en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Una nueva oportunidad para poder estar a la luz de la Palabra y ser ministrados por el Señor en aquellas cosas que Él siempre nos quiere hablar.
Gracias damos al Padre por enseñarnos todo el tiempo, por hacer que su Iglesia podamos comprender lo que está en su corazón, en su mente, y poder avanzar también en los planes y propósitos que tiene con nuestras vidas.
Para comenzar este video y esta enseñanza, quiero hacer referencia a lo que todo el mundo viene viviendo hace ya bastante tiempo.
Al momento de grabar este video, ya ha pasado más de un año de la aparición del virus Covid 19, y el mundo entero continúa experimentando una pandemia. La realidad es que al principio todos estábamos muy sorprendidos, confundidos, no sabíamos lo que estaba pasando y no sabíamos de qué se trataba ni qué podíamos esperar, pero cuando fue pasando el tiempo, aquellos que pertenecemos al Señor, que somos sus hijos, que somos miembros del cuerpo de Cristo, fuimos entendiendo que el Señor nos estaba dando una oportunidad divina para aprovechar la incertidumbre, la angustia, la desesperación de las personas, y llegar a esas personas con el evangelio y para hablarles del Señor.
Sin embargo, los meses han seguido transcurriendo y podríamos pensar que a pesar de estar viviendo una situación que ya ha afectado a millones de personas en el mundo, en diferentes circunstancias, sin embargo no ha habido una respuesta de las personas al Señor, no ha habido una búsqueda del ser humano hacia el Señor reconociendo que lo necesita.
En ocasiones yo me doy cuenta, que muchas veces pensamos los creyentes, que al mirar nuestra sociedad, al mirar la gente que nos rodean, parecen las personas ser cada vez más difíciles para recibir la Palabra, para escuchar la verdad del evangelio y sobre todo rechazan el hecho de reconocer su necesidad de Cristo. Pero siempre es necesario que la Iglesia vea las cosas como Dios las ve, y hoy de lo que vamos a hablar tiene que ver con algunos aspectos que componen algo que yo llamaría, una ecuación que da como resultado que el Señor pueda manifestarse, que se produzca una transformación en el lugar donde la Iglesia está. Y hay diferentes componentes y aspectos que forman parte de esa ecuación, y en particular hoy vamos a hablar de tres que tienen que ver con: la oración, la fe y el evangelio.
Comenzamos con la lectura de la Palabra para empezar con todo este tema; la Palabra dice de esta manera:
“Jesús les contó a sus discípulos una parábola
para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.
Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios
ni consideración de nadie.
En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle:
“Hágame usted justicia contra mi adversario”.
Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó:
“Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie,
como esta viuda no deja de molestarme,
voy a tener que hacerle justicia,
no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”».
Continuó el Señor:
Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto.
¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos,
que claman a él día y noche?
¿Se tardará mucho en responderles?
Les digo que sí les hará justicia, y sin demora.
No obstante, cuando venga el Hijo del hombre,
¿encontrará fe en la tierra?»”
Lucas 18: 1-8 / NVI
Esto se encuentra en Lucas capítulo 18, de los versículos 1 al 8. Todo el contexto de lo que Jesús estaba hablando y esta parábola que Él comentó, nos indica claramente que hay un aspecto de la ecuación que es fundamental y tiene que ver con la oración.
Pero la parábola nos da algunas pautas para entender y comprender correcta y cabalmente lo que el Señor nos quiere enseñar.
Jesús estaba enseñándoles a los suyos acerca de la necesidad de orar siempre pero agregó, sin desanimarse. ¿Qué es este desánimo? Este desánimo es la consecuencia de quitarle valor, de perder el interés o de volverse cobarde en aquello que estamos haciendo. El peligro es precisamente, cuando nosotros estamos involucrados en algo, pero poco a poco las diferentes circunstancias van haciendo que nosotros creamos que ya no es tan importante lo que hacíamos, y vamos perdiendo el interés y nos vamos retrayendo en nuestra actitud, de nuestro comportamiento, en nuestro carácter, y nos volvemos cobardes echándonos para atrás en aquello que se nos encomendó.
