en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Le damos muchas gracias al Señor de que una vez más podamos reunirnos, siempre a la luz de la Palabra y del Espíritu Santo que es aquel que nos enseña todas las cosas y por quién podemos vivir toda la realidad espiritual que Dios preparó para nosotros.
Realmente el día de hoy vamos a compartir algo que tiene que ver con nuestro interior, con algo que posiblemente, se pueda entender como muy íntimo de alguna manera, pero que en el Espíritu vamos a poder llegar a comprender la importancia que tiene, y está relacionado con nuestra docilidad.
Voy a empezar diciendo que cuando nacemos de nuevo, todos sabemos que recibimos la naturaleza divina, y eso significa que todo lo que el Señor es en esencia, sus características, su carácter, todo está a nuestra disposición para poder mostrar y manifestar al Señor con absoluta libertad y en toda su potencia. Sin embargo, aunque tenemos las mejores intenciones, por supuesto, de honrar al Señor y de hacer siempre su voluntad, muchas veces nos damos cuenta de que no expresamos a Cristo de la manera que quisiéramos hacerlo. Y por otra parte, quiero decir que con preocupación, he visto que los cristianos no tenemos muchas veces una actitud normal de docilidad, es decir, no somos dóciles prontamente para lo que Dios nos quiere hablar, para lo que Él quiera hacer en nuestras vidas. Hay una cierta resistencia que, como las personas somos diferentes, manifestamos esa resistencia de diferentes maneras. Pero el punto es que no hay una docilidad que fluya naturalmente y que sea pronta para responder a la acción del Espíritu en nuestras vidas.
Ahora, como siempre me gusta empezar, hay que empezar por el principio, eso significa entender por lo menos, en el diccionario de nuestra lengua, de la lengua española, lo que significa la palabra dócil, y dice el diccionario acerca de "dócil" de esta manera:
DÓCIL
Suave, apacible, que recibe fácilmente la enseñanza.
En su segunda acepción dice que dócil es:
Obediente.
Y en tercer lugar, algo muy interesante porque no está referido a personas, pero dice:
Dicho de un metal, de una piedra o de otra cosa: que se deja labrar con facilidad.
Quiere decir que el concepto de ser dócil, en principio es alguien que es suave, que es amable, que es apacible con las demás personas, pero empezando por su condición interna.
Es decir, internamente es de esa manera y lo manifiesta hacia los demás, por lo tanto, esa persona es fácilmente enseñable, puede recibir cualquier clase de enseñanza que se le quiera dar.
Pero también, ser dócil significa que hay una aptitud para la obediencia, es decir, que hay una naturalidad para obedecer sin razonar lo que esa obediencia pudiera significar, simplemente escuchar algo y estar dispuesto a obedecer.
Pero al mismo tiempo la tercera acepción, aunque no estaba referida a seres humanos, nos da una pauta muy importante acerca de la docilidad que también nosotros debiéramos tener, ¿y cuál es? Que nos dejemos labrar con facilidad.
Es decir, si algo como un metal, como una piedra o algo que podríamos llamar rígido, duro, pudiera ser moldeable, pudiera labrarse y trabajarse fácilmente, cuánto más los hijos de Dios debiéramos ser personas en las cuales Dios trabaje con absoluta facilidad y no seamos un inconveniente para el Espíritu Santo a la hora de que el Señor quiere hacer algo concreto en nuestras vidas.
Ahora, realmente debiera preocuparnos la falta de docilidad en los hijos de Dios porque puede indicar esa falta de docilidad, por un lado, una condición deficiente espiritualmente hablando, pero en el peor de los casos, la falta de docilidad podría también manifestar que no hay un verdadero nuevo nacimiento, es decir que, hay un convencimiento intelectual acerca de la verdad de Dios, acerca de la obra de Cristo, pero no hay una transformación interna, por lo tanto a la hora de tener que ser enseñables, a la hora de que Dios quiera trabajar con nuestras vidas, no hay respuesta ninguna al trabajo y a la acción del Espíritu.
Ahora, ¿cuáles serían los factores que debiéramos considerar para que no se pueda manifestar una docilidad de acuerdo con el Señor? O ¿Cuáles debieran ser los factores para que sí pudiéramos manifestar una docilidad de acuerdo a Dios?
