en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
AUDIO
Lo que hoy quiero compartir, lleva por título, "el día de la visitación".
Déjame decirte que Dios, a través de todos los tiempos ha visitado a los hombres para mostrarles su gracia, para mostrarles su misericordia, su amor inefable, y también se ha mostrado a los hombres para mostrarles sus juicios.
Cuando por ejemplo, Dios se mostró al pueblo de Israel cautivo en Egipto, Dios se mostró para mostrarles su misericordia y cómo los iba a sacar de esa situación de esclavitud.
Les mostró su gracia. Ésa fue una visitación de Dios especial a su pueblo.
Pero cuando Dios se presentó en el tiempo de Noé, fue para mostrar que Él había decretado juicio sobre la humanidad y a ése que lo tildaron de loco en su época, por ocupar ciento veinte años de su vida en construir un barco sobre tierra firme, todos pudieron ver que Dios había decidido quitar de la Tierra a todos los hombres y las mujeres.
Esas veces que estoy mencionando como ejemplo, simplemente fueron veces donde Dios visitó a la humanidad de manera especial y lo que quiero mostrarte como introducción, es una visitación de Dios que un hombre pudo percibir en el Espíritu y pudo dar “palabra” acerca de la visitación que en ese momento estaba llegando a la tierra por parte de Dios.
Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo,
y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo,
como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto.”
(Lucas 1: 67-72)
Zacarías era el padre de Juan el Bautista. Aquellos que conocen la Palabra, recordarán que este hombre quedó sin habla por mucho tiempo cuando supo de la noticia que su esposa iba a dar a luz un hijo. Y el hijo que dio a luz su esposa era alguien tremendamente importante en los planes de Dios para ese tiempo, porque iba ser la persona que preparara el camino del Señor Jesucristo.
Cuando dio su esposa a luz a ese niño, Dios le regresó a este hombre el habla y cuando él volvió a hablar, comenzó inmediatamente a profetizar. Cuando él pudo hablar nuevamente, comenzó a dar una palabra que el Espíritu Santo le dio y la palabra era que ese tiempo era especial, porque Dios estaba visitando y redimiendo a su pueblo: “b endito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo”.
El profeta está hablando en pasado, cuando en realidad todavía Cristo no podía hacer nada, porque aún Cristo todavía no había nacido. Sin embargo, el profeta declaró abiertamente que era un hecho lo que Dios venía a hacer a favor de su pueblo. Dios ha visitado a nuestro pueblo y lo ha redimido porque la presencia del Salvador en medio nuestro significa que Dios ha estado a nuestro favor y que ahora nos ha mostrado su misericordia y se a acordado de su “pacto” que nos hizo y que tantos profetas en la antigüedad han anunciado; el profeta pudo discernir en el Espíritu, que ese tiempo no era un tiempo cualquiera, sino que era un tiempo especial.
Sin embardo, no todos los del pueblo de Israel que conocían a Dios y a su ley, se dieron cuenta lo mismo. Solamente alguien que estuvo en contacto con el Espíritu Santo y supo ver y discernir el tiempo que estaban viviendo, pudo darse cuenta que ese tiempo, era un tiempo especial de visitación de Dios para el pueblo.
No era un tiempo cualquiera, era un tiempo donde Dios comenzaba a visitar a su pueblo y si Dios visitaba a su pueblo, algo especial iba a hacer; porque todo judío sabía que cada vez que Dios había visitado a su pueblo en la antigüedad, algo importante ocurría y las cosas no quedaban igual.
Por lo tanto que Dios estuviera visitando a su pueblo era algo trascendente y este hombre lleno del Espíritu Santo y de la palabra profética, lo declaró: “éste es el tiempo especial de la visitación de Dios a nosotros, porque Dios a través de su visitación nos esta mostrando su misericordia”.
Y quiere hacer algo diferente en nuestras vidas.
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día,
lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado,
y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra,
por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”
(Lucas 19:41-44)
Un hombre que pudo discernir lo que el Espíritu Santo estaba hablando y lo que Dios estaba haciendo en ese tiempo, pudo profetizar:
¡Bendito sea Dios porque el nos a visitado y nos ha redimido de la esclavitud!
Treinta tres y años después el mismo Jesús, el motivo de la profecía de Zacarías, el centro de la profecía, la persona de Jesús tiene que llorar al ver la ciudad de su amor entrañable.
