
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
 
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Lo que hoy quiero compartir, lleva por título,  "el día de la visitación".
Déjame decirte que Dios, a través de todos los tiempos ha visitado a los  hombres para mostrarles su gracia, para mostrarles su misericordia, su amor  inefable, y también se ha mostrado a los hombres para mostrarles sus juicios. 
Cuando por ejemplo, Dios se mostró al pueblo de Israel cautivo en Egipto, Dios  se mostró para mostrarles su misericordia y cómo los iba a sacar de esa  situación de esclavitud. 
Les mostró su gracia. Ésa fue una visitación de Dios especial a su  pueblo. 
Pero cuando Dios se presentó en el tiempo de Noé, fue para mostrar que Él había  decretado juicio sobre la humanidad y a ése que lo tildaron de loco en su  época, por ocupar ciento veinte años de su vida en construir un barco sobre  tierra firme, todos pudieron ver que Dios había decidido quitar de la Tierra a  todos los hombres y las mujeres. 
Esas veces que estoy mencionando como ejemplo, simplemente fueron veces donde  Dios visitó a la humanidad de manera especial y lo que quiero mostrarte como  introducción, es una visitación de Dios que un hombre pudo percibir en el  Espíritu y pudo dar “palabra” acerca de la visitación que en ese momento estaba  llegando a la tierra por parte de Dios. 
Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: 
Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, 
y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, 
como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; 
salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos  aborrecieron; 
para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo  pacto.” 
(Lucas 1: 67-72) 
Zacarías era el padre de Juan el Bautista. Aquellos que conocen la Palabra,  recordarán que este hombre quedó sin habla por mucho tiempo cuando supo de la  noticia que su esposa iba a dar a luz un hijo. Y el hijo que dio a luz su  esposa era alguien tremendamente importante en los planes de Dios para ese  tiempo, porque iba ser la persona que preparara el camino del Señor Jesucristo. 
Cuando dio su esposa a luz a ese niño, Dios  le regresó a este hombre el habla y cuando él volvió a hablar, comenzó  inmediatamente a profetizar. Cuando él pudo hablar nuevamente, comenzó a dar  una palabra que el Espíritu Santo le dio y la palabra era que ese tiempo era  especial, porque Dios estaba visitando y redimiendo a su pueblo: “b endito  el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo”. 
El profeta está hablando en pasado, cuando en realidad todavía Cristo no podía  hacer nada, porque aún Cristo todavía no había nacido. Sin embargo, el profeta  declaró abiertamente que era un hecho lo que Dios venía a hacer a favor de su  pueblo. Dios ha visitado a nuestro pueblo y lo ha redimido porque la presencia  del Salvador en medio nuestro significa que Dios ha estado a nuestro favor y  que ahora nos ha mostrado su misericordia y se a acordado de su “pacto” que nos  hizo y que tantos profetas en la antigüedad han anunciado; el profeta pudo  discernir en el Espíritu, que ese tiempo no era un tiempo cualquiera, sino que  era un tiempo especial. 
Sin embardo, no todos los del pueblo de Israel que conocían a Dios y a su ley,  se dieron cuenta lo mismo. Solamente alguien que estuvo en contacto con el  Espíritu Santo y supo ver y discernir el tiempo que estaban viviendo, pudo  darse cuenta que ese tiempo, era un tiempo especial de visitación de Dios para  el pueblo. 
No era un tiempo cualquiera, era un tiempo donde Dios comenzaba a visitar a su  pueblo y si Dios visitaba a su pueblo, algo especial iba a hacer; porque todo  judío sabía que cada vez que Dios había visitado a su pueblo en la antigüedad,  algo importante ocurría y las cosas no quedaban igual. 
Por lo tanto que Dios estuviera visitando a su pueblo era algo trascendente y  este hombre lleno del Espíritu Santo y de la palabra profética, lo declaró: “éste  es el tiempo especial de la visitación de Dios a nosotros, porque Dios a través  de su visitación nos esta mostrando su misericordia”. 
