Padre nuestro, cuando los discípulos dijeron al Señor enséñanos a orar, pero a partir del verso 5, que eso se toma un tiempo para poner un ejemplo y enseñarles algo a los discípulos y darle un mayor entendimiento de lo que en verdad significa orar; llama la atención además, que si ustedes miran los cuatro evangelios, Lucas es el único escritor que después de la oración conocida como el Padre nuestro registra este ejemplo.
La lectura del relato da a entender algo que es muy obvio; lo obvio es que la intención de Jesús fue, es y sigue siendo, que sus discípulos comprendamos que es fundamental la actitud que nosotros mantengamos ante nuestro Padre Dios al orar.

Ahora bien, vamos a pensar un poquito, la sola idea de que una persona vaya a la casa de un amigo a la medianoche cuando él y su familia están dormidos para pedirle comida, en este caso para pedirle unos panes porque le llegó un amigo de repente de viaje, es bastante imprudente, ¿sí o no? Sí lo es.
Por qué no decirlo, sería hasta desconsiderada. Sería más adecuado que esta persona haya buscado una solución que no involucrará molestar a terceros a altas horas de la noche. Nuestro sano juicio está muy de acuerdo con esa forma de pensar, con ese criterio, ¿sí o no? Claro que sí, pero según el juicio perfecto de Jesucristo, cuando se trata de la oración ante nuestro Padre Dios no es así, y quiero remarcar esto, conforme al juicio del Señor que es perfecto, cuando se trata de orar y traer las cosas ante el Padre Dios, no es así como el criterio humano piensa acerca de las cosas.

Ahora, quiero entrar un poquito más a la palabra traducida como impertinencia, esta palabra sí se tradujo en la Nueva Versión Internacional, significa literalmente, falta de vergüenza, significa sin vergüenza, se relaciona con ser insolente, descarado, inoportuno e irritar a otras personas con una petición continua y hasta grosera, todo eso significa.
Otras versiones bíblicas tradujeron el término de forma diferente, por ejemplo, como importunidad, por ser inoportuno, o como insistencia y términos similares.
Pero más allá de cuál sea la palabra que los traductores eligieron colocar, la idea en todos los casos es la misma, se trata de alguien que mantiene una actitud persistente, que además se rehúsa a recibir una negativa a su petición. Justamente con el propósito de mostrarnos cuál debe ser nuestra actitud ante el Padre Dios cuando estamos orando, es que Jesús justo usó esta clase de ejemplo, esta actitud al hacer las peticiones ante Dios se muestra no sólo ahí, si fuera sólo una vez podríamos dejarlo ahí pero no, esta actitud se muestra en varios relatos bíblicos y Jesús está involucrado en esos relatos.
Por ejemplo, vamos a leer otro relato que nos da a entender la misma, el mismo tipo de impertinencia.
En Lucas 18 del verso 1 al verso 8, que dice de esta manera:

“Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles
que debían orar siempre, sin desanimarse.
Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios
ni consideración de nadie.
En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle:
“Hágame usted justicia contra mi adversario”.
Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó:
“Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie,
como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia,
no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».
Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto.
¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?
¿Se tardará mucho en responderles?
Les digo que sí les hará justicia, y sin demora.
No obstante, cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará fe en la tierra?»”
Lucas 18: 1-8 / NVI


A ver, otra vez Jesús insistió ¿en qué? en la importancia fundamental de una impertinencia sabia utilizada sabiamente ante Dios, y en este caso el ejemplo también es tan extremo como el anterior, porque el juez que debía atender a la viuda en un hombre malo, sin temor de Dios, sin consideración de la gente, nada le importaba, dice que nosotros cuando oramos, el Señor nos ordena, no abandonar una petición ante Dios hasta que nosotros recibamos su respuesta. Al finalizar el ejemplo ¿qué dice Señor? enfatizó que esta clase de impertinencia sabia que es persistente, ¿qué es lo que muestra? muestra si en verdad al orar, escuche bien, lo hacemos con fe o no lo hacemos con fe.

