¡Construyamos el templo!
Hernán Cipolla
04 de July de 2020
El texto contenido en esta página fue tomado literalmente de lo expresado verbalmente
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Siempre es un gozo y una alegría volver a reunirnos alrededor de la Palabra y alrededor de lo que el Espíritu Santo nos quiere hablar, y lo que vamos a compartir considero que es particular, más que nada por los tiempos que estamos viviendo. Creo que para ninguno de nosotros se nos escapa la idea de que Dios es perfecto en todos sus caminos, y obviamente lo que Dios hace y aún lo que Dios permite, jamás carece de sentido.
En realidad, los que conocemos al Señor, debiéramos entender y reconocer que la mano del Señor está presente en todas las circunstancias de la vida, porque si Él quisiera evitar algo tiene el poder suficiente para evitarlo, pero cuando Él permite algo, Él está permitiendo a través de eso, que algo ocurra conforme a su voluntad. Y en estos tiempos tan particulares que el mundo en general está viviendo, para nosotros como Iglesia, el mensaje del Señor tiene que ser claro y debemos aprender a discernir lo que el Espíritu Santo nos quiere hablar en este tiempo.
Y hay precisamente un relato en el Libro de Hageo, que nos muestra una perspectiva profética que la vamos a poder llevar, por el Espíritu, a nuestros días y a este presente, para entender qué es lo que está en el corazón del Señor, cuál es el mensaje del Señor para nosotros su Iglesia, para nosotros los que decimos que le amamos, le honramos, le seguimos y le servimos con todo nuestro ser.

Vamos a leer, a comenzar a leer, y vamos a ir al Libro de Hageo y en el capítulo 1, desde el versículo 1, dice así la Palabra del Señor:

El día primero del mes sexto del segundo año del rey Darío,
vino palabra del
Señor por medio del profeta Hageo
a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá,
y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac:
«Así dice el
Señor Todopoderoso:
“Este pueblo alega que todavía
no es el momento apropiado para ir a reconstruir la casa del
Señor”».
También vino esta palabra del
Señor por medio del profeta Hageo:
«¿Acaso es el momento apropiado para que ustedes residan en casas lujosas
mientras que esta casa está en ruinas?»”

Hageo 1: 1-4 / NVI

Seguramente habrá algunos que no recuerden muy bien lo que estaba pasando en este momento, y para resumirlo, los judíos habían regresado a Jerusalén; todos sabemos la historia del pueblo de Israel de haber estado cautivos ante diferentes pueblos y habían regresado tiempo atrás de esta profecía que estamos leyendo, habían regresado a Jerusalén con la intención de reconstruir el templo del Señor.
Ese templo, tiempo atrás había sido destruido por completo y el encargo que habían recibido los judíos era regresar a Jerusalén para reconstruir el templo del Señor.
Una vez que llegaron, comenzaron con la labor, pero en realidad pasó algo, sus enemigos empezaron a burlarse de ellos y esto los desanimó a tal grado que pararon la reconstrucción del Templo, y como ya no estaban ocupados en reconstruir el templo lo que empezaron a hacer fue a construir sus propias casas, a dedicarse a sus asuntos, a ocuparse de sus familias y dejaron por completo el objetivo primordial por el cual había regresado a Jerusalén, es decir, la reconstrucción del templo.
De ahí, es que hay un reclamo de parte del Señor, porque además como leímos, los judíos comenzaron a decir, creemos que éste no es el momento apropiado para la reconstrucción del templo.
Es decir, sabían que habían regresado con un objetivo que venía de Dios, la reconstrucción del templo, se habían desanimado porque sus enemigos se burlaban de ellos, y entonces no sólo habían dejado ese objetivo primordial, sino que ahora se ocupaban de sus asuntos y habían esgrimido un argumento para hacerlo, y era "no es el momento apropiado para la reconstrucción del templo".