Y quiere hacer algo diferente en nuestras vidas. 
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 
diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, 
lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 
Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, 
y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti  piedra sobre piedra, 
por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” 
(Lucas 19:41-44) 
Un hombre que pudo discernir lo que el Espíritu Santo estaba hablando y lo que  Dios estaba haciendo en ese tiempo, pudo profetizar: 
¡Bendito sea Dios porque el nos a visitado y nos ha redimido de la  esclavitud! 
Treinta tres y años después el mismo Jesús, el motivo de la profecía de  Zacarías, el centro de la profecía, la persona de Jesús tiene que llorar al ver  la ciudad de su amor entrañable. 
Tiene que llorar porque pasaron treinta y tres años y esa ciudad nunca  se dio cuenta que había sido el tiempo de su visitación. 
Dios sigue queriendo visitar a la humanidad. 
Que Dios haya enviado a Jesucristo no significa que Él quiera hacer una  visitación más, de manera directa y personal a la humanidad, a un lugar, a una  región, a una familia, a una iglesia. 
Por eso puedo entender a Dios, si cabe el término, cuando realmente no estamos  inmersos en todo lo que Dios es, y quiere hacer con nuestras vidas.
¿Saben por qué? 
Porque algún día en este lugar Dios puede decidir que ése sea el día de su  visitación y si nosotros no nos damos cuenta que ese día es un día especial de  visitación de Dios para nosotros, ese día puede pasar y nada ocurrió. 
Por eso yo entiendo el dolor que el corazón de Dios tiene, cuando no percibimos  lo que estamos haciendo aquí reunidos; por eso puedo sentir el dolor del  Espíritu Santo cuando permanecemos en nuestra situación y no queremos salir de  la misma, para ponernos en la situación de Dios y obrar como Cristo sobre la  tierra. 
Iglesia, si en la historia que como congregación tenemos, hemos  escuchado cincuenta veces que somos como Cristo en la tierra, es poco; lo hemos  escuchado hasta el cansancio... Pero todavía no lo creemos. 
Cristo en la tierra dijo yo no he venido para hacer mi voluntad, he venido a  hacer la voluntad del Padre. No depende del tiempo que tú conozcas a Dios; tú  puedes haber entregado hace muy poco tiempo tu vida al Señor, pero si Dios ve  en ti una entrega incondicional a su Persona, puedes pasar a ser de alguien  insignificante a alguien que transforme una ciudad, escuela o vecindario. 
Dios no necesita tiempo, Dios necesita disposición.
Dios no necesita mucho conocimiento Dios necesita entrega absoluta. 
Jesús estaba llegando a la tierra y Zacarías pudo decir, Dios nos está  visitando, Dios... 
Pero pasaron treinta y tres años y Jesús tiene que decir, no conociste  Jerusalén el tiempo de tu visitación... 
¿Y sabes qué pasa? Ya se acaba este tiempo, se termina. 
Es trascendente que tú y yo entendamos que hay un tiempo en que Dios puede y  quiere visitar de manera especial a la humanidad. 
Muchas veces se ha profetizado y creo con todo mi corazón que en este último  tiempo comenzará el avivamiento más grande que alguna vez la Iglesia haya visto  sobre la faz de la tierra. 
El avivamiento más grande. Y déjame decirte más, va ser tan diferente a los  anteriores que éste no se va a detener una vez que comience, no se va a  detener. 
Si tú quisieras y pudieras leer los avivamiento que hubieron en la historia,  vas a ver que esos avivamientos tuvieron un principio y tuvieron un final. Este  avivamiento que Dios va a hacer, va a ser un avivamiento que tendrá un  principio pero no tendrá un final, va ser un avivamiento que durará hasta que  Cristo regrese, será algo sorprendente... 
Pero déjame decirte que si tú y yo no nos sintonizamos a la frecuencia del  Espíritu Santo, lo vas a ver desde afuera pero no serás parte. 
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, 
que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, 
manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; 
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, 
glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras  buenas obras.