Vamos a leer un primer pasaje bíblico, porque necesitamos empezar leyendo algo que tiene que ver con el mismo Jesús, y como comenzamos diciendo que cuando nacemos de nuevo tenemos la naturaleza divina, todas las palabras relacionadas al Señor y hablando de sí mismo, también para nosotros debiera ser el día de hoy un reflejo de cómo debiera ser nuestro comportamiento, nuestra actitud y nuestra respuesta a la acción de Dios.
Vamos a ir a este pasaje que dice de esta manera:
“En aquel tiempo Jesús respondió y dijo:
“Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos,
y las has revelado a los niños.
Sí, Padre, porque así te agradó”.
“Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre.
Nadie conoce bien al Hijo, sino el Padre.
Nadie conoce bien al Padre, sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
“Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados,
y yo los haré descansar.
Lleven mi yugo sobre ustedes,
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y hallarán descanso para su alma.
Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.”
Mateo 11: 25-30 / RVA 2015
Sin duda habría diferentes aplicaciones que podríamos hacer de estas palabras de Jesús, pero lo más importante es comprenderlas a la luz del contexto del pasaje.
Y lo primero que quiero decir es que, Jesús estaba alabando al Padre porque reconocía que los asuntos importantes del Reino, los asuntos importantes que tienen que ver con las cosas del Espíritu, Él decía que habían sido esas cosas, escondidas de sabios y entendidos pero habían sido reveladas a los niños.
¿Cómo podríamos entender niños hoy?
No es una cuestión de edad, es una cuestión de actitud espiritual, es decir, un niño espiritualmente hablando, es aquel que tiene una fe absoluta en el Señor y confía sin dudar.
Quiere decir, que cuando Jesús estaba hablando de que las cosas importantes iban a ser reveladas a los niños, estaba hablando para nosotros hoy, diciendo, en la actitud que ustedes tengan de fe, de creer a todo lo que Yo digo, sin dudar ni una sola de mis palabras ni de mis promesas, ustedes verán que toda la revelación que tengo para ustedes la van a poder recibir y comprender.
Ahora bien, por otra parte dijo Jesús que había recibido todo lo que el Padre le había dado, y Él es el único en realidad, que puede revelarnos al Padre.
Esto, ¿por qué es importante? Porque toda persona que intenta por sus esfuerzos, por sus medios, con sus ganas, con su inteligencia natural, comprender cómo es Dios, e intentar de alguna manera agradar a Dios, va a terminar cansado, agotado, abatido, por no poder lograrlo; pero el Señor es quien nos puede dar el descanso que significa que conozcamos a Dios.
Por eso, cuando Él habló de que todos los que estuvieran trabajados, cargados, fatigados, fueran a Él porque Él les daría descanso, Él estaba hablando en términos espirituales, aunque también se puede aplicar a los términos naturales, a un agobio que una persona tenga, y que al encontrarse con Jesús, Jesús le quita ese agobio. Pero sobre todo está relacionado con ese esfuerzo que hacemos los seres humanos de intentar hacer las cosas como Dios quiere, entender de alguna manera con nuestra mente lo que Dios nos está hablando, y entonces ahora comprometernos con nosotros mismos y delante de Dios de que vamos a avanzar y vamos a lograr lo que Dios nos está pidiendo, pero como estamos dependiendo de nuestras fuerzas y no conocemos en intimidad al Padre, nunca llegamos a lograrlo.
En realidad, el descanso que Jesús nos da, es que Él nos da a conocer la voluntad del Padre para nuestras vidas, pero conocer la voluntad del Padre no es una cuestión de que yo la conozco, que está guardada en mi mente, sino que por las mismas palabras de Jesús, la voluntad del Padre debiera estar atada. Esa voluntad del Padre es el yugo del cual Jesús habló, es decir, lo que Jesús nos dice, es lleven mi yugo, reciban la voluntad perfecta de mi Padre para ustedes y asuman que eso es lo mejor para sus vidas, átenlo a ustedes y llévenlo todos los días de su vida, ¿por qué razón? porque ese yugo es fácil, es ligero, es suave, ustedes van a poder llegar con éxito a la meta y van a recibir el gozo de saber que han vivido como mi Padre quería que vivieran, y lo hicieron de manera natural.
Ahora, llegamos a las palabras de Jesús, es decir, Jesús nos dijo que aprendiéramos de Él, porque Él es manso y humilde de corazón.