No debemos olvidar que los cristianos tenemos algo muy claro, para nosotros orar es fundamental, es básico, pero muchas veces perdemos la dimensión de lo que en verdad significa la oración.
Pareciera como si el Señor estuviera esperando que nosotros oremos todos los días como si fuera una disciplina, algo así déjenme decirlo, como si fuera un deporte espiritual cristiano que debemos practicar todos los días para ser buenos creyentes. Claro que no, bajo ningún punto de vista.
Si se mira la oración desde ese punto de vista, equivocaremos la esencia y la naturaleza de la oración.
Lo que está buscando el Señor es que todas nuestras oraciones, por pequeñas que sean o por grandes que sean, se fundamenten en la fe, como lo dijo Santiago. Si vamos a pedir tenemos que pedir no dudando nada, porque el que duda es como la ola del mar va de un lado al otro y no va a recibir nada.
Es decir, el Señor con eso nos está diciendo de qué va a servir orar todos los días y hacer este deporte espiritual cristiano llamado oración, si cuando oramos realmente en nuestro interior estamos dudando.
Eso no es orar, eso es hablar sólo con las paredes y el techo que tenemos a nuestro alrededor.
La oración verdadera solamente es oración ante Dios porque se muestra por una insistente fe que no ceja en ningún momento. Esta fe, ¿cuándo se hace visible? se hace visible a través de una impertinencia que es sabia y que es persistente.

Pongo este ejemplo, pero este ejemplo no lo vamos a leer, luego usted puede tomar su Biblia y leer este pasaje que vamos a tocar, es Marcos capítulo 2 del versículo 1 al 12, vuelve a mostrarse otros casos de una impertinencia bastante fuerte en todos los sentidos, para darnos a entender, darnos un ejemplo de lo que significa orar ante el Padre con una impertinencia que sea sabia.
Este es el caso del paralítico que fue llevado por los cuatro amigos ante Jesús para que lo sanara. ¿Usted sabe lo que pasó? No se podían acercar en la casa donde estaba Jesús a causa de la multitud, no había forma de llegar hacia Jesús entonces, ¿qué hicieron? Tanto los amigos como el paralítico, que tuvo que estar de acuerdo, hicieron una abertura en el techo de la casa, imagínense eso, una abertura, y bajaron al paralítico delante de Jesús. No me diga que esto no es una impertinencia, ¿qué pensaría el dueño de la casa, no? Es una impertinencia absoluta, abrieron el techo para bajar a un enfermo y que Jesús lo sane, eso no se hace, eso un descaro, eso es una desfachatez, ¿sí o no? Eso es impertinencia.
Ahora ¿qué pasó cuando Jesús lo recibe? Lo reprende, ¿los reprendió porque era una acción muy temeraria? Les dijo, muchachos, y yo lo voy a sanar pero usted no debieran haber hecho esto, acaban de romper el techo y usted, a ver, quién se ocupa de pagarlo... No, Jesús no hizo nada de eso, Jesús hizo lo contrario, ¿sabe cómo vio esa acción? Como un acto de fe demostrado por el cual el paralítico, dice el verso 5, fue perdonado y sanado.
Qué ejemplo de impertinencia, romper el techo de una casa para llegar a Jesús.

Ahora, el siguiente relato que sí vamos a leer, es un ejemplo que para mí es uno o el más atrevidos de todos los ejemplos que puedan mostrar impertinencia, ahora sí vamos a la lectura de este pasaje, está en Mateo capítulo 15, voy a empezar en el verso 21 hasta el verso 28 dice así:

“Partiendo de allí, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón.
Una mujer cananea de las inmediaciones salió a su encuentro, gritando:
—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!
Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada.
Jesús no le respondió palabra.
Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron:
—Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando.
—No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel
—contestó Jesús.
La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó:
—¡Señor, ayúdame! Él le respondió:
—No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros.
—Sí, Señor; pero hasta los perros comen
las migajas que caen de la mesa de sus amos.
—¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—.
Que se cumpla lo que quieres.
Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.”