(1 Pedro 2:11-12) 
Quiero hacer notar que el apóstol ruega a los creyentes, como extranjeros y  peregrinos. Pedro solamente le puede pedir esto a las personas que han salido  de su situación y se han puesto en la situación de Dios. Un peregrino y  extranjero es el que no se aferra a un lugar, es el que no está tomado con  fuerza hacia una situación y no quiere salir de ella o no quiere salir de ese  lugar. Un peregrino y extranjero es aquél que va por diferentes lugares de  acuerdo a dónde debe ir; eso fue nuestro padre de la fe, Abraham, un peregrino  y extranjero; salió un día de la tierra de su papá sin saber a dónde iba y Dios  le dijo —vete—. 
Abraham tuvo que decidir salir de su situación y del lugar de comodidad  para ponerse en la situación de Dios y obedecer. 
Esto que estamos leyendo no es para las personas que siguen en su situación.  Para los que están en su situación, esta palabra les entra por un oído y les  sale por otro, van a volver a casa y seguir su vida de todos los días, están  esperando llegar a casa porque seguramente ya saben que empieza una buena  película en cable o que hay un buen programa en televisión, o porque tienen  ganas de cenar algo rico... Y no hace falta levantar la mano, para que no pasen  vergüenza; pero sé que es así. 
¡Dios nos libre si algún domingo Dios decidiera dejarnos acá hasta las dos de  la madrugada! ¿Nos desesperaríamos? No, ni siquiera nos desesperaríamos, ¿saben  que haríamos? Nos levantaríamos y nos iríamos; y después le diríamos al pastor,  —sabe, es que la “comby” ya no pasa, y ya no puedo llegar a casa—. 
Le voy a decir algo respecto al tema del horario, personalmente, y esto que voy  a decir es muy personal y si quieren atribuirle a alguien, atribúyanlo a mí,  “no quieran culpar a nadie”. Yo creo que con el tema del horario, el diablo se  metió entre nosotros para que estemos preocupados en ver a qué hora vamos a  terminar, y me siento mal por eso, porque no estamos haciendo la voluntad de  Dios; nos estamos guiando por las normas del mundo y yo creo que en la Iglesia  primitiva, si todos estaban dispuestos a vender sus casas para que a nadie le  faltara, mucho más en este tiempo estaremos dispuestos a que, los que tenemos  auto podamos llevar a los que no tienen, y más si es porque esos hermanos no  quisieron perderse la bendición de estar en la presencia de Dios. 
Ahora, si lo que yo estoy pensando estoy equivocado, entonces me equivoqué de  Iglesia, me equivoqué de lugar, me equivoqué de lo que Dios está haciendo,  entonces estoy viviendo en otro siglo y no estoy viviendo en este tiempo en lo  que Dios está haciendo. 
Pero si yo no estoy equivocado, entonces, ¿cuándo vamos a salir de nuestra  situación para ponernos en la situación de Dios? 
Amados, dice Pedro, como a peregrinos y extranjeros. Les ruego a ustedes, les  ruego lo siguiente: que se abstengan de los deseos carnales que  batallan contra el alma... Abstente de la película que va a  empezar en un momento y que tienes que llegar a casa, porque lo más probable es  que esa película no te deje nada de positivo, y en realidad esa película va  atentar contra tu alma. Déjala a un costado, no sirve, abstente de todo lo que  sea necesario, con tal de mantenerte en la situación de Dios quiere ponerte y  una vez que te abstengas de esas cosas. 
Dice Pedro que nos mantengamos en cuanto a nuestra manera de vivir, como una  “manera buena de vivir”, una “buena manera de vivir”, pero no entre  nosotros, porque entre nosotros es fácil vivir de “buena manera”, ya  sabemos cómo es y cómo ser “cristianos”, y sabemos cómo tenemos que actuar.  Pero la buena manera de vivir no es cuando estamos acá dentro de la iglesia, la  buena manera de vivir es cuando estamos entre los que no creen ,  ahí se tiene que ver que tú eres una persona que está jugada por Dios, una  persona que no le importa las cuestiones terrenas, sino una persona que  solamente vive y sueña por hacer la voluntad de Dios, ninguna otra cosa es la  que quiere, y que todas las cosas que esa persona ve, las ve bajo el prisma de  lo que Dios va a hacer con su vida. 