En el relato, nos fijamos que el Señor mencionó a un juez injusto y a una viuda insistente; ahora bien, no hay una intención del Señor de comparar al juez injusto con el Padre bueno que tenemos, porque no habría punto de comparación, como tampoco la intención del Señor era que nosotros imitáramos a la viuda en pedir de manera insistente, y hasta podríamos decir molesta, para conseguir de Dios lo que estamos pidiendo. En realidad, aquí se muestra una gran diferencia entre un juez que no temía a Dios, no respetaba a ninguna persona, con respecto a nuestro Padre que es bueno en esencia, pero además que nos considera sus escogidos.
Por otra parte, los hijos de Dios claro que debemos pedir con firmeza y debemos tener constancia al pedir, pero porque sabemos que estamos pidiendo ya conforme a la voluntad del Padre, conocemos al Señor y pedimos de acuerdo a su voluntad guiados por el Espíritu.
Por otra parte, el Señor dentro de lo que Él estaba relatando, nos promete no tardar en responder, y Jesús termina todo este relato y todo este momento con los suyos, con una pregunta reflexiva impactante, cuando Él regrese, ¿encontrará fe en la tierra?
Esa pregunta nos permite entender la instrucción del Señor de no desmayar, ¿por qué? Porque el hecho de desmayar en lo que estamos haciendo es el resultado que poco a poco fuimos quitándole valor a lo que hacíamos porque ya no hay fe de que algo pueda ocurrir, y al perder la fe, definitivamente estamos quitando toda perspectiva de cambio o de transformación.
La fe, es otro de los factores en esta ecuación que venimos hablando desde el principio, porque nos habilita para ver las cosas como Dios las ve, con ojos espirituales, y mantenernos firmes en los propósitos de Dios.
Ahora, quiero que leamos otro pasaje, pero antes de leerlo, es un pasaje creo que muy conocido y la mayoría de nosotros seguramente lo recordaremos, pero como vamos a leer una porción más pequeña, yo voy a hacer un resumen breve de qué se trataba este suceso, también ocurrido con Jesús, y tiene que ver con aquel hombre que tenía muchas riquezas, muchas posesiones y se acercó al Señor con una intención genuina de preguntarle, ¿cómo podía hacer para heredar la vida eterna? Ante esa pregunta, el Señor le recuerda a los mandamientos que, obviamente todos los judíos conocían, y se los va mencionando, y al terminar el hombre le dice, en realidad yo he respetado y he cumplido con estos mandamientos desde mi juventud, entonces, aclara la Palabra precisamente en este mismo capítulo que ahora en un rato vamos a leer, que Jesús lo miro y lo amó; y entonces le dijo, te falta una sola cosa ve vende todo lo que tienes dáselo a los pobres y entonces vas a estar haciendo tesoro y riqueza en el cielo, luego ven y sígueme; y dice la Escritura que entonces esa persona se fue entristecida, precisamente porque tenía muchas riquezas.
Habiendo recordado el suceso, ahora vamos a ver la parte del pasaje que me interesa que leamos, dice así:
“Jesús miró alrededor y les comentó a sus discípulos:
—¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!
Los discípulos se asombraron de sus palabras.
—Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!
—repitió Jesús—.
Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja
que a un rico entrar en el reino de Dios.
Los discípulos se asombraron aún más,
y decían entre sí: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
—Para los hombres es imposible
—aclaró Jesús, mirándolos fijamente—,
pero no para Dios; de hecho,
para Dios todo es posible.”