Tiene que llorar porque pasaron treinta y tres años y esa ciudad nunca se dio cuenta que había sido el tiempo de su visitación.
Dios sigue queriendo visitar a la humanidad.
Que Dios haya enviado a Jesucristo no significa que Él quiera hacer una visitación más, de manera directa y personal a la humanidad, a un lugar, a una región, a una familia, a una iglesia.
Por eso puedo entender a Dios, si cabe el término, cuando realmente no estamos inmersos en todo lo que Dios es, y quiere hacer con nuestras vidas.
¿Saben por qué?
Porque algún día en este lugar Dios puede decidir que ése sea el día de su visitación y si nosotros no nos damos cuenta que ese día es un día especial de visitación de Dios para nosotros, ese día puede pasar y nada ocurrió.
Por eso yo entiendo el dolor que el corazón de Dios tiene, cuando no percibimos lo que estamos haciendo aquí reunidos; por eso puedo sentir el dolor del Espíritu Santo cuando permanecemos en nuestra situación y no queremos salir de la misma, para ponernos en la situación de Dios y obrar como Cristo sobre la tierra.
Iglesia, si en la historia que como congregación tenemos, hemos escuchado cincuenta veces que somos como Cristo en la tierra, es poco; lo hemos escuchado hasta el cansancio... Pero todavía no lo creemos.
Cristo en la tierra dijo yo no he venido para hacer mi voluntad, he venido a hacer la voluntad del Padre. No depende del tiempo que tú conozcas a Dios; tú puedes haber entregado hace muy poco tiempo tu vida al Señor, pero si Dios ve en ti una entrega incondicional a su Persona, puedes pasar a ser de alguien insignificante a alguien que transforme una ciudad, escuela o vecindario.
Dios no necesita tiempo, Dios necesita disposición.
Dios no necesita mucho conocimiento Dios necesita entrega absoluta.
Jesús estaba llegando a la tierra y Zacarías pudo decir, Dios nos está visitando, Dios...
Pero pasaron treinta y tres años y Jesús tiene que decir, no conociste Jerusalén el tiempo de tu visitación...
¿Y sabes qué pasa? Ya se acaba este tiempo, se termina.
Es trascendente que tú y yo entendamos que hay un tiempo en que Dios puede y quiere visitar de manera especial a la humanidad.
Muchas veces se ha profetizado y creo con todo mi corazón que en este último tiempo comenzará el avivamiento más grande que alguna vez la Iglesia haya visto sobre la faz de la tierra.
El avivamiento más grande. Y déjame decirte más, va ser tan diferente a los anteriores que éste no se va a detener una vez que comience, no se va a detener.
Si tú quisieras y pudieras leer los avivamiento que hubieron en la historia, vas a ver que esos avivamientos tuvieron un principio y tuvieron un final. Este avivamiento que Dios va a hacer, va a ser un avivamiento que tendrá un principio pero no tendrá un final, va ser un avivamiento que durará hasta que Cristo regrese, será algo sorprendente...
Pero déjame decirte que si tú y yo no nos sintonizamos a la frecuencia del Espíritu Santo, lo vas a ver desde afuera pero no serás parte.
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos,
que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles;
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores,
glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
(1 Pedro 2:11-12)
Quiero hacer notar que el apóstol ruega a los creyentes, como extranjeros y peregrinos. Pedro solamente le puede pedir esto a las personas que han salido de su situación y se han puesto en la situación de Dios. Un peregrino y extranjero es el que no se aferra a un lugar, es el que no está tomado con fuerza hacia una situación y no quiere salir de ella o no quiere salir de ese lugar. Un peregrino y extranjero es aquél que va por diferentes lugares de acuerdo a dónde debe ir; eso fue nuestro padre de la fe, Abraham, un peregrino y extranjero; salió un día de la tierra de su papá sin saber a dónde iba y Dios le dijo —vete—.
Abraham tuvo que decidir salir de su situación y del lugar de comodidad para ponerse en la situación de Dios y obedecer.
Esto que estamos leyendo no es para las personas que siguen en su situación. Para los que están en su situación, esta palabra les entra por un oído y les sale por otro, van a volver a casa y seguir su vida de todos los días, están esperando llegar a casa porque seguramente ya saben que empieza una buena película en cable o que hay un buen programa en televisión, o porque tienen ganas de cenar algo rico... Y no hace falta levantar la mano, para que no pasen vergüenza; pero sé que es así.