Vamos a seguir con la lectura para poder entender un poquito más que ocurrió, dice a partir del versículo 5 de Hageo, el capítulo 1:

“Así dice ahora el Señor Todopoderoso:
«¡Reflexionen sobre su proceder!
»Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco;
comen, pero no quedan satisfechos;
beben, pero no llegan a saciarse;
se visten, pero no logran abrigarse;
y al jornalero se le va su salario como por saco roto».
Así dice el Señor Todopoderoso:
«¡Reflexionen sobre su proceder!
»Vayan ustedes a los montes;
traigan madera y reconstruyan mi casa.
Yo veré su reconstrucción con gusto,
y manifestaré mi gloria —dice el Señor—.
»Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco;
lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo.
¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas,
mientras ustedes solo se ocupan de la suya!
—afirma el Señor Todopoderoso—.
»Por eso, por culpa de ustedes, los cielos retuvieron el rocío
y la tierra se negó a dar sus productos.
Yo hice venir una sequía sobre los campos y las montañas,
sobre el trigo y el vino nuevo,
sobre el aceite fresco y el fruto de la tierra,
sobre los animales y los hombres, y sobre toda la obra de sus manos».”
Hageo 1: 5-11 / NVI

Evidentemente la consecuencia de haber abandonado la reconstrucción del templo fue que el Señor cerrara los cielos e hiciera venir una sequía. En definitiva no se manifestaba la bendición de Dios en lo que los israelitas hacían, no existía para ellos un sentido de plenitud, un sentido de satisfacción por el trabajo realizado o por los logros obtenidos por el esfuerzo puesto en lo que estaban trabajando, los israelitas sólo estaban ocupados en su vida personal, estaban decididos a olvidarse de lo que pertenece al Señor.

Para nosotros hoy, la advertencia debería ser exactamente la misma de parte del Señor. ¿Por qué razón? Porque si bien hay muchas diferencia naturales y espirituales de lo que ocurrió con Israel en ese tiempo, de lo que ocurre con nosotros hoy, hoy estamos viviendo un tiempo particular que debiera empezar a llamar la atención, en principio, de nosotros la Iglesia. Es decir, todo el mundo que nos rodea está sacudido a raíz de esta pandemia, del cierre de países, de ciudades, de regiones, de la falta de economía, de pérdida de trabajos, del miedo, del susto, del terror, de la desesperación de muchísima gente... pero esto debiera ser para nosotros una llamada de atención como Iglesia, porque estamos muy acostumbrados a que el Señor esté a nuestro servicio, aún hacemos cosas a nivel personal con la confianza de que el Señor imprimirá su bendición sobre lo que estamos haciendo, pero llegó un tiempo donde el Señor dice, ahora, porque ustedes se han olvidado de lo que me pertenece, de lo que realmente para mí es importante, Yo he cerrado eso que ustedes entienden como bendición y lo han dejado de recibir y ahora no se sienten satisfechos, y aunque pareciera que almacenan, no están teniendo el producto de lo almacenado y se les pierde, se les disipa; aún los que tienen un salario parece que no lo tuvieran, que lo pierden como si lo hubieran guardado en un saco roto. ¿Por qué razón? Porque el Señor está llamando la atención, primero, de su Iglesia, para nosotros estar ocupados en lo que realmente es importante para Dios, en vez de seguir ocupados en lo que es realmente importante pero para nosotros, para nuestra humanidad.
Es más, cuando uno presta atención al relato, se da cuenta que lo que Dios está diciendo no es, voy a dejar de darles bendición para siempre, al contrario, el Señor dice, si se ocupan de lo mío van a ver cómo Yo los vuelvo a bendecir y cómo lo que ustedes hacen da más fruto de lo que ustedes hubieran imaginado y pensado, porque mi mano estará aún en sus asuntos particulares, en sus familias y en sus casas... pero quiero que vuelvan a mirar lo que es importante para mí.

Ahora, quiero seguir con la lectura de este pasaje y vamos a ir a leer nuevamente Hageo, el capítulo 1, pero desde el versículo 12, que dice de esta manera:

“Zorobabel hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué hijo de Josadac
y todo el resto del pueblo obedecieron al
Señor su Dios.
Acataron las palabras del profeta Hageo,
a quien el
Señor su Dios había enviado.
Y el pueblo sintió temor en la presencia del
Señor.
Entonces Hageo su mensajero
comunicó al pueblo el mensaje del
Señor:
«Yo estoy con ustedes. Yo, el
Señor, lo afirmo».
Y el
Señor inquietó de tal manera a Zorobabel hijo de Salatiel,
gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac,
y a todo el resto del pueblo, que vinieron
y empezaron a trabajar en la casa de su Dios, el
Señor Todopoderoso.
Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.”
Hageo 1: 12-15 / NVI

Si nos damos cuenta, Hageo hizo su parte en cuanto a transmitir el mensaje de Dios, y obviamente hubo una respuesta del gobernador de Judá, del sumo sacerdote y de todo el pueblo, en el sentido en que decidieron obedecer las Palabras del Señor y tuvieron temor en la presencia del Señor.
Pero yo quiero resaltar algo que es fundamental en este pasaje, cómo debe ser fundamental en nuestras vidas, porque dice que el Señor inquietó, inquietó a Zorobabel, inquietó al sumo sacerdote Josué e inquietó al pueblo. El Señor en definitiva hizo el trabajo que nadie ni nada más puede hacer en la vida de los suyos.