Entonces, cuando esto sea así, dice la Palabra que para esta gente, en  lo que murmuran de nosotros como malhechores, cuando venga el día de la  visitación de Dios, glorifiquen a Dios. 
Claro, cuando tú estás jugado por Dios y estás del lado de Dios, la gente que  te ve, cree que eres un criminal, ¿sabes por qué? Porque tú le dices —yo amo a  Dios por sobre todas las cosas— y dicen que es desalmado... ¿Y su esposa  qué?... Y sus hijos... Y yo no tengo problemas, voy a las reuniones los  domingos a la tarde y a veces salgo como a las diez de la noche y que no tienes  un bebé como de cinco meses... Y que a las diez de la noche para andar con un  bebé en la calle con el frío que hace... Y con los problemas que hay en la  calle... No, ¡estás loco!... 
Tú dices, —si a mi bebé lo cuida Dios, yo qué problema tengo con mi bebé—.  Entonces dicen, —éste está mal de la cabeza, perdió todo sentido del amor  humano—. Eso es lo que van a decir de ti, te van a tratar como un malhechor,  como si fueras un tipo que se te perdió un tornillo. 
Pero va llegar un día donde Dios va a decir, “ha llegado el día de mi  visitación, serás un Noé”. Y dirán: —Noé, ¿qué estás haciendo? Un arca. ¿Un  arca para qué? Porque va llegar un día en que va a llover y se va inundar todo  esto. Jamás ha llovido en todo este tiempo, no sabemos ni que es eso, no  sabemos ni qué es un diluvio, ¿y tú dices que esto se va a inundar y estás construyendo  un arca? Sí, Dios me dijo. Quédate con tus locuras, con tu Dios y con tus  palabras Noé—. 
Pueden pasar ciento veinte años, tú no te preocupes, si te mueres y lo único  que escuchaste es que los demás te decían que eras un loco, no importa; posiblemente  tu hijo vea la visitación de Dios. No te preocupes cuándo va a ser, lo  importante es que tú le creas a Dios. 
Pasaron los ciento veinte años, y el loco, ¿quién fue? ¿Noé o todos los que se  ahogaron? 
Porque llega el día cuando Dios dirá:
Éste es el tiempo de mi visitación. 
Cuando eso ocurra, el temor de Dios va ser tan grande aún en las  calles, que la gente va querer esconderse y no va a saber qué hacer del gran  miedo que van a sentir. 
¿Sabes lo que va a ocurrir si tu estás del lado de Dios? Esas personas te van a  venir a buscar y te van a decir, dime cómo hago para escapar de esta situación  en la que estoy. 
Si tú no estás del lado de Dios, vas a correr como esas personas porque vas a  sentir el mismo miedo que esas personas y no vas a saber lo que Dios está  haciendo. Por eso Pedro dice, manténganse firmes y limpios en la manera de  vivir, para quitar todo lo que pudiera estorbarles, pero además, muestren una  buena manera de vivir entre los que no creen, porque aunque ahora les dicen a  ustedes que están locos, llegará el día cuando esa gente verá que hay una  visitación de Dios y si han visto una buena actitud en ustedes, entonces van a  glorificar a Dios y van a buscarle de todo corazón. 
Nosotros podemos extender o acortar el día de la visitación del Señor a  nuestra generación. 
Esto que estoy diciendo es muy importante, porque Dios no va a poder visitar a  la humanidad aparte de la Iglesia. No lo va a poder hacer, porque lo vas a oír  una vez más, somos como Cristo. Eso significa, que la  visitación de Dios vendrá a través de nosotros. 
Dios no lo va a hacer aparte, lo va hacer con nosotros. 