Mateo 15:21-28 / NVI

A ver, todo este relato gira en torno a una mujer extranjera, es decir, una mujer no judía, que vino Jesús con una petición muy simple, mi hija está endemoniada por favor liberara. Pero al principio relato dice que Jesús no la atendía y no la atendía a pesar de que ella venía detrás de ellos, de Él y de los discípulos, a los gritos. Tanto gritaba que los discípulos dijeron, bueno Señor, no la vas a atender, por favor échala. Y Él da una respuesta, la mujer se ve que escuchó la respuesta y viendo ella, entonces, que no era atendida se atrevió a ser más impertinente que antes, ya era impertinente al estar gritando detrás de Jesús cuando Él no lo atendía, pero ahora se vuelve más impertinente porque se pone de rodillas ante Jesús y le ruega que la ayude; lo único que recibió de Jesús, y esto es muy importante, fue una rotunda negativa. El Señor le dijo, no voy a tomar el pan de mis hijos, es decir, lo que vine a traer en principio a los judíos, y dártelo a ti que eres como el perrillo en la casa.
Al parecer, diríamos cualquiera de nosotros, este momento, era la precisa hora de abandonar esa persistencia y ese impertinencia e irse a su casa, pero contrario a eso esta mujer tomo las mismas palabras del Señor, lo mismo que el Señor le respondió y la mujer las usó a su favor, mostrándole a Jesús que su impertinencia era sabia y que no se marcharía a casa con una negativa, recién, escuche bien, recién cuando llegó este momento, es decir, todo esto Jesús esperó y recién cuando llegó este momento, es que Jesús exalta a la mujer por su fe y le concede su petición.

¿Qué hubiéramos hecho nosotros? O más, ¿qué hacemos hoy en día si algo que está en la Palabra como promesa o como un hecho que Dios ya consiguió en Cristo para nosotros, el Señor nos dice no te lo voy a dar? Una sanidad, una liberación, un milagro cosas que están allí escritas, y el Señor dice yo te vine a salvar y también te vine a sanar y parece que te dice no, no te lo voy a sanar, ¿qué haríamos nosotros? ¿Haríamos lo mismo que la mujer?
Así que creo que esta mujer siendo extranjera, no judía y que vivía aún antes de establecerse el Nuevo Pacto pudo discernir lo que es la gracia y lo que significa la gracia de Dios, y supo también entender cómo recibirla para que su necesidad fuera cubierta. Ella se basó en algo muy sencillo, ¿a qué había venido Jesús al mundo? Había venido a dar salvación, perdón, sanidad, liberación, vida, y para ella no había ningún motivo, ninguna razón para que ella no pudiera recibir lo que ya miles de personas habían recibido de parte del Señor. O sea que en su interior ella supo que el hecho de ser extranjera no tenía que ser un impedimento para que el Cristo derramará sobre ella su gracia, sobre ellas, sobre su casa y sobre su hija.

Así que mire, estamos ante una mujer no judía, todavía el Nuevo Pacto no se había establecido porque Jesús todavía no había muerto, pero creo que tiene mucho que enseñarnos hoy; hay algunas reflexiones que hacer sobre esta mujer.

Primera, ¿cómo pudo esta mujer extranjera que no seguía a Jesús de cerca todos los días, tener la confianza interior de actuar con esa clase de impertinencia ante el Señor? ¿Cómo pudo?
Segundo, ¿cómo supo que el Señor no se enojaría de tal forma que la echaría para siempre por usar esa audacia tan impertinente para con Él?
Tercero, ¿cómo logro la fortaleza interior de continuar con su petición sin aceptar una respuesta negativa?
La respuesta es simple, muy simple, pero poderosa: la fe de esta mujer, en su corazón no albergaba ninguna, ninguna, ninguna clase de duda. Es así que se mantuvo firme y experimentó una gracia.

Ahora hoy, todos nosotros que somos hijos de Dios, esta gracia es nuestra, está disponible, es abundante y es para todos nosotros en cualquier tiempo y en cualquier circunstancia, pero experimentar esa gracia, escúcheme bien, requiere aprender a crecer en ella, porque es en ese crecimiento, en la gracia, que se alcanza una plenitud más abundante de ella.