Nosotros podemos escuchar al Señor hablando, podemos tener convicción de que lo que Dios dice es verdad que necesitamos obedecer, eso puede traer temor a nuestras vidas, pero hay un trabajo interno que solamente el Espíritu Santo puede hacer y es el que el Señor quiere hacer en este tiempo fundamental que estamos viviendo como humanidad, necesitamos percibir la inquietud que el Espíritu Santo está trayendo en nuestros espíritus para responder favorablemente a la obra del Espíritu Santo, y hacer, poner manos a la obra, en aquello que el Señor nos ha llamado a hacer.

Hoy en día, lamentablemente suele haber en los hijos de Dios, tanta dureza, estamos tan ensimismados en nuestros asuntos, estamos más metidos en lo que pensamos, que en lo que Dios piensa, que a pesar que escuchamos la Palabra del Señor, de pronto sentimos temor en la presencia del Señor, de pronto hay una inquietud de obedecer al Señor, no percibimos que el Espíritu Santo está queriendo hacer un trabajo interno que nadie más puede hacer, y no respondemos a la inquietud del Espíritu Santo en nuestro interior para responder a esa inquietud, no respondemos a ese mensaje que escuchamos, no respondemos a un profeta que habla o a un mensajero de Dios.
Debemos responder a la inquietud del Espíritu Santo en nuestro interior que nos está diciendo es tiempo, es hora de que se vuelvan a mí, de que hagan lo que Yo les he llamado a hacer, de que se ocupen de lo mío, de que reconstruyan mi templo.

Ahora bien, debemos ver esta realidad dicha por Hageo, expresada en el Libro de Hageo, pero con los lentes del Nuevo Testamento. Y vamos a leer algunas otras cosas que nos van a traer a esta realidad, pero al día de hoy. Y voy a empezar leyendo algo que escribió por inspiración del Espíritu Santo el apóstol Pablo en 1 de Corintios 3:16, dice así:

“¿No saben que ustedes son templo de Dios
y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”

1 Corintios 3:16 / NVI

El relato de Hageo es una visión a la distancia de lo que Dios quería hacer con su Iglesia en todos los tiempos.
Es decir, Dios estaba reclamando a los judíos en aquel tiempo, no haberse ocupado de la reconstrucción de su templo porque para los judíos y para ese tiempo, el templo era sinónimo de la presencia de Dios; de hecho lo leímos antes, el Señor cuando viera su templo reconstruido por los judíos Él traería y manifestaría su gloria en ese lugar.
Pero para nosotros, hoy, la realidad de la Palabra es totalmente distinta porque el Señor nos afirma, ustedes son mi templo, en ustedes habita mi presencia, mi Espíritu y por ende, mi gloria.

Quiere decir, que para nosotros los creyentes, el día de hoy tiene que haber una realidad y es el hecho de que formamos la Iglesia, pero eso significa que somos todos juntos el templo del Dios viviente, somos en aquellos en quién mora la presencia del mismo Dios por medio del Espíritu a través de quienes se manifiesta la gloria de Dios.
Quiere decir, que cuando el Señor nos está llamando a reconstruir el templo nos está hablando de que Él quiere ver una Iglesia que esté a la altura de la gloria que Él quiere derramar, a la altura de la presencia del Espíritu Santo en medio de las naciones, para que el mundo vea de una vez y por todas de que Dios es real, es verdadero, y está presente hoy en medio de su Iglesia y a favor de toda persona que lo busca de todo corazón.
Quiere decir, que cuando traemos las palabras proféticas de Hageo al día de hoy, nos damos cuenta que Dios nos está diciendo, ustedes son mi templo y Yo quiero ver un templo que pueda albergar toda mi presencia y toda mi gloria.

Pero vamos a leer algo más, vamos a leer en Efesios el capítulo 2, del versículo 19 al versículo 22, dice así la Palabra:

“Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros,
sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas,
siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular.
En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar
a ser un templo santo en el Señor.
En él también ustedes son edificados
juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.”
Efesios 2: 19-22 / NVI

Definitivamente, este pasaje pone de manifiesto que todos los nacidos de nuevo del Espíritu, somos por un lado conciudadanos del mismo Reino, que es el Reino del Señor; y por otro lado somos miembros de la familia de Dios.