Empiezo por el final, dijo: que lo era de corazón. Cuando hablamos de estas cualidades no estamos hablando de cualidades externas, estamos hablando de cualidades que nacen en lo íntimo, que no se pueden fabricar por el conocimiento, por el esfuerzo, por la práctica y la técnica de cómo llegar a ser manso y humilde, sino por una transformación y un cambio interior.
Ahora, necesitamos comprender la docilidad, que es nuestro tema, a la luz de estas palabras y de lo que Jesús nos quiere enseñar.
Es decir, la docilidad está contenida en el verdadero significado de la palabra mansedumbre, y también de la palabra humildad, pero sobre todo nos vamos a detener en la palabra mansedumbre por varias cosas que voy a comenzar a explicar y que ustedes van a poder comprender que están íntimamente ligada a la humildad.
Entonces, en el idioma original la palabra mansedumbre es muy rica, extremadamente rica, empezando por decir que para los griegos por ejemplo, en los escritos seculares, hablar de mansedumbre era una cosa, pero para los escritos espirituales o que hoy podríamos llamar bíblicos, la mansedumbre era algo muchísimo más profundo, que ni siquiera a la gente que no conocía a Dios podía entender acerca de esa palabra.
Entonces, juntos vamos a leer varias definiciones y luego de cada definición vamos a tomarnos el tiempo para explicar algunas cosas. Mansedumbre, ¿qué es?
MANSEDUMBRE
No se trata sólo del comportamiento externo de la persona,
ni tampoco de sus relaciones con otros,
o solamente de su disposición natural.
Nos engañamos cuando sólo cuidamos nuestras actitudes externas y la manera en que respondemos a los demás pensando que eso es docilidad. Es decir, de alguna manera nos hacemos, yo muchas veces digo mañosos, porque aprendemos la forma o la técnica para agradarles a otros, yo sé cómo me habla cierta persona y sé lo que esa persona quiere escuchar de mí y la reacción que quiere ver en mí. Entonces, cuando esa persona me habla, yo le respondo como esa persona quiere escuchar, pero todo lo que estoy haciendo es algo externo, eso no tiene ninguna relación con la verdadera mansedumbre que viene por el Espíritu de Dios, no tiene relación con la mansedumbre de la cual Jesús habló que Él poseía, en nuestros casos, si hacemos eso nos estamos engañando porque podríamos pensar, estoy siendo dócil porque la persona me dijo algo y yo le respondí de la manera en que debía responder, pero como no nació del Espíritu y no es algo formado en nuestro interior, termina siendo una acción de hipocresía, porque no es naturalidad espiritual responder de esa manera.
Peor aún, es cuando pensamos que nacimos dóciles, es decir, hay gente que dice, yo soy más dócil de nacimiento y se compara con otros y dice, tal otra persona le cuesta mucho ser dócil, sin embargo desde que yo era chiquito y mis papás me hablaban, yo era más dócil. Y es verdad que los niños son diferentes y que uno ve a un niño, por más pequeño que sea, y nota cierta característica en el niño y lo compara con otro niño, el otro niño es totalmente diferente; pero cuando hablamos de la docilidad espiritual, que es el resultado de la mansedumbre del Espíritu producida en nuestro interior por la vida de Cristo, estamos hablando de algo completamente diferente.
Es decir, no importa si consideramos haber nacido más dóciles, vamos a ser dóciles por lo que el Espíritu Santo hace en nuestras vidas y respondiendo a la naturaleza divina que está en nuestro interior.
Vamos a un segundo entendimiento acerca de:
MANSEDUMBRE
Es una obra efectuada en el alma y su práctica es,
en primer lugar y sobre todo, hacia Dios.
Quiere decir que no puede haber mansedumbre sin la obra sobrenatural del Espíritu Santo en lo más íntimo de nuestro ser.
Eso tiene relación con lo que recién decíamos, podríamos mostrarnos dóciles, pero la verdadera docilidad que viene de la mano de la mansedumbre va a ser por la obra sobrenatural del Espíritu en nuestras vidas.
Pero lo más importante aún, es que somos mansos principalmente, hacia Dios.