Marcos 10:23-27 / NVI
Esto se encuentra en Marcos capítulo 10, del 23 al 27. A ver, vamos a repasar un poco las palabras de Jesús a sus discípulos. En principio, cuando Jesús se refirió a los ricos y al Reino y la dificultad de los ricos para entrar, leer esas palabras parecieran una expresión carente de fe. En realidad, yo me imagino a Jesús diciendo eso en el presente y estoy plenamente seguro que más de un creyente se acercaría al Señor, lo regañaría, entre comillas, y le diría que así habla un incrédulo pero no un hijo de Dios, un hijo de Dios siempre habla con fe, porque las palabras del Señor parecían que no tenían nada de fe. Es más, pasó algo peor, ¿por qué? Porque Jesús repitió dos veces el mismo asunto, por eso refiere la Palabra que los discípulos lo escucharon la primera vez y les llamó la atención, paro al escuchar una segunda vez, ahora empezaron a dudar siquiera si existía la posibilidad de cualquier ser humano poder entrar al Reino de Dios, entonces allí es cuando realmente se ve la fe del Señor.
Todos somos conscientes que al Señor no le faltaba fe, la realidad, ¿cuál es? Que el Señor estaba mostrando una característica humana y una realidad humana, eso no era falta de fe, era describir la dificultad para cierta clase de personas y para ciertos corazones, de reconocer que tiene que haber algo mayor en sus vidas que lo que ellos han puesto como su dios, entonces después de declarar eso aparece la fe del Señor diciendo, que obviamente para los seres humanos muchísimas cosas van a ser imposibles, sin embargo para Dios no hay ni una sola cosa imposible.
Las palabras de Jesús fueron para Dios todo es posible.
Ahora, la fe que mencionamos anteriormente cuando leímos el otro pasaje, y Jesús preguntó si encontraría esa fe a su regreso, es esta clase de fe de la que acabamos de leer de Jesús. ¿Por qué? Porque ésa es la única fe verdadera, ¿qué quiero decir con esto? No es una fe religiosa. ¿Y a qué llamo yo una fe religiosa? La fe religiosa es la que conoce lo que la Biblia dice, pero no puede ver la realidad espiritual reflejada en la vida práctica.
Es decir, los conceptos en la cabeza todos están claros, puestos perfectamente en su lugar con la capacidad de responder a cualquier pregunta, pero a la hora de vivirlo, de practicarlo, se encuentra con el impedimento que no sabe cómo hacerlo, y no cree que algo pueda ocurrir cuando una circunstancia enfrenta a esa persona y a su fe a vivir todo lo que tiene en su cabeza. Por lo tanto, en este mismo sentido tenemos que entender que la verdadera fe es la que confía plenamente en el Señor y cree en todo lo que Él es y en todo lo que Él puede hacer.
Por eso, la Iglesia debe ejercer su función en este mundo y en la sociedad con esta misma clase de fe. Es decir, claro que hay una realidad, el mismo Jesús habló de esa realidad y ver la realidad o hablar de esa realidad no significa que seamos carentes de fe, al hablar la realidad de reconocer que hay una dureza en el corazón humano, y nosotros podríamos pensar que en el tiempo que nos tocó vivir, la dureza es como nunca antes, pero eso es porque estamos viviendo en este tiempo, si nos fuéramos hacia atrás y viéramos las realidades que consiervos nuestros en otro tiempo, hermanos nuestros, en otro tiempo vivieron, experimentaron, nos daríamos cuenta que todo tiempo fue difícil. ¿En qué sentido? En el plano de que el ser humano rechaza y rehúsa reconocer a Dios como su máxima necesidad, pero la fe, la verdadera fe, está por encima de eso y no ve esa imposibilidad como un impedimento para que Dios pueda hacer su trabajo sobrenatural, por el contrario, la fe puede declarar y reconocer que Dios, en medio de esa realidad humana, va a actuar sobrenaturalmente, va convencer a los corazones, va traer arrepentimiento y va cambiar cualquier situación, que para nosotros, humanamente, podría parecer imposible de cambiar.
Ahora vamos a leer otro relato muy interesante y este relato está en Hechos capítulo 18, versículo 5 al 11 y tiene que ver con el apóstol Pablo dice:
“Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia,
Pablo se dedicó por completo a anunciar el mensaje
y a probar a los judíos que Jesús era el Mesías.
Pero ellos comenzaron a ponerse en contra suya y a insultarlo;
así que Pablo sacudió su ropa en señal de protesta, y les dijo:
—De ustedes será la culpa de su propia perdición;
yo no me hago responsable.