Miren, ustedes habrán escuchado en los últimos tiempos, que además de la pandemia se ha levantado un problema racial que viene hace muchísimo tiempo atrás pero se volvió a reavivar a raíz de diferentes circunstancias que van ocurriendo en este mundo, en especial en los Estados Unidos hubo un hecho que reavivó este dolor en el corazón de la gente, sobre todo de los que sufren de racismo y generó una serie de protestas que se multiplicaron y replicaron en diferentes lugares del mundo, pero me llama la atención la Palabra, definitivamente Dios no es racista, ¿pero saben lo que hace Dios? Dios trae a los seres humanos a un punto común, y el punto común para Dios es que aquellos que reconocen a Jesucristo como Salvador y Señor de sus vidas forman a ser parte de una gran familia que no tiene distinción, una familia que tiene el mismo Padre, una familia que tiene un mismo Hermano mayor y una familia que disfruta de la presencia del Señor y se sabe amada por el Señor por igual, porque el sacrificio de Cristo fue por todos, por igual, y entonces a esa familia le da una nueva ciudadanía para que todos nos sintamos verdaderamente patriotas, pero patriotas del mismo Reino, el Reino de Jesucristo.
Con esa realidad en mente, nosotros la Iglesia, debemos modelar con nuestra vida lo que significa ser parte del Reino de los cielos y de la familia de Dios.

Pero además, en todo este pasaje que leímos, nos damos cuenta que una y otra vez nos viene la imagen de edificio, de templo de la antigüedad, ¿por qué razón? Porque dice, que estamos edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas siendo Cristo Jesús la piedra angular.
Es decir, nos pone por un lado la realidad de que la revelación que los antiguos apóstoles y profetas nos dieron acerca de Cristo, se ha transformado en nuestro fundamento, porque todos reconocemos que Cristo es el fundamento de la Iglesia, pero al mismo tiempo, Cristo mismo es el que fue puesto como piedra angular, una piedra que para los edificios antiguos era importantísima, porque todos sabemos que no había ni hierro como hay ahora para construir, ni cemento como se usa ahora para construir, se ponía piedra sobre piedra, pero en la esquina había una piedra que era llamada precisamente, una piedra de esquina o piedra encimera, que debía calzar a la perfección en ese lugar, porque de esa piedra dependía que todas las demás piedras se mantuvieran en ese lugar, esa piedra sostenía las paredes unidas, eso es Cristo para nosotros.

Quiere decir, que este edificio, bien armado por Dios se va levantando, dice la Palabra, para llegar a ser un templo, fíjense, santo en el Señor, y todos nosotros que somos los que formamos parte de la Iglesia, somos edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.
Es decir, en Cristo esta Iglesia, este edificio llamado Iglesia, se levanta para llegar a ser un templo santo para mostrar que es morada de Dios en esta Tierra, porque la Iglesia está sobre esta Tierra y ella es la morada de Dios.
Dios planeó perfectamente la manera y la estrategia para que los creyentes fuéramos el templo espiritual en quién el Señor manifestara su gloria y que la Iglesia pudiera mostrar y representar a Cristo en este mundo.

Amados, de parte de Dios, a diferencia de lo que pasaba con los israelitas, de parte de Dios todo ya está puesto, todo ya está dado desde el principio de la Iglesia Dios ya había planeado que la Iglesia fuera un templo, un edificio bien cimentado, bien construido y bien afirmado para mostrar la presencia de Dios a este mundo que nos rodea.
Y si ustedes recuerdan algo que leímos en Hageo antes, el Señor pedía que fueran a los montes, que trajeran madera y que comenzaran la reconstrucción, eso es una señal, de que nosotros hoy, los creyentes, debemos poner nuestro empeño, nuestro esfuerzo en hacer que la Iglesia sea lo que tiene que ser.

Por eso, hay algo más que quiero leer muy interesante, voy a leer en 1 Corintios capítulo 6, versículos 19 y la primera mitad del 20, dice así la Palabra:

“¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo,
quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios?
Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio.”

1 Corintios 6:19-20 / NVI

Estos versículos nos están mostrando una realidad paralela a la que estamos analizando, ¿por qué? Porque nos dicen que cada creyente, en individual y personal, alberga la presencia del Espíritu Santo en su propio cuerpo, por lo tanto, cada uno somos también el templo del Señor, y si bien el contexto del pasaje, para aquellos que lo recuerdan, está referido a no usar nuestro cuerpo para la inmoralidad sexual, obviamente porque estaríamos degradando el cuerpo como templo del Señor, la esencia de la enseñanza nos muestra que hay una responsabilidad individual de cuidar nuestra vida y de trabajar en ella para construirla como el templo del Señor.