De acuerdo a cómo percibamos la visitación de Dios, la recibamos y queramos ser  un canal de la visitación de Dios, tú puedes extender esa visitación o hacer que  sea corta y Dios diga —no lo puedo hacer, no puedo extender esto porque mi  Iglesia no está preparada—. 
Hay algunas condiciones y algunas cosas que proféticamente van a ocurrir sobre  la Iglesia, que han sido profetizadas en la antigüedad y están en el Antiguo  Testamento y que vamos a leer para que nos demos cuenta que Dios va a hacerlo  completa y absolutamente diferente con nuestras vidas, y para que llegue el día  de la visitación entendamos por “día de la visitación” el más grande  avivamiento que nunca antes a existido. 
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; (está  hablando del santuario de Dios) 
y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el  oriente; 
porque la fachada de la casa estaba al oriente, 
y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur  del altar. 
Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por  el camino exterior, 
fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas  salían del lado derecho. 
Y salió el varón (Que lo guiaba a Ezequiel) hacia  el oriente, llevando un cordel en su mano; 
y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. 
Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. 
Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. 
Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, 
porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino  a nado. 
(Ezequiel 47:1-5) 
Esto es lo primero que proféticamente va a ocurrir y está ocurriendo con la  Iglesia. 
De la casa de Dios está comenzando a fluir y a salir un río poderoso que viene  de la misma presencia de Dios. Los que conocemos un poquito más la Biblia,  sabemos perfectamente bien que cuando aquí habla de río, los evangelios  recuerdan a Jesús diciendo que tendríamos ríos de agua viva,  que representa al Espíritu Santo. El Espíritu de Dios es el río de Dios que  fluye, y un río, ni tú ni yo lo podemos detener así nomás; no podemos poner  unas piedritas para que deje de correr, al río le importa muy poco las  piedritas que tú hayas puesto, va a encontrar la manera, para seguir su cauce  porque un río no puede parar de correr. Así está comenzando a hacer el Espíritu  Santo a partir de la Iglesia. 
Por eso este varón le mostró a Ezequiel, que el río salía del santuario, salía  de la casa de Dios. 
Ese santuario somos hoy tú y yo, somos la Iglesia de Jesucristo que no  está formada por un edificio ni por paredes, sino que está formada por hombres  y mujeres alrededor de todo el mundo que han entregado sus vidas al único que  es digno de recibirlas para transformarlas, aquél que nos ha salvado con su  sangre y nos hizo nuevas criaturas. 
Nosotros somos la Iglesia a partir de la cual puede fluir el río del Espíritu  hacia todo lugar, y este río del Espíritu que comienza a correr, está fluyendo  y nadie lo podrá detener. 
Pero la Iglesia está como Ezequiel, siendo pasada por diferentes momentos y  lugares de ese río; Dios primero tiene que medir delante de nosotros y decir  primero pasa por acá, mil codos, adonde nos llega el agua a los tobillos. Hay  muchos que aún seguimos con el agua hasta los tobillos, entienden y conocen el  lenguaje del Espíritu, pero no viven por el Espíritu; entonces andan  jugueteando con el agua, como cuando uno entra al mar, pero hasta ahí nomás.  Obviamente aún no se asustan de las olas porque están a veinte metros. No tiene  ningún problema pues es fácil, si hay algún peligro o crece la marea salen  rápido porque están a dos metros de la arena. El agua llega hasta los tobillos,  entonces jugueteamos, pero eso no es el todo a lo que Dios nos quiere llevar. 
Vuelve Dios a medir y ahora el agua creció, pero llega hasta las rodillas. Que  llegue hasta las rodillas el agua, tampoco es mucho riesgo, porque aún yo puedo  manejarme por mí mismo, yo sé qué es lo que puedo hacer, y todavía puedo  decidir hacia dónde puedo caminar porque el agua no es tan fuerte como para  llevarme. 