De hoy en adelante me iré a los que no son judíos.
Salió de la sinagoga y se fue a casa de un hombre llamado Ticio Justo,
que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga.
Y Crispo, el jefe de la sinagoga,
con toda su familia, creyó en el Señor.
Y también muchos de los de Corinto, al oír el mensaje,
creyeron y fueron bautizados.
Una noche, el Señor le dijo a Pablo en una visión:
«No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles.
Porque yo estoy contigo y nadie te puede tocar para hacerte daño,
pues mi pueblo es muy grande en esta ciudad.»
Así que Pablo se quedó un año y medio en Corinto,
enseñando entre ellos el mensaje de Dios.”
Hechos 18:5-11/ DDH
Sin dudas este pasaje es emocionante, ¿por qué? Porque vemos una realidad ocurrida con el apóstol Pablo que es la misma realidad que podríamos vivir hoy, de hecho, yo les invito en algún momento leer Hechos desde el capítulo 16 para llegar a este relato en el capítulo 18 que acabamos de leer, ¿por qué razón? Porque a partir del capítulo 16 empezamos a ver a un Pablo que empieza a ir a diferentes lugares y siempre encontró oposición, siempre hubo problemas específicos, pero algo era notable en él, un fuego interior por compartir el mensaje del evangelio con toda persona y en todo lugar.
Claro que la oposición de las dificultades estaban en este relato, nos damos cuenta que el primero como solía hacer, fue los judíos y los judíos, en realidad se burlaron de él, no quisieron recibir y él dijo hasta aquí llegué, yo no me hago responsable de que ustedes estén rechazando a Dios, por lo tanto, sacudo el polvo de mí, ustedes darán cuenta al Señor de las decisiones que están tomando... Ahora yo me voy a ir a los gentiles.
Pero eso no era como decir, ustedes son personas que no tienen arreglo ni solución, y Dios no podrá hacer nada con ustedes, no, son ustedes los que están decidiendo que no quieren recibir, Dios se encargará de ustedes porque sé que Dios puede transformarlos, pero yo ahora voy a ir a los gentiles a donde fui llamado. Y cuando fue los gentiles empezó a ver conversión tras conversión, cambio tras cambio, transformación tras transformación. ¿Y qué vemos? Vemos a un Pablo seguro de lo que Dios podía hacer, no vemos a un Pablo desanimado, a un Pablo temeroso, a un Pablo confundido, a un Pablo incrédulo, al contrario, está lleno de la convicción espiritual que produce la fe reconociendo que el Señor lo había enviado y que habría una confirmación de la obra del Espíritu en la vida de la gente como realmente ocurrió.
Hay algo que a mí me llama mucho la atención y esto lo que quiero reparar y que lo recibamos hoy como un mensaje del Señor para nosotros como Iglesia. El relato dice que en cierto momento Pablo, en una visión recibió una palabra del Señor, y el Señor en definitiva, lo que le estaba diciendo es, Yo estoy contigo, nadie te va a poder hacer daño, y por lo tanto no es momento de callar Pablo, al contrario, es momento de hablar, es momento de anunciar las buenas nuevas de salvación y de vida que Jesucristo trae a toda persona.
Qué podemos ver aquí, el otro factor de esta ecuación que venimos comentando, ese otro factor es el evangelio, el evangelio es el privilegio que tiene la Iglesia de compartir, el evangelio es el motor que nos mueve a decirle a los demás que estamos donde estamos, que somos quiénes somos, que recibimos el privilegio de ser llamados hijos de Dios, y hoy disfrutamos de la presencia divina porque primero el Señor, por medio del evangelio, nos transformó a nosotros.
Así que, Iglesia del Señor, el Espíritu hoy nos sigue alentando, nos sigue diciendo que está con nosotros, independientemente de las circunstancias que veamos a nuestro alrededor, de la dureza del corazón del ser humano, hoy el Espíritu Santo nos dice, Yo Iglesia estoy contigo, tienes mi protección, nadie te va a tocar sin mi permiso, sin mi autorización, pero además Iglesia, no es tiempo de callar, por el contrario es tiempo de hablar, es tiempo de anunciar el mensaje del evangelio como nunca antes, porque Yo tengo el poder suficiente para transformar cualquier vida, cualquier persona, cualquier circunstancia y transformar la sociedad de la cual te puse.