¿Qué quiero decir con esto? Muchas veces nosotros dejamos a un lado la parte individual, la responsabilidad individual para hacer el templo del Señor. Nosotros nos sabemos parte de la Iglesia y creemos que por estar en la Iglesia y ser parte de ella todo está dado, y en lo personal no hay ninguna responsabilidad, porque el Señor, como Iglesia ya nos dio todo, pero la responsabilidad sigue estando, si bien está como Iglesia, porque sigue estando la responsabilidad colectiva, también está la responsabilidad individual. Este es un tiempo en el que el Señor nos está llamando a que nuestra vida, como templo del Señor, refleje la gloria del Señor. En lo individual hay que enfatizar nuestra comunión personal, nuestra búsqueda del Señor, nuestra percepción espiritual, nuestra llenura del Espíritu Santo, para que nuestra vida albergue toda la gloria que Dios quiere manifestar.

Amados, si cada uno de nosotros, en lo personal estamos ocupados en nuestros deseos, en nuestros planes, en nuestros propósitos, y lo único que pretendemos es que Dios ponga su sello de bendición y apruebe lo que estamos haciendo y derrame bendición sobre nuestro trabajo personal porque queremos su bendición, nos hemos equivocado de camino, ése nunca es el camino conforme a la Palabra para recibir toda bendición de parte del Señor a nivel personal.
Y quiero ser muy claro en esto, yo reconozco que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad en cuanto a una familia, a un hogar, a una casa, a trabajar, a ser responsable con lo que Dios puso en la mano, pero el trabajo no debiera ser todo para nosotros. De hecho, nuestra familia no debiera ser el todo de nuestra vida, nuestro objetivo no debiera ser trabajar en pro de tener una familia mejor sólo por el hecho de estar mejor o de sentirnos mejor, nosotros debiéramos trabajar en lo personal para que la presencia de Dios se haga manifiesta porque Cristo se sigue formando por medio del trabajo del Espíritu en nuestro interior.
Ése es el objetivo de Dios, que estando cada uno de nosotros, tú y yo, construyendo nuestro templo individual vengamos a ser aquellos que colaboremos para que la Iglesia se levante como morada de Dios por el Espíritu Santo.

Además este pasaje, estos versículos que leímos, nos dan otra realidad también demasiado importante.
No somos nuestros propios dueños, el Señor nos compró por un precio muy alto. Y el precio alto, todos sabemos que es la sangre de Jesús que fue derramada, un sacrificio único de una vez y para siempre para que nuestras vidas ya no nos pertenezcan, por eso es una locura aún pensar que nosotros pudiéramos usar nuestra vida en cualquier área para hacer lo que nos venga en ganas, porque no fuimos preparados por el Señor ni comprados por el Señor con ese objetivo, fuimos comprados por el Señor para ya no tener derechos sobre nosotros, para no declararnos dueños, para no determinar lo que somos o lo que vamos a ser, no decidir lo que queremos hacer con nuestras vidas y qué rumbo vamos a tomar, esas decisiones Dios las ha tomado desde del momento que nos rescató y que tiene un plan con nuestras vidas.
Quiere decir amados, que nosotros estamos puestos en la Tierra, aún de manera personal e individual, para hacer lo que el Señor quiere, para escuchar, para obedecer y para cumplir sus deseos y no los nuestros, de esta manera, el Espíritu Santo entonces podrá habitar plenamente en nuestras vidas.

Esto nos lleva a otros versículos que quiero leer de la Palabra, dice así la Palabra:

“también ustedes son como piedras vivas,
con las cuales se está edificando una casa espiritual.
De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.”
1 Pedro 2:5 / NVI

El apóstol Pedro nos dio una perspectiva todavía más amplia de nuestras vidas como parte de la casa espiritual de Dios que es la Iglesia, porque dice: somos piedras vivas.
¿Cómo llegamos a ser piedras vivas?
Somos piedras vivas, porque la nueva naturaleza de Dios nos habita, hemos recibido la naturaleza divina en nuestro interior y eso nos hace piedras vivas. No somos una piedra que un constructor tomó y dijo, esta encaja bien en este lugar y tiene la forma que yo necesito para este espacio, no. Somos piedras que contienen la vida de Dios mismo por medio del Espíritu Santo y juntos conformamos la casa espiritual de Dios, que es la Iglesia.