¡Dios nos libre si algún domingo Dios decidiera dejarnos acá hasta las dos de la madrugada! ¿Nos desesperaríamos? No, ni siquiera nos desesperaríamos, ¿saben que haríamos? Nos levantaríamos y nos iríamos; y después le diríamos al pastor, —sabe, es que la “comby” ya no pasa, y ya no puedo llegar a casa—.
Le voy a decir algo respecto al tema del horario, personalmente, y esto que voy a decir es muy personal y si quieren atribuirle a alguien, atribúyanlo a mí, “no quieran culpar a nadie”. Yo creo que con el tema del horario, el diablo se metió entre nosotros para que estemos preocupados en ver a qué hora vamos a terminar, y me siento mal por eso, porque no estamos haciendo la voluntad de Dios; nos estamos guiando por las normas del mundo y yo creo que en la Iglesia primitiva, si todos estaban dispuestos a vender sus casas para que a nadie le faltara, mucho más en este tiempo estaremos dispuestos a que, los que tenemos auto podamos llevar a los que no tienen, y más si es porque esos hermanos no quisieron perderse la bendición de estar en la presencia de Dios.
Ahora, si lo que yo estoy pensando estoy equivocado, entonces me equivoqué de Iglesia, me equivoqué de lugar, me equivoqué de lo que Dios está haciendo, entonces estoy viviendo en otro siglo y no estoy viviendo en este tiempo en lo que Dios está haciendo.
Pero si yo no estoy equivocado, entonces, ¿cuándo vamos a salir de nuestra situación para ponernos en la situación de Dios?
Amados, dice Pedro, como a peregrinos y extranjeros. Les ruego a ustedes, les ruego lo siguiente: que se abstengan de los deseos carnales que batallan contra el alma... Abstente de la película que va a empezar en un momento y que tienes que llegar a casa, porque lo más probable es que esa película no te deje nada de positivo, y en realidad esa película va atentar contra tu alma. Déjala a un costado, no sirve, abstente de todo lo que sea necesario, con tal de mantenerte en la situación de Dios quiere ponerte y una vez que te abstengas de esas cosas.
Dice Pedro que nos mantengamos en cuanto a nuestra manera de vivir, como una “manera buena de vivir”, una “buena manera de vivir”, pero no entre nosotros, porque entre nosotros es fácil vivir de “buena manera”, ya sabemos cómo es y cómo ser “cristianos”, y sabemos cómo tenemos que actuar. Pero la buena manera de vivir no es cuando estamos acá dentro de la iglesia, la buena manera de vivir es cuando estamos entre los que no creen , ahí se tiene que ver que tú eres una persona que está jugada por Dios, una persona que no le importa las cuestiones terrenas, sino una persona que solamente vive y sueña por hacer la voluntad de Dios, ninguna otra cosa es la que quiere, y que todas las cosas que esa persona ve, las ve bajo el prisma de lo que Dios va a hacer con su vida.
Entonces, cuando esto sea así, dice la Palabra que para esta gente, en lo que murmuran de nosotros como malhechores, cuando venga el día de la visitación de Dios, glorifiquen a Dios.
Claro, cuando tú estás jugado por Dios y estás del lado de Dios, la gente que te ve, cree que eres un criminal, ¿sabes por qué? Porque tú le dices —yo amo a Dios por sobre todas las cosas— y dicen que es desalmado... ¿Y su esposa qué?... Y sus hijos... Y yo no tengo problemas, voy a las reuniones los domingos a la tarde y a veces salgo como a las diez de la noche y que no tienes un bebé como de cinco meses... Y que a las diez de la noche para andar con un bebé en la calle con el frío que hace... Y con los problemas que hay en la calle... No, ¡estás loco!...
Tú dices, —si a mi bebé lo cuida Dios, yo qué problema tengo con mi bebé—. Entonces dicen, —éste está mal de la cabeza, perdió todo sentido del amor humano—. Eso es lo que van a decir de ti, te van a tratar como un malhechor, como si fueras un tipo que se te perdió un tornillo.