Ahora, quiero leer otro pasaje más, dice de esta manera:
“Por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este ministerio,
no nos desanimamos.
Más bien, hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas;
no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios.
Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad,
nos recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios.
Pero, si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden.
El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos,
para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo,
el cual es la imagen de Dios.”
2 Corintios 4: 1- 4 / NVI
Esto se encuentra en 2 de Corintios capítulo 4, de los versículos 1 al 4. Si nos fijamos bien, Pablo tenía muy claro que había recibido el ministerio de parte del Señor por su gracia, por su misericordia, y eso lo que producía en él era un gran sentido de ánimo, había ánimo espiritual, todo el ánimo necesario para seguir adelante en la predicación del evangelio.
Ahora, esto lo tenemos que traer a nuestras vidas, ¿por qué? Porque nosotros, la Iglesia, necesitamos entender que hemos recibido el enorme privilegio de poder ser llamados a formar parte de lo que es la novia de Cristo, un día seremos su esposa, pero hoy estamos disfrutando de la comunión plena con Él, y como la novia de Cristo tenemos un encargo, tenemos una tarea, tenemos una misión, la de llevar el evangelio en el lugar donde Dios nos ha puesto, eso lo compartimos con el mismo Pablo y si a Pablo, eso le daba ánimo, para nosotros el ánimo debe ser saber y entender que Dios está con nosotros y hemos sido privilegiados de recibir este encargo.
Pero por otra parte, hay una realidad que Pablo mostró en su propia vida y en la vida del equipo apostólico, y es que el evangelio debe ser no solamente predicado, sino también demostrado con la vida, y una vida que camina a la luz del Señor.
Es decir, si nosotros no estamos, dice hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas, no actuamos con engaño, no torcemos la Palabra de Dios... y luego agrega, al contrario, mediante la clara exposición de la verdad nos recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios.
Es decir, lo que estamos hablando, lo que estamos predicando, es una realidad de nuestras propias vidas. Y cualquier conciencia de una persona podría mirarnos y reconocer, que aquello que decimos, primero se ha cumplido en nuestras vidas, es decir, no estamos hablando de anunciar un evangelio que lo sabemos muy bien, que sabemos lo que hay que decir, que podemos recorrer la historia de la crucifixión del Señor, su muerte, su sepultura, sobre su resurrección, su ascensión y podemos explicarle a una persona que Dios lo hizo todo eso en su Hijo para nuestro bien, está perfecto, pero la realidad, es que eso ha impactado en nuestra vida y nosotros vivimos por esa verdad, y la verdad del evangelio sigue hoy mostrándose en todas las áreas de nuestra vida, hay una habilitación que nos da una vida confirmada por el trabajo del Espíritu Santo en nosotros constantemente, y eso es a lo que Dios nos llama a mostrar en nuestra vida, que el evangelio es un evangelio de poder y que puede transformar a cualquier persona.
Pero por otra parte, Pablo expuso que el evangelio estaba encubierto solamente para los que se pierden, y la razón es que el diablo ha cegado la mente de este tipo de personas impidiéndoles ver la luz del evangelio de Cristo.
Ésta no es como nos pasó antes con Jesús, no es una declaración de falta de fe o una declaración de derrota, Pablo no está diciendo, bueno hagámonos a la idea que hay un grupo de personas incrédulas que nunca van a poder ser transformadas, Dios no puede con esas personas, por lo tanto esas personas ya están cegadas y morirán cegadas al evangelio, no, no, no. Nuevamente Pablo está describiendo una realidad espiritual que para la Iglesia tiene que ser una motivación para combatir con las armas espirituales que Dios nos ha dado; y precisamente ¿qué vamos a usar para combatir? Uno de los factores de los componentes de esta ecuación, la oración.