Por eso, la responsabilidad individual y personal para llegar a entender que si yo en lo personal estoy bien, estoy formando mi vida, estoy trabajando, estoy labrando lo que Dios ha puesto en mí, y mi comunión íntima con Dios crece, y tengo cada vez un mayor discernimiento, y la plenitud del Espíritu Santo fluye cada vez más, entonces la vida de Cristo estará manifestada cada vez más y seremos esa piedras vivas que en conjunto, con todos los hermanos, conformaremos la casa espiritual de Dios.
¿Por qué además? Porque dice el versículo, que de este modo llegamos a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.”

Y quiero decir algo, al hablar de sacrificio espiritual, de ser nosotros como sacerdotes para Dios, olvidémonos de lo que hacemos dentro de las cuatro paredes de un edificio o de un local.
Hay algo que Dios, estoy convencido, que Dios ha venido a remover en este tiempo para nosotros la Iglesia, y es nuestra idea de lo que para Dios es muy santo y que Dios quiere resguardar.
Entiéndase, todos estamos llamados a formar parte de la Iglesia y por supuesto que la Palabra, por ejemplo nos insta a congregarnos; y por ahí se han levantado muchas voces a decir, pero ahora no nos dejan, las autoridades no nos dejan congregarnos. Eso es una absoluta mentira, ¿por qué razón? Porque no ha habido una prohibición, que yo sepa hasta el momento, de ningún gobierno humano que diga o haya dictaminado, ahora las iglesias, a partir de este momento y hacia adelante, nunca más podrán volver a congregarse, nunca más... eso no se ha dicho de parte de ningún gobierno.

Pero en segundo lugar, esas palabras de no dejar de congregarnos, tienen un entorno que no es mi tema y no vamos a analizar en este momento, pero lo que sí quiero decir, es que no tiene nada que ver con lo que nosotros entendemos, porque nosotros aplicamos esas palabras y esos versículos a lo que hoy practicamos y experimentamos. Pareciera que nos olvidamos que cuando la Iglesia inició se reunían por las casa y compartían todas las cosas, pero en las casas; y sin embargo eran miles los que honraban al Señor, alababan, bendecían su nombre compartían la cena del Señor, pero lo hacían en las casas.
Lo que quiero decir es que, pareciera que para nosotros, ser verdaderos sacerdotes y ofrecer sacrificios, es lo que hacemos dentro de las cuatro paredes de un salón de reuniones, si yo estoy en la alabanza, si yo soy maestro de niños, si yo acomodo las sillas, si yo ministro, es que en ese momento el Espíritu Santo se mueve y el Espíritu Santo nos da Palabra... pero todo es de consumo interno.

¿Y saben lo que vino a hacer el Señor?
A desbaratar todo eso para cambiar nuestra manera de pensar como Iglesia.
Y yo quiero llevarlos por la misma Palabra a entender lo que significa ser sacerdotes para Dios y más en este tiempo tan crítico para la humanidad.
Por eso, quiero leer un último versículo que dice de esta manera:

“si me retraso, sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios,
que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad.”

1 Timoteo 3:15 / NVI

Obviamente, eran instrucciones del apóstol Pablo a Timoteo, pero este versículo define a la Iglesia de una manera muy particular, ¿por qué?
Porque en primer lugar, está reafirmando el concepto que venimos viendo desde el inicio, porque dice que la Iglesia es la casa de Dios, así como para los judíos el templo era la casa de Dios, porque en el templo habitaba el Señor, de la misma manera, el Espíritu nos está diciendo a nosotros hoy, la Iglesia es la casa de Dios.

Pero en segundo lugar, dice que la Iglesia es columna y fundamento de la verdad.
Definitivamente, la función de la Iglesia es sostener y transmitir al mundo la verdad que el Señor le ha revelado, pero ésta es la única verdad que nosotros podríamos transmitir. ¿Pero saben cuál es el problema? Aunque es la única verdad, el problema es que la transmitamos sólo como una verdad dicha, pero no una verdad que estamos modelando.
¿Qué quiero decir? La verdadera manera de que la Iglesia transfiera esta verdad a la gente, es cuando no sólo la habla, sino también cuando la modela mostrándole al mundo que esa verdad es eficaz en la vida humana.
Es decir, cuando las personas te ven a ti y me ven a mí y se dan cuenta que la verdad que proclamamos, primero nos cambió a nosotros, transformó nuestra perspectiva, que ya no vivimos para nosotros, que no estamos ocupados en nuestros intereses, que no trabajamos en nuestras propias casas, en nuestras familias; sino que estamos trabajando en pro de las cosas del Señor, porque esa verdad ha cambiado toda la perspectiva de vida que antes teníamos. Entonces la gente se va a dar cuenta que hay algo mayor por lo cual vivir y eso es lo que la gente necesita el día de hoy.