Pero va llegar un día donde Dios va a decir, “ha llegado el día de mi visitación, serás un Noé”. Y dirán: —Noé, ¿qué estás haciendo? Un arca. ¿Un arca para qué? Porque va llegar un día en que va a llover y se va inundar todo esto. Jamás ha llovido en todo este tiempo, no sabemos ni que es eso, no sabemos ni qué es un diluvio, ¿y tú dices que esto se va a inundar y estás construyendo un arca? Sí, Dios me dijo. Quédate con tus locuras, con tu Dios y con tus palabras Noé—.
Pueden pasar ciento veinte años, tú no te preocupes, si te mueres y lo único que escuchaste es que los demás te decían que eras un loco, no importa; posiblemente tu hijo vea la visitación de Dios. No te preocupes cuándo va a ser, lo importante es que tú le creas a Dios.
Pasaron los ciento veinte años, y el loco, ¿quién fue? ¿Noé o todos los que se ahogaron?
Porque llega el día cuando Dios dirá:
Éste es el tiempo de mi visitación.
Cuando eso ocurra, el temor de Dios va ser tan grande aún en las calles, que la gente va querer esconderse y no va a saber qué hacer del gran miedo que van a sentir.
¿Sabes lo que va a ocurrir si tu estás del lado de Dios? Esas personas te van a venir a buscar y te van a decir, dime cómo hago para escapar de esta situación en la que estoy.
Si tú no estás del lado de Dios, vas a correr como esas personas porque vas a sentir el mismo miedo que esas personas y no vas a saber lo que Dios está haciendo. Por eso Pedro dice, manténganse firmes y limpios en la manera de vivir, para quitar todo lo que pudiera estorbarles, pero además, muestren una buena manera de vivir entre los que no creen, porque aunque ahora les dicen a ustedes que están locos, llegará el día cuando esa gente verá que hay una visitación de Dios y si han visto una buena actitud en ustedes, entonces van a glorificar a Dios y van a buscarle de todo corazón.
Nosotros podemos extender o acortar el día de la visitación del Señor a nuestra generación.
Esto que estoy diciendo es muy importante, porque Dios no va a poder visitar a la humanidad aparte de la Iglesia. No lo va a poder hacer, porque lo vas a oír una vez más, somos como Cristo. Eso significa, que la visitación de Dios vendrá a través de nosotros.
Dios no lo va a hacer aparte, lo va hacer con nosotros.
De acuerdo a cómo percibamos la visitación de Dios, la recibamos y queramos ser un canal de la visitación de Dios, tú puedes extender esa visitación o hacer que sea corta y Dios diga —no lo puedo hacer, no puedo extender esto porque mi Iglesia no está preparada—.
Hay algunas condiciones y algunas cosas que proféticamente van a ocurrir sobre la Iglesia, que han sido profetizadas en la antigüedad y están en el Antiguo Testamento y que vamos a leer para que nos demos cuenta que Dios va a hacerlo completa y absolutamente diferente con nuestras vidas, y para que llegue el día de la visitación entendamos por “día de la visitación” el más grande avivamiento que nunca antes a existido.
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; (está hablando del santuario de Dios)
y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente;
porque la fachada de la casa estaba al oriente,
y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar.
Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior,
fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho.
Y salió el varón (Que lo guiaba a Ezequiel) hacia el oriente, llevando un cordel en su mano;
y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos.
Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas.
Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos.
Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar,
porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado.
(Ezequiel 47:1-5)
Esto es lo primero que proféticamente va a ocurrir y está ocurriendo con la Iglesia.
De la casa de Dios está comenzando a fluir y a salir un río poderoso que viene de la misma presencia de Dios. Los que conocemos un poquito más la Biblia, sabemos perfectamente bien que cuando aquí habla de río, los evangelios recuerdan a Jesús diciendo que tendríamos ríos de agua viva, que representa al Espíritu Santo. El Espíritu de Dios es el río de Dios que fluye, y un río, ni tú ni yo lo podemos detener así nomás; no podemos poner unas piedritas para que deje de correr, al río le importa muy poco las piedritas que tú hayas puesto, va a encontrar la manera, para seguir su cauce porque un río no puede parar de correr. Así está comenzando a hacer el Espíritu Santo a partir de la Iglesia.
Por eso este varón le mostró a Ezequiel, que el río salía del santuario, salía de la casa de Dios.
Ese santuario somos hoy tú y yo, somos la Iglesia de Jesucristo que no está formada por un edificio ni por paredes, sino que está formada por hombres y mujeres alrededor de todo el mundo que han entregado sus vidas al único que es digno de recibirlas para transformarlas, aquél que nos ha salvado con su sangre y nos hizo nuevas criaturas.