Vamos a ir al Señor en oración y vamos a usar la autoridad espiritual que el Señor nos ha dado para oponernos a Satanás, para oponernos a sus demonios y obligarlos a que suelten las vidas de aquellos que están atados por él.
Eso significa Iglesia, que también aquí vemos que para nosotros hay un desafío, no es el desafío solamente de decir, bueno yo ya cumplí y a tal o cual persona le prediqué el evangelio; sí, pero si yo veo que esa persona, literalmente está atada, que está impedida en todo su ser de reconocer la grandeza del evangelio y de darse cuenta de su propia necesidad de Dios, entonces tengo que darme cuenta que hay algo que el diablo está haciendo concretamente en la vida de esa persona, yo pude haberle hablado, pero a solas con Dios voy a defender esa persona de lo que el diablo está haciendo oponiéndome al diablo y diciéndole Señor, Señor, yo sé que Tú tienes el poder porque para ti no hay nada imposible, todo es posible para ti, oro para que esta persona sea transformada por tu poder y se caigan esas ventas de oscuridad y pueda ver la gloriosa luz de tu evangelio y darse cuenta cuánto te necesita.
Pero en este mismo pasaje que leímos hay un último versículo que yo quiero leer y es el versículo 13 de 2 Corintios 4, dice así:
“Escrito está: «Creí, y por eso hablé».
Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos,
y por eso hablamos.”
2 Corintios 4:13 / NVI
Esta declaración, Pablo la tomó de algo que está escrito en un Salmo y la transcribió aquí, pero es una declaración poderosísima, porque nos inspira a nosotros para entender que los hijos de Dios tenemos un espíritu de fe por el cual creemos en y al Señor, y entonces por eso, sabemos que para Dios todo es posible, por lo cual hay un resultado lógico, el resultado lógico es hablar, decir quién es el Señor y anunciar las buenas nuevas de salvación.
Es decir Iglesia, estamos siendo desafiados hoy por el Señor a darnos cuenta que no son
las circunstancias lo que van a cambiar a las personas, no es que el coronavirus llegó para que entonces ahora las personas fueran un poquito más sensibles a Dios, posiblemente eso ocurrió, pero no es el resultado del coronavirus, es el resultado de la tarea del Espíritu Santo en la vida de la gente, y ahí está nuestra confianza. Creemos que Dios por medio de su Espíritu, sigue haciendo una obra de transformación en la vida de las personas y las está convenciendo de su pecado y de su necesidad de Dios. Porque creemos, hay un Espíritu de fe, y ese espíritu de fe es un motor poderosísimo que nos impulsa a seguir hablando y anunciando a Cristo en todo lugar, y a todas personas.
Amados, llegando al final de esta Palabra y de este mensaje, yo quiero animarlos a todos, animar a la Iglesia de Cristo, a entender y a saber que no es que estamos viviendo tiempos, pero yo sé que se acerca la venida del Señor, yo sé que las cosas en muchos aspectos dentro de la humanidad de nuestra sociedad se van a poner peores porque la Palabra lo aclara y lo anuncia anticipadamente, pero no estoy hablando de eso, estoy hablando de la realidad interior de los seres humanos, esa realidad tiene diferentes caras, se manifiesta de diferentes formas, pero siempre ha sido la misma, el ser humano por su naturaleza pecaminosa rechaza a Dios y las circunstancias no lo van a cambiar, pero sí va a ser el Espíritu Santo aprovechando muchas veces las circunstancias, que cambie y transforme ese interior del ser humano para empezar a darse cuenta que está vacío, que está seco, que no tiene nada, que no hay fortaleza en sí mismo, que necesita algo mucho más fuerte y más poderoso que él, y ahí es donde entra el evangelio regado con la oración y sobre todo con un Espíritu de fe que sigue creyendo al Señor, que sabe que el Señor tiene todo poder para transformar la vida de la gente. Y en esa manera y en ese sentido, entonces la Iglesia sale y predica el evangelio que no son solamente palabras, un evangelio que está avalado por una vida que ha sido transformada y una vida que vive aferrada a Cristo y sabe que Dios, hoy sigue actuando como siempre lo ha hecho.