No necesitaría yo explicarle, creo a ninguno de ustedes, el problema serio que la humanidad está viviendo en este tiempo, la desesperación, la angustia, la zozobra, obviamente sumado a la falta de economía, a muchísimas pérdidas de trabajo, de fuentes de ingresos para mucha gente, y la gente de verdad está desesperada.
Déjenme unir entonces las palabras proféticas de Hageo con la enseñanza del Nuevo Testamento que estamos analizando.

El Señor quiere que nos ocupemos de lo que realmente es importante para Él, la construcción de su templo que es la Iglesia, para que la Iglesia empiece de una vez y por todas a manifestar la verdad mostrándola en su propia vida y diciéndole al mundo hay algo y hay alguien sobre todo, por quién vivir, alguien que puede transformar tu ser interior, quitar esa angustia, darte propósito, sentido, reconocer y sentirte amado para siempre, pero además, darte un propósito de vida, hacerte sentir pleno porque estarás ocupado en aquello que realmente trae beneficio para la vida.
Dios ha prometido bendición a nuestras vidas cuando nos ocupamos de sus asuntos, pero ni siquiera es que nos ocupamos de sus asuntos porque queremos su bendición, nos ocupamos de sus asuntos por la plenitud y el beneficio que trae, en nuestro ser interior, estar ocupados de los asuntos del Reino.

Iglesia amada, es tiempo de que despertemos, de que abramos los ojos, de que nos demos cuenta que hay una realidad superior a la cual el Señor nos ha llamado; y este tiempo que nos ha encerrado en las casas, debiera ser un tiempo donde nuestras vidas en lo personal está siendo construidas para ser un templo de Dios para manifestar la plenitud de Cristo, cada vez con mayor autoridad, poder, gloria, y también para que como piedras vivas nos engarcemos, nos enganchemos unos con otros, espiritualmente hablando, y conformemos la casa de Dios, la morada de Dios donde el Espíritu Santo se puede manifestar. De esa manera, modelemos la verdad de Cristo y del evangelio en todo lugar y a toda persona.

Yo no estoy diciendo con esto desocúpate de tu familia o deja de trabajar, no es ese el mensaje del Espíritu Santo, el mensaje del Señor es, ocúpate de tus cosas pero con la mente y el interés puesto en lo que es de Dios, ocúpate en ver que la Iglesia esté siendo levantada como ese edificio firme y ese lugar donde la presencia de Dios habita y donde toda persona que voltea a mirar, se de cuenta que Dios está presente en ese lugar. Y haz que tu vida y mi vida, y que juntos como Iglesia, manifestemos la verdad a toda persona y en todo lugar, dentro de esa humanidad. Déjame decirte, hay inclusive muchas personas que necesitan ser transformadas por el poder de Dios porque Dios ya las tiene destinadas como nuevas piedras vivas que seguirán levantando y construyendo este templo santo que es la Iglesia de Cristo.

Así que, en el nombre de Jesús, yo declaro que cada uno de nosotros despierta, por el Espíritu, y oye la inquietud que el Espíritu está trayendo en el interior de cada uno para ya no ocuparnos de lo nuestro, para abandonar el interés por lo propio, para sólo construir mi negocio, para sólo construir mi bienestar, para tener mejores cosas según mi entendimiento, para darle mejores cosas a mi familia porque de eso se va a ocupar el Señor, para que nuestro interés, nuestro objetivo, nuestro amor, nuestras fuerzas, estén puestas y colocadas en el objetivo de Dios que es lo que Dios le importa, una Iglesia sana, firme, levantada, puesta en pie, mostrando la gloria de Dios, manifestando la presencia del Espíritu Santo y modelando la verdad de Cristo, para transformar a un mundo que nos rodea.

Este es un tiempo como nunca antes, por lo menos en lo que yo tengo de vida, como nunca antes la gente está necesitada y dispuesta a escuchar la verdad, lo que antes no querían oír ahora lo quieren oír, lo que antes rechazaban ahora lo están aceptando, porque se dan cuenta que se les acabaron las posibilidades, las esperanzas de que algo bueno pudiera pasar y que venga de otra parte, ahora es tiempo de decir, declarar a los cuatro vientos, y de mostrar con nuestra propia vida que vale la pena vivir por Cristo y para Cristo; y que para eso hemos sido llamados los que lo conocemos y los que están por conocerle.