Es decir, lo que el Espíritu Santo produce en nuestro interior por la vida de Cristo, va a resultar siempre, en principio, en una respuesta favorable hacia Dios. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando no estamos siendo dóciles ante alguien que desea ayudarnos, no importa quién sea, lo que esa falta de docilidad a esa persona está significando a los ojos de Dios, es que no somos dóciles para con Él.
No es un asunto de que nosotros no somos dóciles porque esa persona me habla de una forma que a mí no me gusta, no somos dóciles porque esa persona no supo cómo tratar la situación conmigo y a la hora de hablarme me habló desde su enojo, desde su impotencia, desde muchísimas cosas que a mí me hicieron daño y por eso no pude responder favorablemente, la importancia no es cómo respondía la persona, la importancia es que de acuerdo a cómo respondo a la persona, le estoy respondiendo a Dios.
Entonces, cuando no somos dóciles a alguien que nos quiere ayudar, lo que estamos demostrando es que no queremos reconocer que es el Señor quien está trabajando en nosotros a través de esa persona.
Por eso, no somos dóciles al trabajo de Dios, porque como el trabajo de Dios viene en diferentes formas y a través de diferentes estuches, yo respondo favorablemente o no tan favorablemente, conforme a la forma o al estuche, pero no reconozco que en realidad es Dios más allá de la forma o del estuche.
Vamos a la tercera definición y concepto relacionado con la mansedumbre.
MANSEDUMBRE
Es una disposición de espíritu por la cual se acepta
que los tratos de Dios son buenos,
por lo que no se discuten ni se resisten.
Por este concepto, es que la mansedumbre está ligada íntimamente a la humildad y es un resultado directo de ella.
Es decir, quién resiste a lo que el Señor quiere hacer, está demostrando ¿saben qué? ser su propio dios, porque se considera con el derecho y la autoridad de determinar lo que es mejor para su vida y no tiene la humildad para someterse a la perfecta voluntad del Padre.
Volvemos al pasaje bíblico, Jesús dijo, lleven mi yugo el cual es fácil... Es decir, acepten toda mi voluntad y la voluntad de mi Padre para sus vidas, y atenla a ustedes mismos para llevarla el resto de sus años, porque eso es lo mejor para ustedes.
Cuando yo me resisto al trabajo de Dios, me estoy resistiendo a la voluntad del Padre, por lo tanto me constituyo en mi propio dios, yo digo lo que está bien y lo que no está bien, que ese trato no es bueno para mí, que esa manera en la que Dios quiera actuar conmigo no es la mejor y yo determino lo que es mejor o no es mejor.
Ahora, fíjense un detalle muy importante, siendo que la mansedumbre es primeramente hacia Dios, obviamente, la mansedumbre también va a tener un efecto hacia otras personas. Es decir, va a haber mansedumbre, y déjeme agregar, docilidad hacia las personas, aun cuando se tratara de someterse o de ser dócil a alguien injusto o incluso hasta alguien malvado, hay un entendimiento de que el Señor está haciendo su voluntad en nuestra vida a través de esa persona, y creo que esto nos saca de nuestra zona de confort.
Es decir, nosotros analizamos nuestra docilidad conforme a cómo son las personas que tratan con nosotros y ese es un problema serio. ¿Por qué razón? Porque en realidad, Dios va a permitir que nos choquemos, que nos topemos, con personas injustas en su trato hacia nosotros, con personas hasta malvadas que notamos el signo o el rasgo de malicia en lo que quieren hacer o en la manera que nos tratan o que nos hablan, pero cuando eso nos está ocurriendo, jamás, por lo general pensamos, Dios está tratando con mi vida a través de esa persona, porque no entendemos que Dios pudiera tratarnos así, pero Dios que es perfecto en todos sus caminos y su voluntad es buena para nosotros, está permitiendo la manera en que tal o cual persona hace conmigo para Él tratarme, Él trabajar con mi vida a través de esa persona.
Seguimos agregamos algo más al entendimiento de mansedumbre, dice así:
MANSEDUMBRE
No es sinónimo de debilidad,
sino que se desprende del poder.
Esta es otra característica que demuestra que la mansedumbre sólo puede venir del Señor, no puede nacer en nosotros de forma natural.