Por eso quiero que vayamos a un pasaje muy importante de la Escritura que está en la Segunda Carta de Pedro en su capítulo 3 y en el versículo 18 que dice de esta manera:

“Más bien, crezcan en la gracia
y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.”
2 Pedro 3: 18 / NVI


Es importante afirmar que si bien es cierto disfrutamos de la gracia del Señor, eso lo disfrutamos desde que recibimos a Cristo y entramos al Nuevo Pacto eso es todo, esa gracia no es todo, si fuera todo no existiría una orden del Espíritu Santo a través de Pedro para decir, de la gracia que recibiste cuando entraste a formar parte de la familia de Dios en Cristo, tienes que crecer, no te puedes quedar con ese nivel de gracia tienes que aprender a crecer en la gracia, ésta es la orden que se nos da, tenemos que crecer, lo cual se habla muy poco de esto, tenemos que aprender a crecer en la gracia del Señor y Pedro mencionó dos asuntos, que por supuesto son inseparables, él habló de crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor.

Ahora bien, por favor no debemos confundir conocer al Señor con ser una persona que conoce mucho la Biblia, que conoce los principios bíblicos, que sabe de historia bíblica, alguien puede conocer mucho acerca del Señor y a su vez, vivir en una actitud religiosa y legalista; pero quien realmente conoce a Cristo mismo, no lo que la Biblia dice acerca de Cristo, sino que conoce a Cristo mismo, jamás podrá ser una persona con religiosidad ni tampoco legalista; siendo así, debemos tener claro que sólo esta clase de crecimiento es la clave que nos va a impulsar a practicar una fe firme que se muestre justamente en la práctica de una impertinencia como la que vimos en los pasajes bíblicos que hasta ahora hemos tocado.

Por eso, hay al menos cuatro principios básicos que debemos tener presentes para crecer en la gracia del Señor y es lo último que vamos a mencionar este día. Cuatro principios básicos, esos principios también van a aparecer reflejados en la pantalla.
Lo primero lo vamos a encontrar en Romanos 5 versos 8 al 11 que dice así:

“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto:
en que cuando todavía éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros.
Y ahora que hemos sido justificados por su sangre,
¡con cuánta más razón, por medio de él,
seremos salvados del castigo de Dios!
Porque si, cuando éramos enemigos de Dios,
fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo,
¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados,
seremos salvados por su vida!
Y no solo esto, sino que también nos regocijamos en Dios
por nuestro Señor Jesucristo,
pues gracias a él ya hemos recibido la reconciliación.”
Romanos 5: 8-11 / NVI

Fíjese cuál es el primer principio:

El primer principio:
Vivir de continuo en el bendito estado de justificación


A ver hermanos, si el Señor nos amó tanto que nos reconcilió con Dios cuando todavía vivíamos de espaldas a Él, cuando no le buscábamos y cuando estábamos en pecado, ¿cómo será posible que ahora que le conocemos a Él, que recibimos la gracia, que ya tenemos la justicia de Cristo otorgada, nos dejemos engañar experimentando algún tipo de condenación? ¿Qué lógica tiene experimentar algún tipo de condenación si cuando estaba condenado y a la espalda de Dios, Dios me buscó? Ahora que tengo la justicia de Cristo yo no soy un condenado. Tú no eres un condenado, eres un salvado, tienes vida eterna, estamos reconciliados, salvos aquí, ahora, por la vida de Cristo en nosotros.
Así que, permanecer firmes en ese estado de justificación, de saber que la justicia de Cristo es mía para la vida cotidiana, es el primer paso para vivir siempre con gozo y libre de condenación.
Pero vivir en justificación no es un sentimiento, y lamentablemente como nos dejamos llevar por los sentimientos, un día nos sentimos muy arriba, un día nos sentimos muy abajo y según cómo nos sentimos pareciera entonces, que la justificación de vida en Cristo para con nosotros cambió... No, su justificación no cambió es la misma justificación que Él nos dio, es el mismo ropaje santo que Él nos dio desde el día que entramos a participar de la gracia de Dios y formamos parte de su cuerpo.
Este es el primer principio, si quieres aprender a crecer en gracia necesitas vivir de continuo en ese bendito estado de justificación.