Luego el Señor mide para con su Iglesia y puede hacernos pasar por un poco más  de agua, hasta los lomos y de ahí la cosa cambia. Como que no puedo decidir  tanto por mi cuenta, pero veo que es agradable estar en el agua y no estoy  corriendo ningún riesgo, todavía tengo la posibilidad de hacer algunas cosas  como a mí me parece. 
Pero llegará el tiempo cuando Dios vuelva a medir y medirá lo último que Dios  puede medir, un agua que no puede pasarse si no es a nado y solamente pueden  cruzar por esa agua, aquellos que viven por el Espíritu de Dios, porque una vez  que están dentro del agua solamente se dejan guiar por la corriente del agua  Pero además tienen que ser diestros en la natación pero ya no nadan en sus  propias fuerzas o en su capacidad, nadan en el Espíritu, pues ya no hacen pie. 
Esto lo que Dios está haciendo y quiere hacer con la Iglesia.
Ahora, ¿esto implica que Dios da el Espíritu Santo por medida? No, porque dice  la Biblia que Dios no da el Espíritu Santo por medida, pues la medida no viene  de Dios, sino que la medida depende de nosotros. 
Repito, la medida no viene de Dios, la medida depende de nosotros. 
Hay muchos que cuando oyen a alguien espiritual dicen, “qué tremendo lo que  está diciendo, qué tremendo como vive”. Son aquellos que están con el agua  hasta los tobillos y dicen, qué bien nada aquél que se metió, no tiene ningún  problema; cómo me gustaría saber nadar como él... Los que no saben nadar  siempre están diciendo “cómo me gustaría nadar como aquél que está allá adentro  para disfrutar como él lo disfruta”. Pero tienen tanto miedo que nunca son  capaces de inscribirse en una escuela de natación para decir de una vez por  todas voy a aprender a nadar para que la próxima vez yo me pueda meter y no  tenga que estar en la orilla y me pueda meter con todos los grandes que están  ahí... Pero es tanto el miedo que dicen no, yo no. Es tanto el miedo que  seguirán viendo cómo lo disfrutan los demás, mientras él se está refrescando y  sintiendo bien... 
Si Dios no te lleva hasta el agua profunda del Espíritu para que  aprendas a nadar en el río del Espíritu, Dios no va a poder hacer nada con tu  vida, absolutamente nada. 
No es la decisión de Dios, la decisión es tuya. 
Veamos qué más dice: 
Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al  Arabá, 
y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. 
Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos  ríos, vivirá; 
y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, 
y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. 
Y junto a él estarán los pescadores, 
y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; 
y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar  Grande. 
(Ezequiel 47:8-10) 
Estas aguas, cuando ya avanzaron y ya habían pasado esos mil codos donde  Ezequiel ya no podía cruzar si no era a nado, recién entonces dice la Palabra  que descienden al Arabá, que es una zona cercana a Jerusalén, desértica, pero  en cuyo cause está el mar, el famoso Mar Muerto. 
Así cuando dice, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar está  refiriéndose al Mar Muerto. 
¿Sabes por qué ese mar se llama Muerto? Porque sus aguas son tan saladas, que  nada con vida puede permanecer vivo ahí adentro, no hay nada de vida en ese  mar, la corriente del río del Espíritu de Dios cuando está en toda su plenitud,  puede entrar a los lugares donde cualquier persona podría decir —nada puede  cambiar esto, nada va a darle vida a eso que está muerto—, pero cuando llega el  río del Espíritu le da vida a lo que está muerto, porque dice entradas en  el mar, recibirán sanidad las aguas. Sanidad de esas aguas del Mar Muerto  que dejarán de ser muertas porque recibirán la sanidad que solamente Dios, por  su todo poder, puede generar cuando la corriente del río de Dios está corriendo  en toda su plenitud. Leamos más: 
Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? 
Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. 
Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno  y otro lado. 
Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de  árboles frutales; 
sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. 
A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; 
y su fruto será para comer, y su hoja para medicina. 
(Ezequiel 47:6-7, 12) 
¿Sabes quiénes son los que están puestos a la ribera del río, de lo más profundo  y de lo más precioso de este río poderoso? 