Así que, quiero cerrar este tiempo con una oración y que nos unamos en oración todos y cada uno de nosotros, para orar desde nuestro corazón al Señor y volcar nuestro corazón en oración, para que el Espíritu Santo oiga el clamor de nuestro corazón y haga lo que él siempre ha tenido planeado hacer, levantar una Iglesia que muestre su gloria en todos los puntos de esta Tierra.

Padre, en el nombre de Jesús oramos a ti agradecidos por tu Palabra, te agradecemos porque el Espíritu Santo es aquél que nos muestra la verdad y que sobre todo, hace algo que lo vimos reflejado en el libro de Hageo, es el Espíritu el que nos inquieta en lo más profundo de nuestro ser. Hoy queremos percibir y discernir la inquietud que está poniendo el Espíritu Santo en nuestro interior, no hacer oídos sordos, no responder emocionalmente a tu Palabra o la voz del Espíritu, queremos responder a la acción interna del Espíritu Santo que nos está clamando en nuestro interior como un Dios celoso diciendo, eres mío, Iglesia eres mía, y Yo te traje a mí para que te ocupes de mis asuntos y te olvides de tus asuntos.

En el nombre de Jesús, yo declaro, que toda tu Iglesia alrededor del mundo, todos los que están escuchando esta Palabra, son inquietados por el Espíritu Santo y son llamados desde el interior a reconstruir una Iglesia que se levanta firme, fuerte, sana, que entiende el propósito que tiene sobre esta Tierra, que agradece por este tiempo de pandemia, por este tiempo de aparente encierro, porque es una oportunidad que Tú nos has abierto Señor, para compartir el evangelio y para dar a conocer la verdad de Cristo como nunca antes.

En el nombre de Jesús, yo declaro que trabajamos en nuestras vidas, en lo personal, en lo matrimonial, en lo familiar y como cuerpo tuyo Señor, para que de verdad y de una vez y por todas, estemos mostrando que tu gloria está presente en medio nuestro, que tu Espíritu Santo nos habita y que somos la verdadera morada de Dios por el Espíritu.

Gracias Señor, porque Tú nos has llamado a esta realidad, es algo inimaginable, lo era antes de que te conociéramos, y hoy aunque no cabe en nuestra mente, lo podemos disfrutar y tenemos el privilegio de saber que somos parte de tu Iglesia.
Pero hoy Señor, renunciamos a lo personal, dejamos de ocuparnos de nuestros asuntos a nivel de interés y a nivel de prioridades en nuestra vida, para ocuparnos de tus asuntos, que Tú Señor, seas siempre lo primero, que tu Reino siga en prioridad y que entonces, tus asuntos sean los que nos muevan a mostrar el Reino en todo lugar y a tu persona.

Declaramos Señor, que Tú avivas el fuego del Espíritu Santo en nuestro interior, y que haces por la inquietud que pones en nosotros, que como Iglesia respondamos a tu llamado, así como el Señor le dijo a los judíos, vayan traigan madera y reconstruyan mi templo y entonces Yo manifestaré mi gloria. Que de la misma manera hoy, tu Iglesia, respondamos y digamos, sí Señor vamos a hacer nuestra parte y Tú derrama tu gloria en medio nuestro, para que el mundo de una vez y por todas pueda reconocer y saber que hay una sola verdad que proclamar, una sola verdad que creer, y una sola verdad que puede transformar la vida como nos transformó la nuestra, y esa verdad es Cristo siendo entregado por toda la humanidad, levantado y puesto a la diestra tuya Padre, para mostrarse como el Rey de reyes y Señor de señores.

Bendecimos tu nombre Señor, te exaltamos, te damos como siempre toda la gloria, la honra, la alabanza, la adoración y el poder, porque eres el único digno de recibirlo y te bendecimos con todo nuestro ser. Te dedicamos a ti toda nuestra vida, no sólo Señor este momento, sino todos los días de nuestra vida, con una mente concentrada en ti, con un anhelo puesto en ti, con los deseos tuyos en nosotros y sabiendo que Tú eres nuestro objetivo de vida, no hay más por qué vivir ni por quién vivir.

Te bendecimos, te honramos y te agradecemos Señor, por este tiempo tan especial, en el nombre del Señor Jesucristo lo declaramos hecho, amén y amén, Señor.

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