Ahora vamos a ir al segundo y tercer principio, y este segundo y tercer principio lo enseña el apóstol Pablo, esto está en 1ª Corintios 4, versos 3 a 5, que dice de la siguiente manera:

“Por mi parte, muy poco me preocupa que me juzguen ustedes
o cualquier tribunal humano;
es más, ni siquiera me juzgo a mí mismo.
Porque aunque la conciencia no me remuerde,
no por eso quedo absuelto; el que me juzga es el Señor.
Por lo tanto, no juzguen nada antes de tiempo;
esperen hasta que venga el Señor.
Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad
y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón.
Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.”
1 Corintios 4: 3-5 / NVI


Fíjese usted, Pablo estaba hablando en el contexto de este pasaje que estoy leyendo, Pablo estaba hablando de la función de él y otros siervos de Dios de que eran servidores de Cristo y que eran administradores de los misterios de Dios y es ahí donde estableció estos dos principios, llamo yo, vitales para nosotros que debemos practicar.

Primero, Pablo tenía una buena conciencia tanto de palabras como en hechos, él no tenía nada que le trajera remordimiento a su conciencia, aún así no le preocupa va a ser juzgado, esto es muy importante, no le importaba a Pablo ser, esta palabra, juzgado tiene que ver con ser examinado para luego recibir una sentencia, pero ser examinado y recibir una sentencia que está basada en criterios humanos.
Pablo está diciendo no me importa los criterios humanos que ustedes corintios utilicen para juzgarme a mí, ni tampoco me interesan los criterios humanos que utilice algún tribunal humano para juzgarme a mí y determinar si yo estoy cumpliendo bien o no la comisión que Dios me dio como apóstol.
Pablo dice, no me importa, es más, tanto no me importa que ni siquiera yo a mí mismo actuo actuando con esos criterios humanos para juzgarme, yo no voy a hacer eso porque no me toca hacer eso, no por eso estoy absuelto, pero yo no me voy a juzgar, yo dejo todo el verdadero juicio final al Señor porque Él es el único que tiene derecho de hacer ese juicio de aprobación o reprobación y de si estoy cumpliendo aquel ministerio que Él me entregó.

Este principio es demasiado importante y a veces se nos pasa, ¿sabes cuál es este segundo principio?

Segundo principio:
Tener siempre una buena conciencia, es decir, sin remordimientos.

Buena conciencia, sin remordimientos, es obvio que todos nosotros cuando llegamos a Cristo en condición de pecadores estamos llenos de culpa, estamos llenos de vergüenza, estamos llenos de remordimiento, pero desde el momento que el Señor nos perdonó y nos limpió quitó esa conciencia de pecado de nosotros, quitó los remordimientos, quitó las ataduras y ahora podemos vivir libres del pasado. Por eso una persona que está en Cristo, esencialmente es una persona que ha resuelto su pasado, por eso la Escritura dice, ahora todas las cosas son hechas nuevas porque ahora estás en Cristo, y si alguno de ustedes cualquiera hermano, hermana, en este momento tuviera algo de su pasado, de antes de recibir al Señor que todavía pesa en su corazón es un momento importante para ir urgentemente a sus autoridades espirituales y decir, esto me pesa durante muchos años aún estando en Cristo y ser libre completamente de esa atadura, ser libre de su pasado y que esa conciencia limpia que Dios te dio opere en tu vida.

Por otra parte, en el presente si hubiera alguna clase de pecado ante Dios o también que esté relacionada con personas, debemos correr arrepentidos a Cristo, Él es nuestro buen abogado, si hay que arreglar algo con un hermano, hay que hacerlo, hay que arreglarlo, como bien dice la Palabra no me vengas a traer ofrenda mientras tienes problemas con tus hermanos arréglalo, si el pecado es solamente con Dios corramos al Señor como abogado y uno va a tener perdón liberación y cualquier cosa que esté pesando en nuestro corazón se irá de allí, es decir, esto nos traerá que vivamos de continuo con una buena conciencia que no tiene ninguna clase de remordimiento.

El tercer principio:
Quitar de nosotros todo espíritu de juicio tanto hacia nosotros mismos como hacia otros.