Aquellos que han aprendido a vivir por el Espíritu, aquellos que han puesto sus  raíces en esa corriente; no aquellos que ven cómo corre el río, pero ponen sus  raíces en lo que están más seguro, que están esperando venir con un “tachito”  para echarme un poco de agua, para tomar un poquito y seguir creciendo... 
Qué tonto es de nuestra parte, que teniendo un río que puede llenarnos y  saturarnos y hacer que nuestras vidas resplandezcan, estar alejado del río y  plantados mucho más lejos, y que en vez de recibir esa agua bendita estemos  esperando que alguien venga con ese “tachito” o con una “regaderita” a echarnos  unas gotas, a ver si podemos crecer con agua sacada de una canilla, en vez de  crecer con agua pura sacada de un río poderoso. 
Aquellos que estén parados a la ribera del río, tomarán del Espíritu Santo todo  lo que necesitan, y cuando el Espíritu Santo diga que haga algo, esa persona va  a hacer lo que el Espíritu Santo diga. 
No es real cuando decimos que estamos creciendo en Dios o en las cosas del  Señor o en el Espíritu, cuando hay cosas que Dios nos ha dicho en el pasado y  todavía están pendientes.
Vuelvo a repetir no es real... 
Hay personas que Dios les ha dado palabras proféticas pero que no se cumplieron  porque todavía están esperando a ver si Dios lo hace o no, o cómo lo va a  hacer... No se cumplieron porque no están andando en el Espíritu, no quieren  aventarse. 
Como el Espíritu en este río corre muy fuerte creen que se van a ahogar, porque  no saben cómo nadar en este río; puedes aparentar que estás viviendo en las  cosas del Espíritu, puedes aún, por el cambio que el Señor ahora nos ha  mostrado, tomar tu sobre de diezmo y entregarlo, pero no cambia tu situación  espiritual, eso no transforma las cosas; la responsabilidad de nadar es tuya,  la responsabilidad de decirle al Señor que ahora dejas de jugar con el “agüita”  que está en la orilla para aventarte al río y ver cómo va.
Ahora, me vas a sostener que puedes aprender a nadar estando dentro del río...  Mi abuelo siempre nos contaba que él aprendió a nadar a los tres años en  España; él era español de una manera muy particular. Un día toda la familia,  sus tíos, sus primos y él que no tenía papá pues lo criaba su abuela, fueron a  un río en un campo donde ellos vivían y cuando llegaron al río, todos sus  primos ya más grandes, se echaron al río y empezaron a nadar y a jugar. Y un  tío lo tomó y le dijo —Antonio, te gustaría ir con tus primos y nadar—, —si me  gustaría tío—, —bueno ahí vas—, y lo echó. Cuando estaba en el río nadó y qué  bien nadaba mi abuelo. 
Cualquiera diría que es una locura lo que ese hombre hizo, pues si se ahogaba  el pobre chico de tres años nada más... Pero no se ahogó. 
Si yo echo un perrito al agua, no se ahoga por más que le tengas lástima. 
Échate al río del Espíritu y no te vas a ahogar, aprenderás a nadar en la  corriente del Espíritu, pero si tú le tienes miedo y lo ves de lejos, te vas a  perder la bendición. 
Ahora, estos árboles no son cualquier tipo de árboles, son árboles frutales y  dice que sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. 
A cualquiera le encantaría tener este árbol en la puerta de su casa, porque el  árbol que uno tiene en la puerta de la casa, cuando llega el otoño ensucia toda  la casa, porque todas las hojas vienen a parar a nuestro garaje. Pero este  árbol es diferente, este árbol no se rige por las cuestiones normales del  tiempo. Cuando llega el otoño, usted y yo estamos acostumbrados que las hojitas  de los árboles empiecen a caerse, pero este árbol, por estar en la corriente  del Espíritu, se rige por lo que recibe de la corriente, entonces puede venir  otoño, primavera, verano, invierno o puede inventar una quinta estación, que al  árbol no le afectará en lo más mínimo. 