¿Por qué digo esto? Naturalmente se suele pensar que alguien que es manso no puede defenderse. Cuando nosotros hablamos de alguien manso nuestra cabeza piensa que esa persona está incapacitada, es débil para defenderse, por eso es así de manso, pero quien es manso, vamos a hablar en términos espirituales, por estar lleno del Señor y de su poder, pudiendo defenderse prefiere no hacerlo sino confiar y creer que el Señor está trabajando en su vida. Ése es un abismo de diferencia.
Es decir, aquel que de verdad es manso porque espiritualmente lo es, porque es parte de la manifestación del gobierno del Espíritu Santo sobre la vida de un hijo de Dios, esa persona es manso porque está lleno del poder de Dios para mantenerse manso. El poder de Dios hace que esa persona entienda que Dios está trabajando y aunque naturalmente pudiera decir, esto me parece injusto y merece que yo me defienda, por el poder de Dios en su vida dice, yo no me voy a defender porque sé que Dios está trabajando en mi vida a través de este tipo de trato sobre mí.
Agregamos algo más al entendimiento de la mansedumbre, dice así:
MANSEDUMBRE
Es lo opuesto al interés propio;
es una constancia de espíritu
que no se entusiasma ni se deprime,
simplemente porque
no se ocupa en absoluto del propio yo.
Esta faceta también está relacionada con la humildad, en definitiva cuando una persona no es dócil está demostrando, fíjense, un grado de egoísmo y de orgullo que siempre provoca cuidar la propia vida en vez de priorizar la voluntad del Señor.
Por ende fíjense, conforme al concepto que acabamos de leer, primero es una constancia de espíritu, no nace en los sentimientos, no nace en mi razonamiento de saber que debo ser manso, debo ser dócil, fluye naturalmente del Espíritu porque responde a la naturaleza de Cristo en nosotros.
Por otra parte, no se entusiasma ni se deprime, ¿por qué? Porque no tiene interés ni se ocupa en lo más mínimo de la propia persona, esto es un rasgo de verdadera humildad.
El humilde no es aquel que está mirándose todo el tiempo a sí mismo, por eso, todo esto que estamos hablando pone de manifiesto lo que significa ser dóciles para el Señor, no lo que nosotros entendemos como ser dóciles, sino lo que Dios entiende por ser dócil.
Al mismo tiempo, el Señor, por darnos a Cristo y por darnos su naturaleza nos preparó interiormente, espiritualmente, para poder ser dóciles por el gobierno del Espíritu Santo, es ser dóciles al Señor y es ser dóciles a cualquier persona que trabaje en pro de lo que Dios quiere hacer en nuestra vida.
Al mismo tiempo, también, todo lo que hemos analizado demuestra que la falta de docilidad es un síntoma de orgullo, de egoísmo, de falta de identidad, es decir, de carnalidad, de inmadurez.
Muchas veces he dicho, porque lo veo, lo veo muchas veces aún en mi propia vida y lucho contra eso en el poder del Espíritu, pero me doy cuenta que las personas nos hacemos fuertes por falta de identidad, pero nos hacemos fuertes en nosotros mismos, en nuestro propio temperamento, en nuestra manera de ver las cosas, en nuestras propias opiniones, entonces, como no tenemos claro quiénes somos, necesitamos rodearnos de un halo de fortaleza, de conceptos, de ideas que nos hagan valernos por nosotros mismos para parecer que sabemos quiénes somos, pero en realidad tenemos un problema de identidad, y la identidad sólo nos la da el Señor y la vida de Cristo en nosotros.
Por eso, quiero leer un versículo más, que nos va a abrir un poquito más el entendimiento espiritual acerca de lo que estamos hablando y dice así:
“En cambio, la sabiduría que desciende del cielo
es ante todo pura, y además pacífica,
bondadosa, dócil,
llena de compasión y de buenos frutos,
imparcial y sincera.”
Santiago 3:17 / NVI
Tenemos a nuestra disposición a Cristo mismo, quien es la sabiduría en nosotros. Pero si nos fijamos bien, esta sabiduría de la cual acabamos de leer tiene diversas cualidades, cualidades que están a nuestro favor, cualidades que se debieran manifestar en nosotros cuando surge y brota naturalmente Cristo como sabiduría en nuestras vidas. Pero entre esas cualidades que leímos dice, que la sabiduría que viene del cielo, es decir, Cristo mismo como sabiduría, es dócil.
En su original, esta palabra que en algunas versiones por ejemplo usa la palabra benigna, en el original, esta palabra describe a alguien que está dispuesto a la obediencia.