Nosotros somos la Iglesia a partir de la cual puede fluir el río del Espíritu hacia todo lugar, y este río del Espíritu que comienza a correr, está fluyendo y nadie lo podrá detener.
Pero la Iglesia está como Ezequiel, siendo pasada por diferentes momentos y lugares de ese río; Dios primero tiene que medir delante de nosotros y decir primero pasa por acá, mil codos, adonde nos llega el agua a los tobillos. Hay muchos que aún seguimos con el agua hasta los tobillos, entienden y conocen el lenguaje del Espíritu, pero no viven por el Espíritu; entonces andan jugueteando con el agua, como cuando uno entra al mar, pero hasta ahí nomás. Obviamente aún no se asustan de las olas porque están a veinte metros. No tiene ningún problema pues es fácil, si hay algún peligro o crece la marea salen rápido porque están a dos metros de la arena. El agua llega hasta los tobillos, entonces jugueteamos, pero eso no es el todo a lo que Dios nos quiere llevar.
Vuelve Dios a medir y ahora el agua creció, pero llega hasta las rodillas. Que llegue hasta las rodillas el agua, tampoco es mucho riesgo, porque aún yo puedo manejarme por mí mismo, yo sé qué es lo que puedo hacer, y todavía puedo decidir hacia dónde puedo caminar porque el agua no es tan fuerte como para llevarme.
Luego el Señor mide para con su Iglesia y puede hacernos pasar por un poco más de agua, hasta los lomos y de ahí la cosa cambia. Como que no puedo decidir tanto por mi cuenta, pero veo que es agradable estar en el agua y no estoy corriendo ningún riesgo, todavía tengo la posibilidad de hacer algunas cosas como a mí me parece.
Pero llegará el tiempo cuando Dios vuelva a medir y medirá lo último que Dios puede medir, un agua que no puede pasarse si no es a nado y solamente pueden cruzar por esa agua, aquellos que viven por el Espíritu de Dios, porque una vez que están dentro del agua solamente se dejan guiar por la corriente del agua Pero además tienen que ser diestros en la natación pero ya no nadan en sus propias fuerzas o en su capacidad, nadan en el Espíritu, pues ya no hacen pie.
Esto lo que Dios está haciendo y quiere hacer con la Iglesia.
Ahora, ¿esto implica que Dios da el Espíritu Santo por medida? No, porque dice la Biblia que Dios no da el Espíritu Santo por medida, pues la medida no viene de Dios, sino que la medida depende de nosotros.
Repito, la medida no viene de Dios, la medida depende de nosotros.
Hay muchos que cuando oyen a alguien espiritual dicen, “qué tremendo lo que está diciendo, qué tremendo como vive”. Son aquellos que están con el agua hasta los tobillos y dicen, qué bien nada aquél que se metió, no tiene ningún problema; cómo me gustaría saber nadar como él... Los que no saben nadar siempre están diciendo “cómo me gustaría nadar como aquél que está allá adentro para disfrutar como él lo disfruta”. Pero tienen tanto miedo que nunca son capaces de inscribirse en una escuela de natación para decir de una vez por todas voy a aprender a nadar para que la próxima vez yo me pueda meter y no tenga que estar en la orilla y me pueda meter con todos los grandes que están ahí... Pero es tanto el miedo que dicen no, yo no. Es tanto el miedo que seguirán viendo cómo lo disfrutan los demás, mientras él se está refrescando y sintiendo bien...
Si Dios no te lleva hasta el agua profunda del Espíritu para que aprendas a nadar en el río del Espíritu, Dios no va a poder hacer nada con tu vida, absolutamente nada.
No es la decisión de Dios, la decisión es tuya.
Veamos qué más dice:
Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá,
y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas.
Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá;
y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas,
y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río.
Y junto a él estarán los pescadores,
y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes;
y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande.
(Ezequiel 47:8-10)
Estas aguas, cuando ya avanzaron y ya habían pasado esos mil codos donde Ezequiel ya no podía cruzar si no era a nado, recién entonces dice la Palabra que descienden al Arabá, que es una zona cercana a Jerusalén, desértica, pero en cuyo cause está el mar, el famoso Mar Muerto.
Así cuando dice, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar está refiriéndose al Mar Muerto.