Así que, en el nombre de Jesús, yo los animo para con Espíritu de fe seguir saliendo, seguir anunciando el evangelio, seguir llegando a toda persona que esté a tu alcance, aquellos compañeros de trabajo, compañeros de escuela, vecinos, parientes, familiares; para Dios no hay nada imposible, todo es posible para Él. Vamos a orar al Señor.
Padre, cuántas gracias te damos, gracias por tu Palabra, gracias por abrir un poco más nuestro entendimiento espiritual, gracias sobre todo por traer ánimo a tu Iglesia, de ese ánimo que no es solamente una cuestión almática que nos sentimos bien por un rato y luego volvemos a estar por debajo de las circunstancias. No, es el ánimo espiritual que trae el reconocer que lo que tu Palabra dice es verdad, por lo tanto podemos ver muchas circunstancias, pero nosotros no estamos dependiendo de un juez injusto, nosotros tenemos al Dios más bueno que pudiera existir, un Dios que es bueno en esencia, el único Dios verdadero y que nos considera sus escogidos.
Gracias Señor por el privilegio de ser tus escogidos, porque sabemos que nos oyes con profunda atención, que recibes nuestras oraciones y que las respondes mucho más rápido de lo que nosotros pudiéramos imaginar, y si hay una demora, es una demora en cierto tipo de aspectos, pero para ti nunca hay demora, Tú siempre llegas en oportuno.
Por eso, Señor queremos levantar nuestros ojos a ti y volver a saber que por medio de la oración se despierta un Espíritu de fe en nuestro interior, para creer que Tú puedes hoy transformar a las personas que nos rodean. Pueden parecer duras a nuestros ojos, podríamos llegar a decir, como aún Jesús lo dijo, aún por la descripción de Pablo, estas personas están viviendo en estas circunstancias y qué difícil es para estas personas entrar al Reino de Dios, pero eso no significa que no tenemos fe, eso significa que estamos viendo con claridad esa circunstancia, pero nos diste armas espirituales y por la misma fe de Cristo en nosotros vamos a combatir contra el enemigo y contra sus huestes y vamos a obligarlo a dejar en libertad a esas personas que están atadas, de tal forma que llegue el Espíritu Santo y transforme el interior de esa gente y todos sean convencidos de su necesidad de Cristo.
Por eso anunciamos el evangelio, porque no hay otra cosa que pudiéramos anunciar, el evangelio es el mensaje de salvación, el evangelio es Cristo mismo acercándose a la gente y diciéndole, hoy el Reino de los cielos está cerca, es tiempo de arrepentirse.
Señor, gracias por habernos dado este privilegio como Iglesia de seguir anunciando el evangelio, y lo seguiremos haciendo hasta el último día que nos des sobre la Tierra. No sabemos si moriremos antes de que Tú regreses o Tú vendrás primero, pero hasta ese último día, tu Iglesia seguirá anunciando, sabiendo que hay mucho pueblo tuyo que todavía no conocemos, pero que está en cada rincón de este mundo, así que con gozo en nuestro corazón, con profunda alegría, con un gran agradecimiento a ti por toda tu obra, y con un reconocimiento de que eres Dios, de que tienes un poder sobrenatural y de que sigues actuando en medio de las personas y de nuestra sociedad. Hoy reconocemos que ese Dios en el cual hemos creído nos impulsa como Iglesia y que la obra del Espíritu Santo está siendo efectiva en todas las vidas en este momento, más allá de cualquier circunstancia que vean nuestros ojos.
Te honramos, te bendecimos, te alabamos Señor, te ponemos en alto y te agradecemos por traernos esta Palabra en este momento particular, la creemos, la abrazamos, pero sobre todo la vivimos Señor, no la queremos mantener en nuestra mente, queremos experimentarla una y otra vez y anunciar el evangelio con la fe que nos dice, esa persona será transformada por el poder de Dios.
Gracias Padre, en el nombre de Jesús oramos y declaramos que esto está hecho sobre nuestras vidas, amén y amén.
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