Mire hermano, no puedo enfatizar lo suficiente, lo vital que es este principio, ¿por qué? Porque si usted quiere saber una de las causas por las cuales muchas veces en la Iglesia no se crece en gracia, es por esto; porque de alguna manera vivimos juzgándonos a nosotros mismos, mirándonos, mirando todo el tiempo a aquello que nos falta, aquello en lo que fallamos o aquello que todavía no hemos alcanzado.
Esta manera de actuar, lo tengo que enfatizar, esta manera de actuar anula el poder de la gracia en nuestras vidas, lo coarta completamente, no permite que la gracia pueda funcionar y liberarse de nosotros. Mientras estemos en este mundo, ¿cuál es nuestra primera responsabilidad? Lo que dijimos antes, vivir con una conciencia limpia en toda la serie de la vida, si estamos haciendo esto, entonces, prosigamos a la meta, prosigamos hacia Cristo, crezcamos, sabemos que todavía no lo hemos alcanzado, el mismo apóstol Pablo dijo, siendo Pablo yo todavía no ha alcanzado, no, no lo he alcanzado, pero dejamos todo lo que está atrás y permitimos ir hacia adelante en Cristo para alcanzar la meta que Él tiene para nosotros.

Por otra parte, y esto es muy importante para la sana vida de la iglesia, de cada congregación local, este mismo espíritu de gracia que estoy hablando aplicada hacia tu persona, debes aplicarla hacia tus hermanos, ¿por qué? Porque tienes que estar libre de vivir con un espíritu de juicio y de condenación hacia tus hermanos; si en una iglesia impera el espíritu de juicio, el espíritu de mirar siempre las cosas malas, de estar mirando las cosas como no deben ser vistas y no permitiendo a las autoridades espirituales que hagan lo que tienen que hacer, porque de parte de Dios para eso están colocadas, vas a caer en un espíritu de condenación, estos dos principios son demasiados vitales.

Y vamos a ir al último, pero para ir a este último, vamos a ir a leer Hebreos capítulo 4 y voy a leer desde los versos 14 al 16:

“Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios,
tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos,
aferrémonos a la fe que profesamos.
Porque no tenemos un sumo sacerdote
incapaz de compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que ha sido tentado en todo
de la misma manera que nosotros,
aunque sin pecado.
Así que acerquémonos confiadamente
al trono de la gracia para recibir misericordia
y hallar la gracia que nos ayude
en el momento que más la necesitemos.”
Hebreos 4:14-16 / NVI

Fíjese esto, como nuestro sumo sacerdote que es Cristo sabe tener compasión de nuestras debilidades, ¿por qué puede tenerla? porque Él fue tentado en todo como nosotros, solamente que jamás pecó. Entonces esto nos permite entender cuál es el cuarto principio básico que Señor nos ordena practicar, este cuarto principio es fundamental:

El cuarto principio:
Acercarnos al trono de la gracia del Señor con absoluta confianza.