¿Sabes por qué ese mar se llama Muerto? Porque sus aguas son tan saladas, que nada con vida puede permanecer vivo ahí adentro, no hay nada de vida en ese mar, la corriente del río del Espíritu de Dios cuando está en toda su plenitud, puede entrar a los lugares donde cualquier persona podría decir —nada puede cambiar esto, nada va a darle vida a eso que está muerto—, pero cuando llega el río del Espíritu le da vida a lo que está muerto, porque dice entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Sanidad de esas aguas del Mar Muerto que dejarán de ser muertas porque recibirán la sanidad que solamente Dios, por su todo poder, puede generar cuando la corriente del río de Dios está corriendo en toda su plenitud. Leamos más:
Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre?
Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río.
Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado.
Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales;
sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto.
A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario;
y su fruto será para comer, y su hoja para medicina.
(Ezequiel 47:6-7, 12)
¿Sabes quiénes son los que están puestos a la ribera del río, de lo más profundo y de lo más precioso de este río poderoso?
Aquellos que han aprendido a vivir por el Espíritu, aquellos que han puesto sus raíces en esa corriente; no aquellos que ven cómo corre el río, pero ponen sus raíces en lo que están más seguro, que están esperando venir con un “tachito” para echarme un poco de agua, para tomar un poquito y seguir creciendo...
Qué tonto es de nuestra parte, que teniendo un río que puede llenarnos y saturarnos y hacer que nuestras vidas resplandezcan, estar alejado del río y plantados mucho más lejos, y que en vez de recibir esa agua bendita estemos esperando que alguien venga con ese “tachito” o con una “regaderita” a echarnos unas gotas, a ver si podemos crecer con agua sacada de una canilla, en vez de crecer con agua pura sacada de un río poderoso.
Aquellos que estén parados a la ribera del río, tomarán del Espíritu Santo todo lo que necesitan, y cuando el Espíritu Santo diga que haga algo, esa persona va a hacer lo que el Espíritu Santo diga.
No es real cuando decimos que estamos creciendo en Dios o en las cosas del Señor o en el Espíritu, cuando hay cosas que Dios nos ha dicho en el pasado y todavía están pendientes.
Vuelvo a repetir no es real...
Hay personas que Dios les ha dado palabras proféticas pero que no se cumplieron porque todavía están esperando a ver si Dios lo hace o no, o cómo lo va a hacer... No se cumplieron porque no están andando en el Espíritu, no quieren aventarse.
Como el Espíritu en este río corre muy fuerte creen que se van a ahogar, porque no saben cómo nadar en este río; puedes aparentar que estás viviendo en las cosas del Espíritu, puedes aún, por el cambio que el Señor ahora nos ha mostrado, tomar tu sobre de diezmo y entregarlo, pero no cambia tu situación espiritual, eso no transforma las cosas; la responsabilidad de nadar es tuya, la responsabilidad de decirle al Señor que ahora dejas de jugar con el “agüita” que está en la orilla para aventarte al río y ver cómo va.
Ahora, me vas a sostener que puedes aprender a nadar estando dentro del río... Mi abuelo siempre nos contaba que él aprendió a nadar a los tres años en España; él era español de una manera muy particular. Un día toda la familia, sus tíos, sus primos y él que no tenía papá pues lo criaba su abuela, fueron a un río en un campo donde ellos vivían y cuando llegaron al río, todos sus primos ya más grandes, se echaron al río y empezaron a nadar y a jugar. Y un tío lo tomó y le dijo —Antonio, te gustaría ir con tus primos y nadar—, —si me gustaría tío—, —bueno ahí vas—, y lo echó. Cuando estaba en el río nadó y qué bien nadaba mi abuelo.
Cualquiera diría que es una locura lo que ese hombre hizo, pues si se ahogaba el pobre chico de tres años nada más... Pero no se ahogó.
Si yo echo un perrito al agua, no se ahoga por más que le tengas lástima.
Échate al río del Espíritu y no te vas a ahogar, aprenderás a nadar en la corriente del Espíritu, pero si tú le tienes miedo y lo ves de lejos, te vas a perder la bendición.
Ahora, estos árboles no son cualquier tipo de árboles, son árboles frutales y dice que sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto.