Es decir, cuando estamos llenos del Señor y cuando su sabiduría nos invade, cuando somos gobernados por el Espíritu de Dios, hay docilidad para obedecer sin pensar, sin razonar, sin juzgar, sin argumentar lo que se nos pide obedecer.
Miren, estoy casi seguro que a la gran mayoría de ustedes les ha pasado, pero en muchas oportunidades, hemos estado ante autoridades de todo tipo que son netamente injustas, que no saben ejercer adecuadamente su autoridad, y no es justificable que alguien no sepa desarrollar y ejercer correctamente la autoridad, nadie pretende justificar eso, mi pregunta es, como hijos de Dios, cuando estamos ante autoridades de este tipo, ¿cómo respondemos al Señor? ¿Respondemos favorablemente? ¿Permitimos el trato de Dios con nuestras vidas por medio de una autoridad que no está siendo justa con nosotros? ¿Entendemos que Dios está usando aún a esa autoridad para formar a Cristo en nosotros?
Pero vamos un poquito más allá, ¿qué pasa cuando no somos dóciles, pero la autoridad que tenemos enfrente, y sobre todo me quisiera referir a las autoridades espirituales, son autoridades que aunque pueden tener errores, ejercen adecuadamente su función de autoridad, nos aman de la misma manera que el Señor nos ama y cada cosa que hablan con nosotros la hablan para nuestro bien?
Definitivamente nosotros debemos hoy preguntarnos, qué clase de docilidad creo tener, qué clase de docilidad creo manifestar. Realmente, ¿estoy siendo dócil a la manera de Dios? ¿La mansedumbre, que es una de las ramas y de las condiciones que se manifiestan por el fruto del Espíritu en nuestra vida, la mansedumbre fluye naturalmente en nosotros, la humildad fluye y nos sale hasta por los poros, Cristo está mostrándose a través de nuestras vidas en todo lo que pensamos, en todo lo que hacemos, en nuestras reacciones, en nuestras palabras, en nuestras formas, en nuestras actitudes?
Debemos romper un patrón de falta de docilidad por un alto grado de carnalidad y de inmadurez en nuestras vidas.
Ese patrón debe ser roto, deshecho en el nombre de Jesús, ¿por qué? Porque no corresponde a la vida de Cristo que está en nosotros.
Por eso, vuelvo a repetir las palabras que leímos inicialmente de Jesús, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón.
Que el Espíritu de Dios en este día y a través de su Palabra, por la acción del Espíritu, pueda revelarnos la clase de docilidad que Él quiere manifestar en nuestras vidas, de tal manera que realmente veamos que los tratos de Dios y el trabajo del Señor con nosotros, llega a buen término, produce los frutos y los resultados por los cuales Dios estaba trabajando en nosotros.
Cuando Dios mete la mano en nuestras vidas en diferentes áreas o en diferentes momentos de nuestra vida, Él lo hace porque quiere seguir formando a Cristo, por eso seguiremos madurando y creciendo en el conocimiento del Señor el resto de nuestra vida, porque quien se está perfeccionando en nosotros es Cristo.
Dios no quiere mejores seres humanos que aprendan más a imitar a Jesús, lo que Dios quiere es Cristo manifestado a través de hijos que están muertos a sí mismos, pero que están vivos para Dios.
Por eso, quiero que oremos ahora para que el Espíritu de Dios pueda revelarnos en lo más íntimo de nuestro ser, la clase de docilidad verdaderamente espiritual que Él está anhelando producir cada vez más, de tal manera que sus tratos y sus trabajos en nosotros puedan completarse, llegar a buen fin y manifestar una mayor magnitud y potencia de Cristo en nuestras vidas.
Padre, cuántas gracias te damos hoy porque tu Palabra siempre trae un entendimiento de quién eres y de lo que Tú quieres hacer.
Señor queremos en principio llegar a la profundidad del entendimiento de lo que Jesús nos habló cuando dijo, aprendan a llevar el yugo que Yo quiero poner sobre ustedes, porque ese yugo es el perfecto yugo para sus vidas, deberán llevarlo el resto de sus días sobre la Tierra, pero no hay mejor yugo que ése, porque ese yugo es la perfecta voluntad del Padre para la vida de cada uno de sus hijos.