Este árbol tiene hojas que nunca caen y además siempre tiene fruto, pues dice no  faltará su fruto, dice que a su tiempo madurará, al  tiempo que tú estés nadando en el Espíritu no significa que ahora vas a hacer  cualquier locura, sino que significa que Dios te está enseñado y te  está madurando porque a su tiempo, Dios hará que seas lo que debas ser y que  hagas lo que tengas que hacer. 
Cuando en una oportunidad estábamos con los chicos, a algunos les tocó jugar  con los que estaban cayendo, pero no se perdieron la bendición de estar en el  Espíritu, pudieron estar en el Espíritu igual que los que estábamos orando.  Pero ahora es el tiempo de agarrar a los que se caen, y algún día llegará el  tiempo, y doy gloria a Dios, que ellos estarán orando y habrá otros que estarán  agarrando a la gente... 
A su tiempo madurará, pero sólo madura el que está en la corriente del  Espíritu, no el que lo ve de lejos. 
...Porque sus aguas salen del santuario; no vienen de  cualquier lugar las aguas estas, salen de la misma presencia de Dios y llenan  nuestra vida. 
Cuando eso ocurre el fruto es para comer y la hoja para medicina. Cuando tu  estés en el Espíritu, nadando en la corriente del Espíritu, siendo guiado  plenamente en el Espíritu, entonces llegará un momento en que Dios dirá que ya  está a punto y el fruto que Dios te dé va a alimentar el hambre espiritual de  muchas personas que están allí y las hojas que tu darás, podrán ser para  medicina de aquellos que están lastimados heridos y quebrantados por el diablo. 
Por eso dije antes que el día de la visitación de Dios en este tiempo,  no será aparte de la iglesia, es a través de la iglesia.
Porque Dios quiere madurarnos a cada uno como miembros para que seamos  nosotros esos árboles que den fruto que pueda alimentar a los que necesitan de  Cristo y llenar el hambre espiritual que tienen en su interior, y además que  demos hojas que puedan sanar a la gente de una vez por todas y recibir la  sanidad que viene de lo alto. 
Algún día Dios te ha sanado a ti, pero lo que nos pasa a los cristianos, es que  somos tan egoístas que lo único que nos importa es haber recibido la sanidad,  ya hemos recibido la sanidad y estamos a gusto y “chapoteamos” con el agua, en  vez de estar dispuestos a salir de nuestra situación y decir yo empiezo a nadar  en el río de Espíritu y ahora que Dios me use a mí para sanar a otros. 
Esto tiene un costo, y este costo es igual a “todo”. 
O le damos todo al Señor, o perdemos todo del Señor. No hay doble  posibilidad. 
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, 
ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha  sentado; 
sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y  de noche. 
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, 
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.
(Salmo 1:1-3) 
Qué familiar resulta este texto luego de leer a Pedro y a Ezequiel. 
Si quieres ver la manifestación de Dios, haz lo que tienes que hacer. 
La prosperidad tiene que ver con una parte que viene de Dios y con una parte  que tú haces, y no sólo la prosperidad económica, sino en todos los ámbitos de  nuestra vida. 
Si quieres ser un verdadero adorador, debes provocar la presencia de Dios en el  lugar en que estás, pues si tu actitud no es la de un verdadero adorador, su  presencia no puede estar allí. 
Sé un verdadero adorador y verás como su presencia estará en toda su plenitud. 
Iglesia, el día de la visitación de Dios puede venir en cualquier momento. 
En cualquier momento Dios puede decir, éste es el momento de mi visitación en  este lugar. 
Seguramente tú anhelas esto pero, ¿estás preparado para ser un canal de  bendición y que Dios te pueda usar en el tiempo de su visitación? 
El deseo del Espíritu de Dios, es que ninguno que está siendo parte de la  Iglesia de Jesucristo, se pierda la bendición de ver la visitación de Dios y de  ser parte de ella. 
Esto es para todos. Nadie queda afuera de parte de Dios. Dependerá de  ti y de mí.
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