A cualquiera le encantaría tener este árbol en la puerta de su casa, porque el árbol que uno tiene en la puerta de la casa, cuando llega el otoño ensucia toda la casa, porque todas las hojas vienen a parar a nuestro garaje. Pero este árbol es diferente, este árbol no se rige por las cuestiones normales del tiempo. Cuando llega el otoño, usted y yo estamos acostumbrados que las hojitas de los árboles empiecen a caerse, pero este árbol, por estar en la corriente del Espíritu, se rige por lo que recibe de la corriente, entonces puede venir otoño, primavera, verano, invierno o puede inventar una quinta estación, que al árbol no le afectará en lo más mínimo.
Este árbol tiene hojas que nunca caen y además siempre tiene fruto, pues dice no faltará su fruto, dice que a su tiempo madurará, al tiempo que tú estés nadando en el Espíritu no significa que ahora vas a hacer cualquier locura, sino que significa que Dios te está enseñado y te está madurando porque a su tiempo, Dios hará que seas lo que debas ser y que hagas lo que tengas que hacer.
Cuando en una oportunidad estábamos con los chicos, a algunos les tocó jugar con los que estaban cayendo, pero no se perdieron la bendición de estar en el Espíritu, pudieron estar en el Espíritu igual que los que estábamos orando. Pero ahora es el tiempo de agarrar a los que se caen, y algún día llegará el tiempo, y doy gloria a Dios, que ellos estarán orando y habrá otros que estarán agarrando a la gente...
A su tiempo madurará, pero sólo madura el que está en la corriente del Espíritu, no el que lo ve de lejos.
...Porque sus aguas salen del santuario; no vienen de cualquier lugar las aguas estas, salen de la misma presencia de Dios y llenan nuestra vida.
Cuando eso ocurre el fruto es para comer y la hoja para medicina. Cuando tu estés en el Espíritu, nadando en la corriente del Espíritu, siendo guiado plenamente en el Espíritu, entonces llegará un momento en que Dios dirá que ya está a punto y el fruto que Dios te dé va a alimentar el hambre espiritual de muchas personas que están allí y las hojas que tu darás, podrán ser para medicina de aquellos que están lastimados heridos y quebrantados por el diablo.
Por eso dije antes que el día de la visitación de Dios en este tiempo, no será aparte de la iglesia, es a través de la iglesia.
Porque Dios quiere madurarnos a cada uno como miembros para que seamos nosotros esos árboles que den fruto que pueda alimentar a los que necesitan de Cristo y llenar el hambre espiritual que tienen en su interior, y además que demos hojas que puedan sanar a la gente de una vez por todas y recibir la sanidad que viene de lo alto.
Algún día Dios te ha sanado a ti, pero lo que nos pasa a los cristianos, es que somos tan egoístas que lo único que nos importa es haber recibido la sanidad, ya hemos recibido la sanidad y estamos a gusto y “chapoteamos” con el agua, en vez de estar dispuestos a salir de nuestra situación y decir yo empiezo a nadar en el río de Espíritu y ahora que Dios me use a mí para sanar a otros.
Esto tiene un costo, y este costo es igual a “todo”.
O le damos todo al Señor, o perdemos todo del Señor. No hay doble posibilidad.
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.
(Salmo 1:1-3)
Qué familiar resulta este texto luego de leer a Pedro y a Ezequiel.
Si quieres ver la manifestación de Dios, haz lo que tienes que hacer.
La prosperidad tiene que ver con una parte que viene de Dios y con una parte que tú haces, y no sólo la prosperidad económica, sino en todos los ámbitos de nuestra vida.
Si quieres ser un verdadero adorador, debes provocar la presencia de Dios en el lugar en que estás, pues si tu actitud no es la de un verdadero adorador, su presencia no puede estar allí.
Sé un verdadero adorador y verás como su presencia estará en toda su plenitud.
Iglesia, el día de la visitación de Dios puede venir en cualquier momento.
En cualquier momento Dios puede decir, éste es el momento de mi visitación en este lugar.
Seguramente tú anhelas esto pero, ¿estás preparado para ser un canal de bendición y que Dios te pueda usar en el tiempo de su visitación?
El deseo del Espíritu de Dios, es que ninguno que está siendo parte de la Iglesia de Jesucristo, se pierda la bendición de ver la visitación de Dios y de ser parte de ella.
Esto es para todos. Nadie queda afuera de parte de Dios. Dependerá de ti y de mí.
Temas relacionados:
Mensajes y Enseñanzas de Hernán Cipolla I Hernán y Leticia Cipolla