Absoluta confianza. Este pasaje qué muestra, muestra la importancia de estar libres de condenación, por eso antes enseñamos sobre esto en el anterior principio, porque Cristo como sumo sacerdote tiene compasión de nosotros porque conoce nuestras debilidades; quiere decir que Cristo no vino a redimirnos y a salvarnos para luego estar buscando como condenarnos, no tiene ninguna lógica espiritual, sino que por el contrario Él desea llevarnos cada día más cerca de su corazón, quiere llevarnos cada día más cerca a una intimidad mayor, la invitación del Señor ya está hecha, Hebreos está escrito, es decir, vengan confiadamente. Agrega que Él desea que nos acerquemos a su trono con confianza, escuche, cuando habla de este trono, y esto es muy importante, no habla de un trono de juicio, habla de un tono de gracia; a veces creo que vamos a la presencia de Dios como si nos acercáramos nosotros como hijos a un trono de juicio, pero la Palabra dice que no, que nos acercamos a un trono de gracia.
A ver es obvio, que ninguno de nosotros se acercaría a una persona o un lugar tranquilo y confiada si sabe que en ese lugar o esa persona que va a ver tiene algo contra él o contra ella, eso es obvio que nadie lo haría. Lamentablemente esta clase de acercamiento temeroso suele ser experiencia vital de muchos creyentes que siempre llegan a la presencia de Dios con algo adentro con lo cual condenarse en sí mismo, de ese modo por supuesto que están imposibilitados de disfrutar de la libertad de estar en la presencia del Padre Dios confiados y tranquilos; pero qué está haciendo el Espíritu Santo hoy, por qué trae esta revelación del Espíritu Santo hoy, porque viene para romper y quebrantar este espíritu infernal en la Iglesia de Jesucristo.
Este espíritu infernal no debe estar, ni ser parte, ni convivir con el corazón de la Iglesia de Cristo, cuando en nuestro espíritu alcanzamos esa comunión sencilla con el Señor pero a la vez profunda, es natural que al orar al Padre seamos confiados y tengamos, cuando es necesario una actitud impertinente, pero impertinente y sabia para recibir lo que estamos pidiendo, ¿por qué? Porque lo estamos pidiendo conforme a la voluntad de Dios, porque lo que estamos pidiendo está escrito, porque lo que estamos pidiendo está con base en lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario, puedo pedirlo con tranquilidad, no se trata de que quiero ganar millones o mañana quiero tener una casa de diez cuartos, no, estamos hablando de las cosas que Jesús, consiguió en la redención para nosotros, toda la salud que consiguió, la vida, la vida en abundancia y la vida eterna que Él consiguió para nosotros, todo lo que Él consiguió en la cruz es nuestro y nosotros no tenemos por qué irnos con una negativa en la presencia de Dios.
Y escuche, probablemente a muchos nos ocurra lo de la mujer extranjera, el Señor está esperando llegar al último momento, a aquel momento, hasta que pareciera que nos dijo una rotunda negativa para que nosotros usemos sus mismas palabras y Él nos diga hijo, hija ¡qué grande es tu fe!

Que el Señor por su Espíritu nos impulse a aprender cada día a utilizar está impertinencia sabia que viene de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.

Vamos a orar y vamos a declarar rotas estas cadenas de espíritus infernales de cualquier naturaleza que estén atando a la Iglesia.
Pero por otra parte, te pido que no te vayas este día, sea que estés en casa o sea que estés reunido presencialmente en algún lugar, sin arreglar cualquier cosa del pasado o de tu presente que esté fuera de orden, es importante que hoy, hoy, ahora mismo arregles el problema de cualquier remordimiento, de cualquier culpa o condenación que esté en tu corazón, sólo el diablo te quiere así porque sabe que no puedes crecer en la gracia, pero Dios quiere que eso sea quitado porque para eso vino Cristo y puedas, entonces, obtener lo que Él ya te dio en cruz del Calvario por su obra.

Padre, en el nombre de Jesús, oro por todos aquellos que de una u otra manera les va a llegar a este video en las diferentes partes del mundo y oramos Señor, para que esta Palabra penetre en sus corazones, para que estos principios que hemos hablado sean vitales en su vida y cada día, cada día de forma sencilla pero segura puedan entonces crecer en tu gracia Señor, que puedan escuchar de ti, hijo, hija, ¡grande es tu fe!
Que puedan aún decir, desde ese día cuántas cosas Dios hizo a mi favor que estaban detenidas porque yo me había detenido, porque yo pensaba que Dios no lo iba a hacer.

Señor, en este momento quebrantamos todo espíritu de condenación dentro de la Iglesia y también alejamos y echamos fuera todo espíritu de juicio dentro de la Iglesia de Jesucristo, pedimos una Iglesia donde el amor a los unos a los otros sea real, Señor y cada uno ama a su hermano como superior a sí mismo.

Pedimos así también Señor, que toda clase de salud tuya venga sobre el cuerpo, el alma y los espíritus de mis hermanos Señor, en el nombre de Jesús.
Que aquello que viene de tu Espíritu se pueda implementar con fuerza Señor, y la vida de tu Espíritu recorra cada célula de los cuerpos de tus hijos.

Padre, te damos gracias por este día, te damos gracias por esta Palabra y por la revelación que sólo el Espíritu Santo trae en el nombre de Jesús, amén.

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