Por eso Señor, queremos llevar ese yugo con entendimiento, saber que Tú obviamente estás trabajando en nosotros para formar a Cristo, para establecer algo mayor, para que la manifestación, la presencia de Cristo y lo que Cristo realmente es, pueda salir naturalmente a través de nuestra humanidad.
Es decir, porque seamos de carne y hueso no significa que debemos ser carnales o mantenernos inmaduros, es todo lo contrario, que aunque somos de carne y hueso, se puede ver la gloria de Jesucristo en nuestras vidas, porque Tú Padre puedes trabajar por medio del Espíritu hasta lo más profundo de nuestro ser.
Por eso, no estamos hablando de una docilidad que alcanzamos por esforzarnos, por entenderla en nuestra mente y por hacer los pasos, seguir el mecanismo, las instrucciones y el proceso por el cual llegamos a ser dóciles, no. Estamos hablando de una docilidad que es netamente espiritual porque es el resultado de la vida de Cristo, del nuevo nacimiento que está en nosotros, del carácter de Cristo en nuestras vidas, de que realmente la naturaleza divina está dentro de nosotros y esa docilidad es una extensión de la mansedumbre que habita en nuestro interior.
Señor, Tú eres nuestra sabiduría, por lo tanto, aún como sabiduría, te quieres manifestar en un grado de docilidad, para que cuando recibamos todos los tratos del Padre seamos dóciles Señor, como Tú lo fuiste cuando estuviste sobre la Tierra. En ningún momento discutiste con el Padre, en ningún momento intentaste razonar con Él para cambiar una decisión que Él había tomado, lo único que quisiste fue hacer su voluntad. Y gracias a que estuviste dispuesto a hacerlo hasta las últimas consecuencias es que entregaste tu vida por nosotros en una cruz y sufriste para hacernos libres y que hoy nos llamáramos hijos de Dios y compartiéramos la misma herencia contigo, Señor.
Por eso, te agradecemos porque ahora habitas en nosotros y te agradecemos porque eres Tú el dócil en nuestro interior, no somos nosotros intentando ser dóciles, Tú eres el dócil dentro de nosotros.
Así que, en el nombre de Jesús, rompemos y destruimos la falta de docilidad en los hijos de Dios y en la Iglesia de Cristo, no proviene del Padre y no corresponde a la naturaleza divina que nos has dado.
Por eso, deshacemos todo rasgo de carnalidad y declaramos en el nombre de Jesús, que los hijos de Dios aman a su Padre y que por ende, quieren crecer y quieren que Cristo sea formado en sus vidas y ese crecimiento es un signo de una mayor madurez cada día por amor a ti Señor.
Te bendecimos y te agradecemos, gracias Señor por hablarnos esto en este día y gracias porque no solamente nos hablaste hoy, sino que lo seguirás haciendo el resto de los días que vengan por delante, seguirás trabajando en nosotros, nos darás un mayor entendimiento, abrirás nuestros sentidos espirituales para comprender la profundidad del valor que tiene delante de ti la docilidad espiritual.
Te honramos, te agradecemos y te bendecimos. Y oramos estas cosas convencidos de que Tú lo haces en nosotros, porque oramos y declaramos cosas que están de acuerdo a tu perfecta voluntad.
En el nombre de Jesús recibe toda la gloria, la honra, el honor, la alabanza y el poder, nos rendimos a ti y nuestra vida te pertenece.
En el nombre de Jesús. Amén y amén.
Padre, en el nombre de Jesús, hoy oramos y te agradecemos porque Tú nos estás llamando más cerca tuyo, Tú nos estás llamando a tener una verdadera vida de fe, una verdadera vida de fe que camina contigo en todas las cosas, hasta que en nuestro interior tengamos una señal clara de que cada molécula de nuestro ser te está agradando en todo.
Quebrantamos las neblinas espirituales traídas por el enemigo, quebrantamos la visión de las circunstancias mirándolas de forma humana, renunciamos a ser hombres y mujeres naturales, para ser hombres y mujeres del Espíritu, hombres y mujeres de fe que caminamos contigo y aprendemos a caminar en un nivel superior. Y que aprovechemos este tiempo que estamos teniendo, para poder caminar en ese nivel para la gloria, para la honra y el honor tuyo Señor, en este día. Te agradecemos, te alabamos y te adoramos. Amén
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